Opinión

El día en que LaSexta nos dijo cómo debíamos sentarnos en la mesa de Nochebuena

La Navidad es la época de los enemigos invisibles. Cada año hay más y supongo que con el avance de la vida uno no puede evitar la sensación de afrontar cada vez más solo la batalla contra un ejército de espectros reconocibles, que sue

La Navidad es la época de los enemigos invisibles. Cada año hay más y supongo que con el avance de la vida uno no puede evitar la sensación de afrontar cada vez más solo la batalla contra un ejército de espectros reconocibles, que suelen ser especialmente puñeteros en estas fechas. La amnesia suele ser el mejor remedio contra el escozor que provocan los recuerdos decembrinos, aunque conviene evitarla en los asuntos relacionados con los vivos. Porque no hay nada más peligroso en estos tiempos que perder las referencias entre tanto lodo e infamia.

La actualidad se cuenta a través de una lluvia fina de 'noticias de impacto' que generan una especie de neblina que no ayuda a ver el entorno con claridad. Pero, aunque no lo parezca, tan sólo han pasado dos años desde que alguien en LaSexta tuvo la idea de aleccionar al personal sobre cómo debía situarse en la mesa de Nochebuena para evitar contagiar de covid-19 a la familia.

La ventana debía estar abierta en pleno invierno, los abuelos debían situarse en los extremos, separados por el doble de distancia del resto de los miembros; y los asistentes que no pertenecieran a la misma unidad familiar, a poder, ser, tenían que cenar juntos. De esa forma -argumentaban los expertos- se reducía el riesgo de enfermar, pese a que todo aquello incrementara la paranoia de los más crédulos.

La combinación de ingredientes nocivos que se materializó en esos días configuró un cóctel muy venenoso. Los españoles estaban encerrados en sus casas y consultaban constantemente los medios de comunicación para informarse sobre las últimas noticias del enemigo invisible.

Mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos actuó con responsabilidad, las 'luminosas' políticas y mediáticas lo hicieron sin muchos escrúpulos. Lo de las televisiones fue especialmente sangrante. Tenga cuidado si es usted un plumilla y decide recordarlo. De lo contrario, algún matoncillo de por allí podría amenazarle con echar a tal o a cual de una de sus tertulias. De esas tertulias en las que se definía como 'bulo' todo lo que fuera más allá de la información oficial, que era la que afirmaba que el virus era capaz de sobrevivir 48 horas en una barandilla o la que llegó a expresar que la infección era demasiado débil como para aguantar el calor del verano.

La táctica del aplastamiento

Miguel Ángel Oliver, quien disertaba sobre su carrera periodística en el Congreso el pasado jueves, antes de ser nombrado presidente de EFE, organizaba las ruedas de prensa en las que 'uniformados' de las Fuerzas de Seguridad del Estado nos ilustraban sobre los ciudadanos que habían sido detenidos en el día anterior por delitos de gravedad inasumible. Un helicóptero llegó a aterrizar en una playa para detener a una persona que quiso bañarse en el mar. Cualquier salida a la calle era constitutiva de una multa.

Cualquier movimiento indeseado podría transmitir la infección. A los vecinos se les animó a denunciar a quienes bajaban a fumar a la puerta de la calle. La policía llegaba a examinar las bolsas de la compra mientras había lunáticos que se vestían con trajes de astronauta para ir al supermercado. Donde, por cierto, al principio, las fuentes oficiales desaconsejaron la mascarilla... porque -decían- sólo era necesaria en los hospitales y para la población de riesgo. Luego sostuvieron todo lo contrario.

Se queja Pedro Sánchez en su libro de que el Gobierno se ha enfrentado a una enorme campaña de intoxicación mediática desde 2018 porque el progresismo está infra-representado en la prensa española. Supongo que lo habrá escrito por si cuela, dado que es rotundamente falso. Se demostró durante la pandemia, cuando los Ferreras y los Jorgejavieres se pusieron a sus pies, al igual que los Prisa, los RTVE y derivados. Tal es así que ni siquiera se llegó a cuestionar una medida tan rocambolesca como la de impedir la libre circulación entre territorios durante muchos meses, en algo que en realidad sólo se explicaba en dos factores: la locura territorial-nacionalista del país; y la estrategia de Salvador Illa de intentar ganar las elecciones catalanas a base de hacer la puñeta a Madrid.

El miedo como la vacuna a inocular

Lo peor -y por eso el escrito del presidente es tan lamentable- es que esa estrategia gubernamental, consistente en poner a toda su armada mediática al servicio de una causa, que no es verdadera, se reprodujo con el mismo éxito el pasado 23 de julio, cuando se inoculó a la población el miedo a que, sin el PSOE en el Ejecutivo, España dejaría de ser un “país de progreso”. Es de suponer que una parte de quienes se alarmaron durante la pandemia y comenzaron a denunciar a sus vecinos por terror, también se atemorizaron ante la posibilidad de que un Gobierno de Alberto Núñez Feijóo con Vox sumiera al país en una era de oscuridad. Lo que funcionó en el pasado lo aplicaron en ese mes que discurrió desde las elecciones municipales hasta las generales. Y ganaron.

¿Cuándo volverán a pedir a su Luftwaffe mediática y social que eche a volar para bombardear sus nuevos objetivos? Cuando los vuelva a convenir. Su éxito es abrumador. Con esa estrategia han llegado a convencer a millones de españoles de que una 'amnistía selectiva' es constitucional; o, qué se yo, de que limpiar los zapatos antes de entrar en casa reducía un 30% el riesgo de contagiarse de un virus respiratorio. O de que Cervantes era machista o de que un niño de 12 años está en sus plenas facultades mentales para pedir al endocrino que inicie un tratamiento de cambio de sexo.

La realidad ya no la marcan los acontecimientos que suceden alrededor ni las lógicas aplastantes que hasta hace no mucho estructuraban la razón. El paso del día a la noche y de la noche al día; la llegada del otoño tras el verano y de la primavera tras el invierno. Ahora, ellos marcan las reglas a partir de enormes dosis de propaganda y piden que la respaldemos. Porque, ya saben, “juntos, salimos más fuertes”.

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