Opinión

La última Diada de Torra

Este es el año de las no fiestas en España y al parecer también de las no elecciones en Cataluñaa

La fiesta nacional de Cataluña, la Diada, la fiesta de la que los independentistas se han apropiado y en la que hacen una exaltación ideológica de lo ideal que sería una Cataluña independiente sigue en pie en plena pandemia. A dos días para la celebración, nadie, al parecer, se atreve a anularla. Error, porque este 2020 debería ser el año de la no Diada. Cómo ha sido el año del no san Jordi, o de la no tomatina, o de los no Sanfermines y será el año de las no fiestas del Pilar, con toda la afectación que supone tanto social como económica para aquellas localidades o comunidades en las que se anulan las celebraciones.

En el 8-M fueron muchas las voces críticas que culparon al Gobierno de Sánchez de no haber actuado a tiempo -recordemos que la esposa del presidente estaba a la cabeza de la manifestación en Madrid- y de permitir manifestaciones que habían propagado el contagio. Si algo le gusta al virus es la concentración de personas y nos lo ha demostrado con creces, aunque entonces, el 8-M, no éramos tan conscientes como ahora de cómo afecta y de cómo se mueve el virus.

Tres semanas para convocar

La Diada, la última de Torra como president, no debería celebrarse y no porque no haya cosas que reivindicar o por las que luchar como defienden los independentistas, sino porque si hacemos caso a las medidas de salud pública, no cabe una concentración que ponga en riesgo la salud de la población y aumente el de contagio. No es necesario arriesgar más y el president Torra debería anular cualquier acto de la Diada por mucho que necesite el calor de las masas frente a su más que probable inhabilitación la semana que viene. Este es el año de las no fiestas en España y al parecer también de las no elecciones en Cataluña porque si Torra es inhabilitado tras la vista de la semana que viene, y el juez podría tardar un par de semanas en hacer pública su sentencia, desde hoy, o Torra convoca elecciones o en unas tres semanas pierde la potestad para convocarlas si es inhabilitado.   

Tiempos convulsos en la política catalana, con constantes terremotos en la postconvergencia y en la relación de Junts-ERC, en los que el president Torra no se atreve a desconvocar cualquier exaltación independentista a las puertas de su inhabilitación, a las puertas de unas elecciones. Torra no se atreve a desconvocar los actos de la Diada organizados por entidades independentistas por mucho que si se celebra esté en juego la salud de muchos, porque se le podría acusar a él también de coartar la libertad de expresión en Cataluña y prefiere poner en riesgo a la población a enfrentarse a los suyos, los independentistas.

Un aspecto que no se entiende cuando se han prohibido las reuniones de más de diez personas para evitar posibles contagios, cuando volvemos a tener los parques infantiles cerrados, cuando se ha establecido todo un protocolo para el inicio de un curso escolar, un curso escolar que peligra y mucho sin haber empezado. ¿Qué sentido tiene convocar manifestaciones en la Diada con el posible riesgo para los manifestantes y para los no manifestantes? Junto con Madrid y Aragón, Cataluña es la comunidad autónoma más afectada, con más casos de infectados por coronavirus. Pero no estamos ante una Diada cualquiera.

Estamos ante una Diada en la que sigue encallado el diálogo entre el Gobierno central y el Gobierno de Torra, una Diada con políticos independentistas presos, con unas elecciones pendientes, pero él no quiere que se le pueda acusar de coartar la libertad de expresión que últimamente siempre va según el color político en el que se mire. Los independentistas ven peligrar su libertad de expresión en el mismo nivel que lo sienten los que no lo son. Cuídense, con mascarilla siempre.  

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