Es necesario conocer la naturaleza de una enfermedad si lo que queremos es curarla. Para ello, el diagnóstico se convierte en un paso fundamental del que debemos exigir máximas garantías. Cuando el mal acecha a nuestra salud, debemos aplicar métodos de diagnóstico del modo más objetivo posible que permitan aislar sus causas y encontrar las soluciones. Solo así, como digo, es posible identificar y actuar con los menores costes posibles. En nuestra economía, hoy, el mal es la inflación.
Recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado dos nuevos trabajos que permiten consolidar algunos de los “a priori” que ya disponíamos sobre la inflación. Dos diagnósticos que se unen a otros previos. La suerte es que, a cada trabajo nuevo que vamos conociendo, lo que sabemos sobre las causas de la inflación se va consolidando, aunque no es menos cierto que, por ir avanzando en el tiempo y ampliando las bases de datos, estas nuevas evidencias suelen ser cada vez más sólidas tanto en sus premisas como en sus resultados, ofreciendo información a cada cual más interesante.
En primer lugar, quiero destacar el informe publicado por el FMI en el mes de octubre donde los autores del mismo llevan a cabo un análisis completo sobre las razones de la evolución de algunas variables macroeconómicas para varios países durante los años 2020 y 2021. De entre todas ellas se detienen con especial interés tanto en los salarios como en la inflación.
¿Cuáles son algunos de los resultados que obtienen? En primer lugar, lo que encuentran los autores, y en el estudio se señala como importante, es muy sugerente: el aumento de los precios (la inflación) y de los salarios no tuvieron la misma causa durante el inicio del episodio inflacionista. En particular, mientras los primeros pudieron aumentar, sobre todo en los Estados Unidos y en menor medida en Europa, por la repentina salida de la pandemia (gasto que desbordó una oferta incapaz de hacer frente a la demanda), los salarios lo hicieron por razones específicas de los mercados de trabajo sujetos a una tensión derivada precisamente por la razón anterior. Dicho en otras palabras, los salarios no han aumentado por la propia evolución de una inflación que amenazaba con reducir su capacidad adquisitiva, ni tampoco han sido su causa, por lo que, en consecuencia, la evolución de los precios no se debió al tibio aumento de las expectativas de inflación, las cuales no terminaron de desanclarse.
No obstante, y a pesar de ello, el propio informe centraba parte de su atención en la evolución en el tiempo de dichas expectativas. Así, el informe advierte, lógicamente, de un posible riesgo de que estas terminaran, finalmente, por reaccionar al alza creando por ello los tan temidos efectos de segunda ronda. Sin embargo, del mismo modo, señala el informe que si estas parecen no haberse desanclado ha sido gracias a las respuestas que los bancos centrales han dado, en particular su política de comunicación.
Finalmente, además, este informe habla de la idiosincrasia de este episodio de inflación. Así, argumenta que una caída de salarios en términos reales como se observa singularmente en Europa, reduce de forma considerable el riesgo de una espiral de inflación y, con ello, de una probable estanflación futura.
En cuanto a un segundo informe sobre inflación, en esta ocasión más centrado en Europa, y también publicado por el FMI (Regional Economic Outlook de octubre), el organismo descompone las causas de la misma aprovechando la heterogeneidad en la subida de los precios para los países del continente. Este análisis llega hasta agosto de este mismo año, por lo que su relevancia es indudable.
Este episodio está compuesto de elementos idiosincrásicos, particulares y que, una vez más, apoya la tesis de que las comparaciones con otros episodios de inflación son odiosas
Lo que este estudio revela es, en buena parte, lo que también ya sabíamos. En primer lugar, se centra en el efecto de la guerra de Ucrania y analiza cómo ha elevado el tono inflacionista a medida que el año 2022 discurría. Pero más importante, el informe indica que “la inflación actual no viene determinada por sus factores tradicionales”, en coherencia con el informe mencionado más arriba. Es decir, este episodio está compuesto de elementos idiosincrásicos, particulares y que, una vez más, apoya la tesis de que las comparaciones con otros episodios de inflación son odiosas.
Así, en un ejercicio de análisis de la inflación en los países más avanzados en Europa, los autores del informe encuentran que el aumento de la inflación se debió, en buena parte, a factores conocidos como la energía, la evolución de los precios de los alimentos, en parte impulsados por la guerra en Ucrania, o bien a factores aproximados por indicadores que los autores usan para captar la evolución de los precios, como la situación en el mercado de trabajo (menos desempleo generaría más inflación) o el papel de las expectativas. Sin embargo, buena parte de las diferencias entre los países quedaban por explicar.
Evolución de precios
Ante las dificultades de conocer la heterogeneidad en la inflación mostrada por el conjunto de los países, los autores proponen dos explicaciones complementarias. La primera, que es muy posible, citando a la actual presidenta del FMI, Gita Gopinagh, que los modelos de análisis de precios han sufrido un importante desajuste por las dos ultimas grandes crisis (covid y abrupta salida junto a la guerra) y que han podido modificar los fundamentos de la evolución de los precios (lo que nos remitiría de nuevo al primer estudio) y con ello a la incapacidad de los modelos tradicionales para capturar la fuerzas subyacentes que aproximen la evolución de la inflación. En segundo lugar, por las importantes diferencias en los indicadores usados entre países, como la medición del IPC y cómo los precios energéticos entran en este, o porque las proxis para medir el efecto del mercado de trabajo en la inflación (la tasa de desempleo) no es quizás la mejor en tiempos como los actuales.
En definitiva, cada vez sabemos más de la inflación que nos azota lo que nos permite poder pensar mejor en qué necesitamos para doblegarla. Sin embargo, esto no permite encontrar de forma rápida y concisa qué medicinas son las mejores. Algunas hemos probado, quirúrgicas, y otras de amplio espectro. Esperemos que a largo plazo descubramos que hemos acertado.
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