Desde La Moncloa y los medios afines se está intentando propagar la idea de que el comportamiento de la economía española es muy bueno y que esto supondría un punto fuerte a favor del Gobierno y en contra de la oposición. A sus promotores solo parece importarles que el elector se convenza de ello, con independencia de que sea más o menos incierto. Ya saben aquello de los hechos alternativos que popularizó Trump. Veamos qué puede decirse de las principales variables que se aducen como óptimas.
Para empezar, el crecimiento del PIB. El Gobierno destaca que superará el 5% en 2022 (eso sí, tras la reciente revisión al alza de datos pretéritos por parte del INE). Esto es cierto y, sin duda, nos colocará en los primeros puestos de la UE en este ejercicio. No obstante, hay un par de matizaciones que arruinan esa visión tan optimista. En primer lugar, España ocupa la posición 27ª entre los 27 miembros de la UE en cuanto a variación del PIB desde el trimestre previo al covid, y somos los únicos que no hemos recuperado aún aquel nivel. Por tanto, lo que hemos protagonizado en 2022 es un rebote, que además ha sido insuficiente. En segundo lugar, actualmente estamos muy cerca del crecimiento cero, con solo media décima en el tercer trimestre 22, algo que no será muy diferente en el cuarto, así como en el primero de 2023. Por tanto, yo no presumiría mucho.
Vamos con la inflación. El gobierno pregona que se ha reducido al 5,7% interanual y que es la más baja (o casi) de la UE. Innegable, más allá de que haya quien discuta alguna metodología de cálculo. Pero no se puede olvidar que se ha influido artificialmente en el índice con determinadas medidas de ayuda y sobre todo con el llamado tope al gas en la energía. Además, lo que no se puede olvidar es que la inflación subyacente -menos manipulable- está en el impresentable nivel del 7%, claramente por encima del 5,2% de promedio en la UE (también aquí hay fans del gobierno que dicen que habría que excluir más artículos de este índice y bajarlo). Así que, como se puede comprobar, hay variedad de lecturas y no conviene coger solo la que convenga, como hacen Calviño o Sánchez.
Lo realmente llamativo es que ese déficit no se haya reducido más. Y se debe al elevadísimo nivel de gasto desplegado
Hablando del tope al gas -que, en realidad, constituye un techo al precio de la electricidad- todos los días sale la ministra a presumir de lo que supuestamente se ha ahorrado con ello. Pero lo que no nos dice son sus consecuencias desfavorables: mayor consumo de gas, mayor nivel de emisiones, subida de la factura para los consumidores en el mercado libre y, lo peor, el regalo de centenares de millones de euros a Francia y otros países vecinos al poder importar electricidad a precio subvencionado.
¿Y el déficit público? También aquí se presume de su reducción hasta un nivel que en 2022 se situará probablemente entre el 4 y el 5%. Pero claro, solo faltaba… en un año con récord de recaudación por la inflación, en el que no se quiso deflactar la tarifa, y con la verborreica ministra de Hacienda poniendo nuevos impuestos a todo lo que se mueve. Lo realmente llamativo es que ese déficit no se haya reducido más. Y se debe al elevadísimo nivel de gasto desplegado, que aumenta en muchos puntos su peso sobre el PIB desde que se instalaron en la Moncloa.
En realidad, seguimos con un déficit estructural absolutamente impresentable (no muy alejado de esa misma cifra total de déficit) y con un nivel de deuda (del orden del 115% del PIB) que es uno de nuestros principales puntos débiles, tras ser el país que más ha aumentado esa ratio en la UE desde la pandemia (350.000 millones en la era Sánchez). Y lo peor es que, tras financiarla a bajo coste en estos años pasados por el favor del BCE, ahora nos cuesta cada vez más colocarla y el peso de los intereses en el Presupuesto aumentará con rapidez.
La evolución del empleo es mejor de lo que uno hubiera esperado en una crisis, pero también bastante menos optimista de lo que nos quieren hacer creer
¿Y las cifras de empleo? Eso sí que va muy bien diría alguno del Gobierno. Pero es harto conocido -ya hay incluso “memes”- el debate de los fijos discontinuos y los varios centenares de miles que cobran la prestación de desempleo, pero no cuentan como parados. Pero hay otro indicador más claro aún: el número de horas trabajadas, que crece mucho menos que las cifras de empleo. De esto poco habla la ministra. Así que creo que la evolución es mejor de lo que uno hubiera esperado en una crisis, pero también bastante menos optimista de lo que nos quieren hacer creer.
En fin, podríamos seguir, por ejemplo, con la lenta y manifiestamente mejorable gestión de los fondos que nos ha dado Europa, el Next Gen. O con la falta de reformas adecuadas para asegurar el crecimiento futuro e incluso las contrarreformas realizadas en algunos casos.
La realidad es que el mundo inversor está expectante en el último año de este gobierno. Si Frankenstein volviese a sumar y amenazase con otros cuatro años de intervencionismo, gasto desbocado y falta de seguridad jurídica, me temo que podría haber una falta de inversión empresarial importante, tanto nacional como internacional. Y nos iría todavía peor.
Pero la incertidumbre no se acaba ahí, porque la oposición no ha definido, hasta ahora, con claridad su alternativa económica. Las encuestas serias le pronostican una nítida victoria, así que empieza a ser urgente prepararla. Y la realidad es que se va a encontrar una herencia de Sánchez lamentable. Harán falta actuaciones dolorosas y, además, serán necesarias nada más llegar al gobierno porque serán más difíciles cuanto más tiempo pase. Veremos si hay una mayoría fuerte para afrontarlo.
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