Cataluña es una dictadura, insisto. Todos los resortes del poder político están en manos de personas que anteponen el poble o el “mandato popular” a la ley y la instrumentalización de las instituciones al juego limpio. Además, es un nido de corrupción, protegiendo al ladrón si es de los suyos. Aplaude la violencia que surge de sus filas, emplea el señalamiento público para estigmatizar a los opositores y miente constantemente. Dictadura, volvemos a insistir, y no democracia.
En ningún lugar con un mínimo de democracia podría un presidente inhabilitado judicialmente por desobediencia, que no por libertad de expresión o por ideología, seguir ocupando su cargo como si tal cosa a la espera de que la sentencia sea en firme. Siquiera por vergüenza del interesado o por la de sus correligionarios. Pero esto es Cataluña, la tierra del pensamiento sectario elevado a la categoría de dogma social, un lugar antaño próspero convertido por obra de los separatistas en un páramo donde escasean por igual moral y prosperidad.
Torra cree sinceramente -lo conozco bien - que es un perseguido, una víctima, un héroe
Torra no ha dicho qué hará - hablamos por lo escuchado en el debate de política este miércoles pasado – pero ya se intuyen cosas. Esquerra, su socio en el Govern, le pide que convoque elecciones como salida in extremis a la parálisis en la que vive la Generalitat. Se lo piden también las CUP, el PSC y los Comuns. Pero da igual quienes se lo reclamen, Torra vive recluido en su burbuja mágica en la que no puede permitirse, sic, que “el estado ponga y quite presidentes de la Generalitat”, citando a Puigdemont y a él mismo, como si el de Bruselas no fuese un cobarde que no ha querido dar la cara ante la justicia por sus actuaciones; actuaciones, digámoslo de paso, que serían juzgadas severísimamente en Suiza o Francia, por ejemplo, y ya no digamos en Alemania.
Nada parece hacer mella en quien escucha voces inaudibles para el común de los mortales, como si se tratase de Juana de Arco. Torra cree sinceramente -lo conozco bien - que es un perseguido, una víctima, un héroe. Puigdemont o Mas, en cambio, ejercen un calculado cinismo porque saben que son tahúres profesionales que solo aceptan la partida si es con las cartas marcadas. Tengo para mí que Torra se diferencia de ellos en que no ve más allá de la estelada, de los CDR – todavía le duele y no comprende cómo han podido llegar a increparle -, de su pueril ensoñación, de su empecinamiento en defender una idea podrida, la neoconvergente, mezclándola con el radicalismo cupaire, la perfidia republicana y los bolsillos nada honorables de algunos de sus ídolos.
"Eres un despropósito, como todo lo que te rodea"
Este jueves Torra estará en Madrid enfrentándose, según él, “A un estado instalado en la venganza que me quiere inhabilitar por haber defendido la libertad de expresión”. No, Quim, irás porque desobedeciste la más elemental norma electoral democrática, la que indica que las instituciones deben jugar limpio en los periodos electorales y no pueden posicionarse en favor de ninguno de los contendientes. Irás porque con risita de conejo pretendiste torear a la justicia, poniendo y quitando pancartas del balcón de la Generalitat por personas interpuestas, como Lluís Llach o Antonio Baños, por cierto, actual contertulio en la televisión pública de esa misma España de la que quiere marcharse. Irás porque te comportaste como un cateto, porque te olvidaste de que las instituciones son de todos y no solo de los tuyos. Has roto los vidrios del colegio a pedradas y ahora que te llaman del despacho del director aduces que te van a reñir porque te tienen manía.
Eres un despropósito, como todo lo que te rodea. Tirar piedras os parece fantástico siempre que, cuando escondéis la mano, nadie se atreva a pediros cuentas. Menos mal que los que sois como tu siempre podéis acudir a Sánchez por que ¿la fiscalía, de quien depende? Sin ese primo de Zumosol que habéis encontrado en la izquierda rencorosa o en la derechita acomplejada, qué poco habríais durado. No sois demócratas, solo sabéis imponer vuestra santa voluntad por acción o por omisión. Y a eso se le llama dictadura, aquí, y en la China popular, citando a Carod Rovira. Que ya es citar.
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