Hay una escuela de pensamiento según la cual perder las elecciones generales es harto difícil y requiere ejercicios de aproximación preparatorios que incluyen haber perdido las elecciones autonómicas y municipales. De ahí la importancia decisiva que tiene la secuencia conforme a la cual se convoquen los comicios a distintas escalas. Porque en este campo no se cumple la propiedad conmutativa de manera que el orden de los factores o, si se quiere, de las convocatorias, si altera los resultados de las urnas. Teniendo en cuenta, además, que todo cuanto ayuda a Pedro Sánchez en el logro de sus objetivos inmediatos -presupuestos generales del Estado, reforma laboral, arbitrariedad en la asignación de fondos europeos- le dañará cuando llegue la hora de pedir el voto después de haber perdido la calle.
Desde ese convencimiento de que son los gobiernos los que pierden las elecciones se entiende mejor el comportamiento del presidente del Partido Popular, Pablo Casado, decidido a ir ambientando la derrota del sanchismo. De ahí que haya impulsado a Alfonso Fernández Mañueco para que rompiera la coalición de gobierno en Castilla y León, sellada con Francisco Igea de Ciudadanos el 28 de junio de 2019, y procediera a poner las urnas el 13 de febrero donde se elegirán a los procuradores en Cortes castellanoleoneses. El propósito es visibilizar la debilidad del sanchismo infligiéndole un castigo, tamaño Ayuso, como el que relegó en Madrid al candidato, Ángel Gabilondo, primero auspiciado por Moncloa y después abandonado a su suerte, hasta una honorable tercera posición.
La suma de tres derrotas -Madrid, Castilla y León y Andalucía- dejaría al sanchismo en mala situación y estaría por ver si alguna otra comunidad con competencia para hacerlo se envalentona y convoca
Luego, para junio vendría la convocatoria de las elecciones autonómicas en Andalucía, donde los pronósticos son favorables a los peperos mientras los socios de Pedro andan a la greña. La suma de tres derrotas -Madrid, Castilla y León y Andalucía- dejaría al sanchismo en mala situación y estaría por ver si alguna otra comunidad con competencia para hacerlo se envalentona y convoca. En todo caso, Pablo Casado habría compensado con Mañueco y con Moreno la sombra que ha terminado por proyectar Isabel, con la que tan inútilmente se ha antagonizado de modo que, en vez de convertirla en un sumando, ha terminado coloreándola como una amenaza personal, incapaz como ha sido de advertir la curva de persecución que han de describir los líderes cuando se dirigen en todo momento hacia un objetivo -alcanzar el poder- que se desplaza. La fecha indeleble es la del 30 de mayo, domingo, en la que han de celebrarse las elecciones autonómicas de las Comunidades donde el Estatuto no atribuya esa competencia al presidente y las de los más de 8.000 municipios de toda España. Un mes después el 1 de julio empezará a contar el semestre de la presidencia rotatoria de la UE correspondiente a España en el que Pedro Sánchez se las promete muy felices. Veremos.
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