Opinión

Los dilemas de Netanyahu

Israel ha entrado en una nueva fase en la guerra de Gaza. No lo digo yo, lo dijo el sábado pasado el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant junto a Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa. Hasta ese momento el ejérc

Israel ha entrado en una nueva fase en la guerra de Gaza. No lo digo yo, lo dijo el sábado pasado el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant junto a Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa. Hasta ese momento el ejército israelí se había limitado a bloquear la franja y realizar bombardeos, pero habían postergado una invasión terrestre por la complejidad que trae aparejada. Pero desde fuera no podrán erradicar a Hamas, tendrán que hacerlo dentro con un número de efectivos elevado y exponiéndose a infinidad de riesgos y a más de un dilema.

El primer riesgo es la naturaleza misma de los combates. Gaza tiene una densidad de población muy alta, similar, de hecho, a la del centro de cualquier gran ciudad. Viven aproximadamente 6.500 personas por kilómetro cuadrado. La ciudad más grande es su capital, Gaza, que tiene medio millón de habitantes censados, pero no es la única. Al sur se encuentra Jan Yunis con más de 200.000 habitantes y, más al sur junto a la frontera con Egipto está Rafah, que tiene otros 200.000 habitantes. Entre medias la urbanización es continua, hay campos de refugiados y localidades de menor tamaño. En un lugar así, muchas ventajas con las que cuenta un ejército moderno como el israelí quedan parcialmente neutralizadas.

En Gaza manda Hamás desde 2007. Hace y deshace a su antojo, todo en el interior de la franja está concebido para la guerra. Los israelíes lo saben porque desde que abandonaron aquel territorio en 2005

Necesitarán exponerse a un combate urbano y eso implica dividir sus fuerzas. Los edificios en ruinas ofrecen oportunidades inmejorables para que pequeños grupos de milicianos se embosquen y establezcan puestos de vigilancia o sirvan de cobijo a los francotiradores. Esos mismos escombros sirven también para colocar trampas explosivas. La guerra urbana es una auténtica pesadilla. La historia da fe de ello. En la segunda guerra mundial la batalla de Stalingrado fue una batalla urbana agravada por el frío glacial de la estepa y la falta de suministros para los alemanes del 6º Ejército, que quedaron fatalmente embolsados allí. Más recientemente, durante la guerra de Irak, el ejército estadounidense se encontró metido en una ratonera en Faluya. Hubo dos batallas por aquella ciudad, ambas en 2004, la primera en abril, la segunda entre noviembre y diciembre. El ejército de EEUU perdió más de un centenar de hombres, muchos de ellos por artefactos explosivos. Eso generó una psicosis entre los soldados estadounidenses. Podía explotar cualquier cosa en cualquier momento y en cualquier lugar. La película En tierra hostil de Kathryn Bigelow trata eso mismo, sigue a una brigada de artificieros cuya misión es ir desactivando IED, siglas de “improvised explosive device” o artefacto explosivo improvisado, el terror de los marines en Irak o Afganistán.

Pero Faluya y Gaza no son exactamente iguales. Gaza es bastante peor. Los yihadistas en Faluya no eran muchos (no más de 3.000 o 4.000) y la mayor parte habían llegado a la ciudad desde otros lugares. En Gaza manda Hamás desde 2007. Hace y deshace a su antojo, todo en el interior de la franja está concebido para la guerra. Los israelíes lo saben porque desde que abandonaron aquel territorio en 2005 han hecho algunas incursiones y, si bien desconocen todo lo que hay, por lo que han visto se lo imaginan. Hamas, de hecho, lleva mucho tiempo preparándose para una gran incursión israelí y allí les están esperando. Sus cuarteles están repartidos por toda la franja, a menudo en edificios civiles como escuelas, almacenes e incluso hospitales.

En todo este tiempo han construido una inmensa red de túneles que según ha reconocido Hamás tiene más de 500 kilómetros de longitud. Quedémonos con el dato porque es desproporcionado. Lo llaman el “metro” de Gaza y no es mala comparación. Para que nos hagamos una idea, el metro de Londres, que es el más extenso de Europa, tiene 402 kilómetros, aunque, eso sí, no todo en túneles. El de Madrid, que es el segundo en extensión de Europa y que discurre mayormente bajo tierra, tiene 294 kilómetros. Seguramente se trate de una bravata propagandística de Hamas, 500 kilómetros de túnel generan mucho escombro que no se puede esconder, pero parece indudable que la red subterránea es extensa.

Esos túneles son perfectos para albergar polvorines, puestos de mando y, sobre todo, para desplazarse sin ser visto. Combatir en los túneles es una pesadilla. Los milicianos de Hamás pueden utilizarlos para aparecer detrás de las fuerzas israelíes, tenderles una emboscada o incluso capturar más rehenes. Israel ha intentado bombardear estos túneles, pero es difícil encontrarlos y destruirlos desde el aire. Lo mismo sucede con sus líderes. Israel quiere destruir a Hamás, lo que en la práctica significa acabar con sus cabecillas. Pero están resultando difícil dar con ellos. Pueden esconderse en túneles o mezclarse con la población civil. Algunos decidirán luchar, pero se trata de una organización con una cadena de mando bien establecida, por lo que tratarán de proteger a sus comandantes ya sea ocultándolos o sacándolos de Gaza por cualquier medio.

Los que de verdad deciden no están en Gaza, en la franja tienen a los prescindibles, el que importa algo dentro del organigrama de la banda ya está fuera: en Qatar, en Turquía o en el Líbano donde las autoridades no les ponen pegas

No es la primera vez que Israel intenta eliminar a los líderes de Hamás. En ocasiones incluso lo ha conseguido. Pero siempre eran operaciones quirúrgicas con mucha planificación por detrás y que llevaba su tiempo efectuarlas. Incluso si los israelíes consiguen hacerse con el control de la capital y limpiarla de terroristas, el centro y el sur de la franja quedaría libre para que se escondiesen allí. Pero es que los que de verdad deciden no están en Gaza, en la franja tienen a los prescindibles, el que importa algo dentro del organigrama de la banda ya está fuera: en Qatar, en Turquía o en el Líbano donde las autoridades no les ponen pegas.

Luego está el problema de los rehenes, 230 en total, que permanecen en manos de los terroristas y que no sabemos cuántos de ellos siguen aún con vida. Esto complica aún más las cosas. Un edificio donde se esconden los cabecillas de Hamás también puede tener rehenes en su interior. Lo mismo con un túnel donde almacenan armas, municiones y combustible. Junto a eso puede haber estancias donde retengan a los rehenes cautivos. Si atacan los túneles podrían matar a los rehenes. Todo un dilema. Los terroristas de Hamas son unos expertos en el uso de escudos humanos. Si se valen de su propia población civil, de niños y ancianos completamente indefensos, ¿qué no harán con unos rehenes capturados en Israel? Hamás ha amenazado con matarlos en respuesta a los ataques israelíes. Hasta donde sabemos, todavía no lo ha hecho, pero podría hacerlo en el futuro.

El ejército israelí también debe tener en cuenta a los civiles palestinos. Se trata, a fin de cuentas, de un Estado democrático, no de sanguinarios terroristas. No sabemos cuántos civiles han muerto. Según Hamas son más de 7.000, pero este número no ha sido verificado por nadie así que hay que tomarlo como lo que es, una información interesada que sale de una organización terrorista. Los muertos civiles en Gaza indignan a la comunidad internacional. Hamás sabe que tiene muchos amigos ahí fuera dispuestos a repetir sus consignas. En otras ocasiones han sido las víctimas civiles las que han obligado a Israel a detener sus operaciones en la franja. Esta vez los israelíes están especialmente furiosos por la matanza del día 7, una matanza de civiles, por lo que es posible que vayan más lejos. En Gaza hay otro problema añadido y es que la línea entre los civiles y los terroristas es muy fina. Es habitual que los terroristas se confundan entre la población civil. El mismo tipo que empuja pacíficamente por la mañana una carretilla con escombros, esa misma tarde está disparando con un arma de asalto a las unidades israelíes.

La Casa Blanca apoya públicamente a Israel, pero también le ha pedido mesura. No quieren ver demasiadas víctimas civiles en Gaza y que eso termine por incendiar toda la región

Aunque esta vez se sienta más autorizado, lo que no puede ignorar Netanyahu es el impacto de esto en el extranjero. Está todo el mundo mirando. Los países árabes vecinos no ven con buenos ojos a Hamas, al menos sus líderes, pero la población observa el sufrimiento de los civiles y se solidariza con ellos. Esto lo pudimos ver hace un par de semanas tras la explosión en el aparcamiento del hospital. Hubo manifestaciones multitudinarias en todo oriente próximo, incluso en países “amigos” como Egipto o Jordania. Uno de los objetivos de Israel es normalizar las relaciones con el resto del mundo árabe a través de los acuerdos de Abraham. No puede poner en peligro ese marco que tanto esfuerzo le ha costado conseguir.

Pero aún más importante es cómo ven esto en EEUU. La Casa Blanca apoya públicamente a Israel, pero también le ha pedido mesura. No quieren ver demasiadas víctimas civiles en Gaza y que eso termine por incendiar toda la región metiéndoles en problemas a ellos. Sus temores están bien fundados. Hezbolá ha amenazado con atacar desde el norte, el malestar está creciendo en Cisjordania, los hutíes de Yemen han lanzado misiles contra Israel y varias bases estadounidenses en Oriente Medio. Si esto escala el incendio tendrá que apagarlo Estados Unidos, algo que no desea hacer.

Un rompecabezas endemoniado

Por último, si consigue ocupar y pacificar toda la franja, Netanyahu se encontrará con otro dilema. Una vez Hamas esté fuera de la ecuación, ¿quién ocupará su lugar? La ANP está muy desprestigiada y controla Cisjordania a duras penas. Si colabora con Israel su crédito entre los palestinos menguará. Tampoco se puede contar con Egipto ya que no tiene interés en administrar Gaza. Pero la otra opción, la de propinar un golpe duro a Hamas y marcharse como han hecho otras veces, es casi peor. Hamas resurgirá, esta vez con un puñado de mártires nuevos a los que glorificar. Las encuestas nos dicen que Hamás no es especialmente popular dentro de Gaza, pero también nos dicen que Mahmoud Abbas y Fatah lo son aún menos.

En fin, un rompecabezas endemoniado el que se le presenta a Netanyahu. Tiene por delante tal cantidad de desafíos y dilemas que haga lo que haga se encontrará metido en nuevos problemas. De lo grandes que sean esos nuevos problemas dependerá los diferentes cursos de acción que vaya tomando. Eso sí, si algo parece claro es que esto va para largo.

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