Llevan tiempo, los socialistas y sus corifeos, manejando cifras positivas sobre la marcha de la economía, que, sin ser necesariamente falsas, se caracterizan -todas ellas- por ser parciales, coyunturales y descontextualizadas. Pero si levantamos la vista para ver más lejos y además profundizamos en la realidad, podemos aplicar el viejo refrán: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.
En la crisis financiera anterior España fue el país que más se retrajo, un 13% acumulado entre 2009-2015 y el que más años tardó en recuperar su renta per cápita previa: seis años frente a uno de Alemania y dos del resto de países ricos, con la excepción de Italia con tres.
El principal autor de aquella lamentable hazaña fue Zapatero, en cuyo mandato la renta per cápita –en $ constantes 2010- pasó de 31.059 $ a 29.264$. Para Jordi Maluquer, en su España en la economía mundial (2016), “la peor trayectoria española corresponde al periodo 2007-2014, con una caída media anual de la renta per cápita del 1,47%, frente a los siguientes peores periodos: 1929-1935 con un 1,30% y 1935-1950 con un 1,06%”.
Para que no queden dudas de ¿quién es quién? durante las últimas décadas de la economía española, en el cuadro se pueden observar las tasas de crecimiento de la renta per cápita de España y la UE. En el periodo considerado, los distintos gobiernos, aun cosechando resultados dispares todos consiguieron logros positivos, mejores y peores. Zapatero y Sánchez han sido los únicos gobernantes que han cosechado siempre, sin una sola excepción, derrota tras derrota en la competición por el crecimiento económico. Si con la crisis del 2008, Zapatero logró que España tuviera el peor comportamiento de la UE y la OCDE, con el COVID, Sánchez repitió el fracaso: entre 2020-2022, España fue el único país de la UE con crecimiento acumulado de PIB negativo.
Sánchez, en el tiempo que lleva gobernando y tras la recuperación lograda por Rajoy, ha conseguido un crecimiento acumulado de la renta per cápita minúsculo con una media anual ¡diez veces! inferior a las registradas en todas las etapas previas de gobierno, sin contar con el simpar Zapatero. Pero comparados con la UE, incluso lo ha batido, hasta situarnos por debajo del 80% de su media; algo inaudito desde los años 60 del pasado siglo. El socialismo español del siglo XXI, nos ha alejado -a medias entre Zapatero y Sánchez- de Europa a una velocidad inusitada, camino de Argentina, cuya trayectoria económica llevamos tristemente replicando sin cesar.
El crecimiento acumulado del PIB entre 2019 y 2023 ha sido del 3,3 % frente a una media del 5,67% de la UE:
La renta disponible ha sufrido un retroceso de 20 años: de los 19.800 € de 2008 hemos pasado a 19.200 en 2023.
El poder adquisitivo, en el periodo 2018-2022 ha disminuido un 5,5% frente a un aumento del 1,3% de la UE.
En materia de empleo, los datos no pueden ser peores:
Antes de 2008, al menos siete países tenían más desempleo que España; desde 2021 somos solitarios líderes de la UE y de OCDE.
Desde 2010 siempre hemos más que duplicado la media de la UE, incluso con más empleo público que privado y el reciente -y bien conocido- falseamiento estadístico del gobierno.
La productividad -palabra tabú para el Gobierno- ha descendido en lo que va de siglo un 7,3%; el peor dato de todos los países de la OCDE, con EEU en cabeza con +16,5%.
La presión fiscal, en el periodo 2019-2022, aumentó 14,5 veces más que la media de la UE: un 2,9% del PIB frente a un 0,2%, mientras que los países más ricos la reducían. Nuestro esfuerzo fiscal -presión fiscal versus per cápita- es un 17,8% superior a la media de la UE. En el ranking de competitividad fiscal de Tax Foundation, España que ocupaba la posición 23 en 2019, había descendido en 2022 once puestos, hasta el 34 entre 38 países. El peor comportamiento registrado.
La deuda pública, en vez de disminuir con el exorbitante aumento de los impuestos, ha seguido creciendo. Desde 2007, España, es el país que más la ha aumentado -UE & OCDE- sobre el PIB: 2,6 veces. Si en el 2007 equivalía a un 38% del salario medio, en 2022 superó el 110%.; el socialismo del siglo XXI la ha multiplicado por tres, algo sin precedentes en el mundo civilizado. Somos el cuarto país de la UE que mayor coste paga por sus deudas, junto con Italia, Hungría y Grecia: 40.000 millones de euros para 2024, el doble que en 2010.
El crecimiento exponencial de las pensiones generado por Sánchez es insostenible, mientras que las subvenciones públicas, que en la UE descendieron un 35% tras el COVID, aumentaron en España un 20%.
El sector exterior, que venía produciendo magníficas noticias en balanza de pagos e inversión directa extranjera, también está empeorando con los gobiernos de Sánchez; solo se salvan las exportaciones.
La inversión pública se sitúa un 55% por debajo de 2009, incluso con los fondos Nueva Generación de la UE y la privada se encuentra 3 puntos por debajo del nivel prepandemia, y mostrando un estancamiento en los últimos tres años. A finales de 2023, la Formación de Capital Fijo por persona en edad de trabajar se situó en 2.217 euros, un 5,3% menos que en 2001. Por el contrario, en la UE27 alcanzó los 3.282 euros, un 35,6% más que en 2001 y un 48,0% más que en España.
Los datos citados explican nuestra baja productividad y junto con la sobrepresión fiscal y el creciente deterioro de nuestra calidad institucional, los pésimos datos de crecimiento económico obtenidos por el socialismo del siglo XXI.
Las políticas del actual gobierno han dado lugar a muy significativos episodios contra el desarrollo de la función empresarial, lo que se refleja en los datos de creación de empresas: si con Rajoy se crearon 17.788 cada año de su mandato, con Sánchez la cifra se ha reducido a 2.498; siete veces menos. Entre 2018 y 2023 desaparecieron 15.000 empresas. La presión fiscal empresarial española supera en nueve puntos la de la UE.
Los trabajadores privados suman una cifra equivalente a la suma de pensionistas, empleados públicos y desempleados. Unos datos cada vez más argentinos.
A todo ello hay que sumar la emigración de ¡centenares! de miles de jóvenes profesionales -algo nunca acontecido antes- rumbo a otras naciones europeas, en busca de puestos de trabajo acordes con sus cualificaciones profesionales, cuando aquí podrían y deberían mejorar nuestra productividad. ¿Alguien ha escuchado alguna vez a la sonriente ministra de trabajo hablar de esto?
El persistente deterioro de nuestra economía, ampliamente mostrado con datos tan elocuentes como incontestables , se encuentra, a su vez, relacionado con un creciente quebranto institucional y un cuestionamiento del Estado de Derecho, incluida nuestra Constitución, que se realimentan cada vez más peligrosamente, hasta generar una imagen internacional de incertidumbre y desasosiego, que amenaza nuestro futuro.
A la sociedad española se le están agotando los plazos para evitar la irreversibilidad de las malas noticias que se han reseñado. Los años electorales son propicios para presumir de logros y hacer promesas, pero cada vez es más evidente, e incluso patética, la distancia que separa lo que se dice y lo que de verdad sucede.
Ahora solo hace falta que los electores se den cuenta de ello y actúen en consecuencia.
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