Colau tiene que ponerse delante del negro en el Juzgado de Instrucción 21 de Barcelona el cuatro de marzo. Está imputada por prevaricación, fraude en la contratación, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias y negociaciones prohibidas. Presuntamente, habría dado un pastizal en subvenciones a entidades afines a lo suyo. La cosa canta como una calandria. Al observatorio DESC, el invento de Jordi Borja en el que Colau veló sus primeras armas; la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, donde la alcaldesa logró una importante plataforma mediática para dar el salto a la política que siempre negó que daría; la Alianza contra la Pobreza Energética, Ingenieros sin Fronteras y suma y sigue. Aunque Fiscalía decidió archivar el tema, qué cosas, el juez ha decidido reabrir el caso que comenzó a instancias de la querella presentada por la Asociación para la Transparencia y la Calidad Democrática.
Hasta aquí la cosa judicial. Pero, ¡ah, amigo!, resulta que la formación de Ada Colau, Barcelona En Comú, tan austera, terrible, tan fustigadora de castas, tiene un Código de conducta. En su artículo 3.6 dice “Cualquier cargo debe presentar su dimisión inmediata a la que sea imputado por delitos relacionados con la corrupción, prevaricación, tráfico de influencias, enriquecimiento injusto con recursos públicos o privados, soborno, malversación o apropiación de fondos públicos ya sea en interés propio o para favorecer a otras personas”. Redactado a la medida del asunto que nos ocupa.
¿Y Colau que dice? Pues que de dimitir nada, que fiscalía ya había archivado la cosa, que colaborará con la justicia, que aportará la documentación que sea precisa y que siguiente tema. Ciudadanos y PP le han exigido que cumpla su propio código ético, ya que no cumple la legislación vigente en tantas cosas. Su socio de gobierno, ese inefable partido socialista de Pin y Pon, calla como una puerta.
Sin dar explicaciones
Colau sabe que no le van a pedir explicaciones, si acaso habrá alguna leve gesticulación de cara a la galería. Se habla mucho de cómo tiene cogido a Sánchez por los pelendengues el separatismo, pero muy poco de como los podemitas están incrustados en el gobierno hasta el punto de blindar a Colau. ¿Se imaginan que esto le sucediera a Almeida? ¿Qué estarían diciendo los sociatas si el alcalde de Madrid hubiera dado subvenciones a casco porro a asociaciones a las que hubiera pertenecido? ¿Sería motivo para romper, sí o no?
En Barcelona es evidente que no. Y esto es así porque los del PSC, que tontos tampoco son, argumentan que Colau es el mal menor – bueno, también decía eso Monsieur Valls y ya ven como terminó su aventura – y que si la hacen caer vendría Ernest Maragall a hacerse con la poltrona. Y como es de Esquerra, nada. De verdad, ¿alguien se cree esa pamema? ¿El socialismo y el separatismo andan dándose besos con lengua y sustracción de apéndice desde el inicio de esta legislatura y ahora pretenden hacernos creer que, uy, que malo si Maragall es alcalde?
¿No será que al PSC, especialmente Iceta, Maragall les toca un pie por ser quien es y porque, y no soy sospechoso, sabe más del ayuntamiento él solito que todo el PSC junto? Pues eso, que Colau no dimite porque no le sale del Instagram, porque sus socios tragan con lo que haga falta con tal de no perder despachito y cargo y porque a todos, unos y otros, Barcelona les importa una defecación de caprino en solar desértico. Eso es.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación