Opinión

Diputados y diputadas, S.A.

Como tantos españoles me pregunto una y otra vez qué hay dentro de la cabeza de un diputado o una diputada socialista en estos momentos. Qué en su mirada, cuando a primera hora de la mañana el espejo le devuelve el reflejo de sus ojos, la rigidez de su

Como tantos españoles me pregunto una y otra vez qué hay dentro de la cabeza de un diputado o una diputada socialista en estos momentos. Qué en su mirada, cuando a primera hora de la mañana el espejo le devuelve el reflejo de sus ojos, la rigidez de su boca, la amplitud de su frente mientras escucha la radio matinal. Me pregunto, por la manía de preguntar más que nada, que les dirán a sus hijos estos diputados socialistas cuando llegado el caso hayan de explicarles lo importante de la palabra dada, la defensa de las convicciones, la fortaleza natural de las ideas propias que no cambian ni cambiaran por nada y menos porque su jefe te lo ordene, y menos porque te haga falta un salario. También me pregunto cómo son capaces de asumir este errático tráfago ideológico en el que el lenguaje se pervierte, las palabras tiritan y el pensamiento siempre es gaseoso. ¿Lo que Sánchez diga? Lo que Sánchez diga.   

Hago por imaginar el momento en el que un diputado socialista, quizá mientras se hace el nudo de la corbata, escucha a ese cabrón de la radio al que detesta pero que no puede dejar de escuchar, que en ese mismo momento le está recordando aquello de Churchill: Tuve que cambiar de partido para no cambiar de ideas”. Con la americana puesta, dispuesto a empezar el día llega a su cabeza la primera idea reparadora que le ayudará a pasar la jornada: Somos el partido que más se parece a los españoles, se dice así mismo una y otra vez sin reparar - ¡para qué!-, que su partido no ha ganado las elecciones. Otra mentira. Una más. Estamos entrenados, piensa. Y sigue: Si hemos digerido la reforma del Código Penal, un gobierno con la extrema izquierda dentro, el borrón de la sedición y la malversación, otra vuelta en la tuerca no es tan importante. Total, años diciéndonos que España se rompe y ese día no llega. Esta derecha…Que dejen de marearnos, que en Extremadura manda una que ha dicho que su palabra es menos importante que Extremadura...Lecciones ni una. La mentira es hoy un cambio de opinión, y nunca fue castigada en las urnas. ¿Nos van a castigar ahora?

Me pregunto también si a nuestro diputado, o diputada, le resulta tan rentable este espectáculo, este ensordecedor silencio ovejuno en el que se aplaude una cosa y la contraria. En el que se niega la amnistía pero se acepta después porque ahora hace falta un pacto de Estado. ¿Un pacto de Estado, cuando el 49% del Congreso está en contra? Por eso es de agradecer la sinceridad de Assens, Bardón o la señora Díaz que no esconden que la amnistía es irremediable si quieren gobernar y mantener sus puestos de trabajo.

Cierto, lector amigo, me ha costado entenderlo; lo he discutido con amigos bien informados. Me he negado a creer que estos movimientos sólo se explicasen por la necesidad perentoria de mantener unos puestos de trabajo a unas decenas de fámulos de política bien pagados. Ya no. Hasta aquí. Creo que va de eso.  ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hartos de tanto requilorio que pretende crear el ambiente necesario en el que el personal vaya tragando la amnistía de los prófugos delincuentes catalanes que sólo Sánchez y los que le acompañan en el Congreso aceptan

Hartos, o muy hartos, de esta historieta que nuestra precariedad con las palabras llama relato y no lo que es, una gran traición al pueblo español, a la Justicia, al mismo Rey que los amigos de Sánchez llaman Jefe del Estado como si fuera Franco, vaya. Hartos de la conllevancia con una parte de Cataluña que desea cambiar el mapa de España sin contar con el resto de los españoles, que de eso va lo que pide el de Waterloo y acepta el de la Moncloa. Y hartos de tanto requilorio que pretende crear el ambiente necesario en el que el personal vaya tragando -bien por aburrimiento, bien porque asuma que aún podemos estar peor-, la amnistía de los prófugos delincuentes catalanes que sólo Sánchez y los que le acompañan en el Congreso aceptan.

Si lo que ayer era imposible hoy no lo es; si lo que antes era delito y ahora empieza a ser una necesidad; si hace unos meses un Sánchez borracho de retruécanos y pleonasmos nos prometía que traería a Puigdemont a España para que fuera juzgado, pero ahora manda en Falcón a la señora Díaz para que se haga fotos con el delincuente, sobarle el lomo y reírle las gracietas. Venga, acicalada señora, más  somriures i somriures. En cualquier país normal -y ya no sé qué es eso-, alguien habría llamado a esa señora vicepresidenta del Gobierno por la gracia de Pablo Iglesias para preguntarle por qué se hace fotos con un delincuente, pero sobre todo para que nos contara qué es lo que le hacía tanta gracia cuando afloraban sonrisas y carcajadas. Mejor no saberlo. Mejor que no nos lo digan. 

El trigo que se come el rucio son los derechos de usted y los míos, mientras se va cociendo un gobierno apoyado por burgueses y ricachones, curas, carlistas, tochos politicastros vascos y catalanes al que llaman “progresista”

La mistificación es sólo una palabra suavizada y pervertida por la ignorancia de un pueblo en su mayoría ágrafo y desinformado que se conforma con la ilusión de ir a votar. Sí, es tal y como Savater afirma: vuelta la burra al trigo, pero, eso sí, el trigo que se come el rucio son los derechos de usted y los míos, mientras se va cociendo un gobierno apoyado por burgueses y ricachones, curas, carlistas, tochos politicastros vascos y catalanes al que llaman “progresista”. Pobre Amando de Miguel, qué poco se leyó su libro “La perversión del lenguaje”. Habría que tener mucho valor leerlo ahora con la está cayendo.

La experiencia nos dice que la única forma de crecer consiste en limitarse. Hoy los diputados que no sean catalanes y vascos saben -porque lo saben-, que su mano, ahora solo sospechosa, pulsará el botón que haga a Sánchez presidente y a ellos les garantice un sueldo por cuatro improbables años. Y saben también que ese voto hará   que la igualdad que tanto invocan sea sólo una idea, pero no una aspiración. Los diputados socialistas tienen otra visión más pragmática y menos compleja que ha cambiado las prioridades de la ideología que una vez creyó irrenunciable la defensa del interés general. Democracia, libertad, igualdad, palabras hoy pervertidas que un día fueron sagradas. Pero eso fue en otro tiempo. Y quizá en otro país que ya no existe.

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