Andan de nuevo los medios alertando sobre los peligros de la denominada inteligencia artificial. “Pronto será imposible distinguir la verdad de la mentira”, nos dicen. El debate lo ilustra una portada: la imagen abiertamente falsa -y, por tanto, no falsa- de Yolanda Díaz y Pablo Iglesias caminando con una sonrisa extraña y una actitud amistosa.
Pongamos un poco de contexto. La imagen la fabricó una empresa llamada United Unknown. Así se definen en su web: “Guerrilla visual, creadores de vídeos e imágenes de humor y sátira política. United Unknown es un colectivo fundado en 2010, que utiliza el activismo visual y la sátira política como arma de subversión masiva”. Han generado proyectos, añaden, para El Terrat, Mediapro o TV3 entre otros; es decir, bastante well known.
Leer la explicación sobre los mimbres del proceso es una experiencia ciertamente cómica: 48 horas y 600 fotos para generar cuatro imágenes falsas, pero, afirman, verosímiles. Junto a la letanía sobre la dificultad para distinguir la verdad de la mentira suele aparecer también frecuentemente una segunda alerta: la inteligencia artificial será responsable de destruir, por inútiles o ineficientes, muchos puestos de trabajo. Tal vez en algunos campos, pero en el de la manipulación y el engaño, tareas delicadas, no hay nada como un grupo de humanos con experiencia. Al PSOE le bastó una carta amenazante para regenerar el relato sobre la salvaguarda de la democracia durante las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid. Reyes Maroto posó con una foto de un cuchillo -que en realidad era una navaja-, Adriana Lastra gritó en un mitin que el fascismo no iba a pasar -en realidad fue un hombre con esquizofrenia-, y la mismísima Yolanda Díaz, que estaba ese día por La Sexta, se llevó las manos a la cabeza teatralmente aunque sin salir en cámara -en realidad sí salió en cámara-; 48 minutos y una imagen cutre fueron suficientes para generar un relato político con el objetivo de condicionar unas elecciones.
Dos inteligencias, la humana y la artificial -que también es necesariamente humana- frente a frente. Guerra de tautologías y autorreferencias
Las alertas sobre la posibilidad de que esta especie de wikipedia rápida que copia y pega se convierta en un Terminator que nublará nuestro juicio y nos mandará al paro han coincidido con una entrevista cortísima a la ministra de Trabajo. Dos inteligencias, la humana y la artificial -que también es necesariamente humana- frente a frente. Guerra de tautologías y autorreferencias. “Yolanda Díaz reacciona a 20 personajes del panorama político y económico español”. Aparece Nadia Calviño: “Una economista”. Irene Montero: “Una política”. El rey de España: “El rey de España”. La profundidad de las reacciones es ciertamente estremecedora. Con los amigos la extensión aumenta un poco. Zapatero, “Una gran persona”. Anguita, “Lo admiré mucho”. Mónica Oltra, “La quiero mucho”. También con los normativamente indeseables. Feijóo: “El pasado”. Ayuso: “El ruido. La nada”. Abascal: “El odio”.
La inteligencia se puede definir de distintas maneras, pero en el fondo no es mucho más que un sistema de conexiones rápidas. Cuando escucho a Yolanda Díaz se me activa a veces una conexión concreta, en la que se unen ella y Abascal.
Una de las presentadoras de Buenismo Bien, programa de La Ser, lanza un tema que al parecer tratan mucho en el programa. Le dice a Díaz que Santiago Abascal “está bueno”. “¡Ay Dios, no, por favor, no! Yo no me enrollaría con un hombre así en la vida”. La inteligencia artificial de ChatGPT, que al fin y al cabo es la inteligencia humana, sabe que la misma respuesta en boca de un político sobre Díaz habría dado lugar a un escándalo. Conexiones automáticas: machismo, patriarcado, política tóxica, invisibilización, sexualización. La de Díaz, inteligencia contenida y mujer liberada, fue una respuesta sana.
Pero me estoy desviando. Estábamos con la campaña de concienciación de la prensa sobre la dificultad para distinguir la verdad de la mentira; dificultad futura, y por culpa de la inteligencia artificial, nos cuentan. Es para empezar a reírse y no terminar hasta que lleguen los robots. Al mismo tiempo que United Unknown generaba una imagen paradójicamente falsa y verdadera -Eubúlides lo hizo mucho antes-, el CIS lanzaba su último barómetro. Podemos protestó contra la manipulación más reciente de esta inteligencia campechana, oficialmente humana y con vocación de servicio público, porque esta vez eran ellos los que salían perdiendo.
El intento de asesinato no era redactado ni siquiera como “suicidio ampliado”, hallazgo reciente del periodismo comprometido con la mentira política; era una mera caída
También al mismo tiempo, la misma prensa que se lleva las manos a la cabeza por las dificultades epistemológicas que nos planteará lo artificial puso en circulación una imagen falsa, verdaderamente falsa, sin darse cuenta de que lo era. Si en El País teníamos a una ministra española ligera de ideas, en Francia iba a aparecer una ministra francesa ligera de ropa en la portada de Playboy. La foto que acompañaba la mayoría de las noticias era un montaje, pero ante todo era sugerente, y pocos de nuestros guardianes fueron capaces de resistir la tentación.
Cuándo ha sido esencial distinguir la verdad de la mentira, habría que preguntarse. En algunos temas, lo esencial es no hacerlo nunca. “Una mujer se precipita con su hija de cuatro años desde un quinto piso en Avilés”, nos decía la última noticia de la semana. El intento de asesinato no era redactado ni siquiera como “suicidio ampliado”, hallazgo reciente del periodismo comprometido con la mentira política; era una mera caída. Muchos medios daban además otro dato fantasma: la mujer había sido “víctima de violencia de género”. La inteligencia artificial podría haber proporcionado imágenes generadas automáticamente de hombres agrediendo a mujeres para enriquecer el relato. A la inteligencia natural del periodismo le bastó con añadir este elemento en el primer párrafo, que sirve para reforzar el dato, aunque en realidad lo destruya: “Al parecer, la mujer había presentado varias denuncias por violencia de género contra su expareja”.
Todo este debate impostado termina con un titular -este sí- escalofriante, publicado hace hoy una semana y que generó mucha menos alerta que los garabatos de unos cachondos: “Todos los ordenadores del Gobierno de Canarias tendrán instalado un corrector de lenguaje inclusivo”. ¿Cómo conseguiremos distinguir la verdad de la mentira? Fácil: la inteligencia humana hará el trabajo por nosotros, corregirá la realidad cuando proceda y nos dirá cuál es cuál mediante el etiquetado oficial. Lo de Canarias es sin duda un gran paso que agilizará aún más el proceso.
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