Opinión

Djokovic habla siete idiomas y Alcaraz dos (y uno, mal)

Las lenguas no son artículos de colección ni materiales de exhibición, sino herramientas para la comunicación. Cuando no son necesarias nunca acaban de aprenderse

Djokovic y Alcaraz sobre la pista de Wimbledon
Europa Press

Novac Djokovic habla siete idiomas. ¿Es más listo el serbio que Carlitos Alcaraz que solo habla español e inglés, y este último no muy bien? Diré, anticipando la conclusión, que un principio elemental en el aprendizaje y posesión de las lenguas es la necesidad. El niño aprende sin esfuerzo las que necesita, el adulto también, si le hacen falta, y en la medida en que le haga falta. Lo difícil, casi imposible, es aprenderlas cuando es fácil prescindir de ellas.

Además de su lengua materna, el tenista serbio ya sabía inglés, alemán e italiano a los 16 años, idiomas que necesitó porque salió de su país a una edad temprana y averiguó por sí solo que la lengua de su madre no era la única. Luego aprendió español y portugués con sorprendente fluidez. Lo hizo también porque se encontró en situaciones que lo propiciaban. Y completó el palmarés con el francés. Lo demuestra año tras año cuando lo entrevistan en Roland Garros.

La lengua de los serbios no cruza fronteras. El deportista sacó pecho en sus viajes por Europa, América y Oriente Medio, el resto lo añadió la predisposición receptiva hacia las lenguas, propia de los hablantes que tienen como nativa una lengua con fronteras. Djokovic tiene habilidad para los idiomas y también una fuerte y recompensada voluntad para hacerse entender allá donde va porque sus viajes son frecuentes y su voluntad tan enérgica como su raqueta. Carece, está claro, de ese espíritu pusilánime del futbolista que manifiestó con orgullo que solo sabe catalán, que traducido a román paladino quiere decir que por fortuna no habla castellano.

Si exceptuamos a esos catalanistas rudimentarios, reconoceremos que nunca como ahora dispusimos de accesos tan eficaces al aprendizaje rápido de lenguas, y si a eso añadimos la disciplina y voluntad del serbio, todo se entiende mejor

En los ambientes de lenguas con fronteras como el serbio se considera sabia a la gente en función de los idiomas que conoce, y se aprecian los esfuerzos por aprender otras lenguas y usarlas con oportunidad. Eso no sucede en Cataluña, claro, donde son aclamados los monolingües de catalán como si fueran héroes. Si exceptuamos a esos catalanistas rudimentarios, reconoceremos que nunca como ahora dispusimos de accesos tan eficaces al aprendizaje rápido de lenguas, y si a eso añadimos la disciplina y voluntad del serbio, todo se entiende mejor.

Añadiremos, porque conviene a nuestro razonamiento, que Djokovic, no habla polaco porque nunca tuvo la necesidad de utilizarlo, ni búlgaro, ni siquiera ruso a pesar de la estrecha relación entre el pueblo serbio y Moscú, ni otras lenguas vecinas como el griego o el rumano porque en su carrera han sido lenguas innecesarias.

El acento de Nadal

El caso de Alcaraz es otra cosa. El gran tenista murciano ha mejorado notablemente su manejo del inglés que recibió en el instituto. Lo aprende en lecciones particulares y lo cultiva en sus salidas al extranjero. El propio tenista lo explica así: "Mi inglés es algo en lo que estoy trabajando, quiero hablarlo perfectamente. Cada vez que tengo la opción de hablar en inglés con alguien en entrevistas o lo que sea, intento hacerlo lo mejor que puedo". Es el camino opuesto al de los deportistas adoctrinados en el catalanismo, que intentan hablar español lo peor que pueden. Claro que no me refiero a todos. Por eso, porque lo necesita, Alcaraz quiere mejorar su inglés, y dejará de decir ‘a lo’ en vez de ‘a lot’, y de pronunciar la t dental de to, y no alveolar como exige la norma inglesa. De cualquier manera, el murciano hila mejor que Nadal, si bien nadie le reprocha al mallorquín su acento porque el inglés es una lengua tan variada en tonos que suelen los hablantes mostrarse respetuosos y permisivos con las dificultades articulatorias.

La facilidad de los africanos

Carlos Alcaraz es joven, pero ya ha empezado a cristalizar esa parte del cerebro donde se alojan las lenguas. Estaría más esponjosa si con 16 años la hubiera entrenado con dos o tres lenguas. No podemos compararlo ni con los deportistas de los países nórdicos, que maman el inglés de niños, ni con el serbio, obligado a mantener el cerebro esponjado. El futbolista belga de origen congoleño Romelu Lukaku, delantero en el Chelsea, tiene la flexibilidad cerebral para las lenguas propia del plurilingüismo africano. Habla ocho idiomas, entre ellos inglés, alemán, español y portugués. El último en instalarse ha sido el italiano, que lo añadió cuando jugaba en el Inter de Milán. Ya estaba él preparado para recibirlo. Su idioma materno es el francés, creció en holandés (allí llamado flamenco) y con su familia del Congo habla lingala.

Como la capacidad políglota de los africanos es ambiciosa, pues necesitan compensar la estrechez de sus lenguas nativas, también son ocho las lenguas el gambiano-noruego Pa-Modou Kah, que ejerce como entrenador en Canadá. El wolofo y el árabe se lo trajo de Gambia, el noruego, sueco y holandés se instalaron sin esfuerzo y el holandés, francés, inglés y alemán llegaron con los cambios de club.

Tener el bosnio como lengua materna (que es como el serbio o el croata pero con otro nombre) facilitó a Zlatan Ibrahimović (que jugó en Suecia, Países Bajos, Italia, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos) y a Miralem Pjanić (que jugó en Francia, Italia y España) el aprendizaje de siete idiomas cada uno. El sueco también es para Ibrahimović idioma materno, y en su trayectoria profesional pudo añadir el inglés, italiano francés y español. El segundo, refugiado en Luxemburgo durante la guerra de los Balcanes, aprendió alemán, francés e inglés. El italiano lo añadió cuando estuvo fichado en Roma, y el español, que no el catalán, con el F.C. Barcelona.

Hay más ejemplos, pero por no alargarnos terminamos con el exfutbolista surinamés y holandés Clarence Seedorf que a sus dos lenguas maternas añadió el holandés, inglés, italiano, portugués y español en su paso por los clubes que las tenían como propias.

Esos británicos tan reticentes

Lukaku, Pa-Modou, Ibrahimović, Pjanić y Seedorf son deportistas cuyas lenguas base son restringidas. Si hurgamos entre los anglófonos, David Beckham o Gareth Bale, descubrimos el monolingüismo obsesivo, a pesar de las largas estancias que pasaron con el Real Madrid. Nunca lograron expresarse en español. Ni lo intentaron. Y si buscamos entre los de español como lengua materna, por ejemplo, Leo Messi descubrimos otro caso ejemplar puesto que ni aprendió catalán como exigía el club, ni inglés, como erróneamente parece exigir la conciencia colectiva, ni francés cuando vivió en París. Estos hablantes de lenguas universales, inglés y español, la primera y la segunda del mundo, no necesitan conocer otras. Alcaraz tampoco, salvo un poco de inglés, el necesario para dar una entrevista con deje murciano.

Las lenguas se aprenden cuando se necesitan o cuando los hablantes sienten la necesidad de utilizarlas. No son artículos de colección ni materiales de exhibición, sino herramientas para la comunicación. Cuando no son necesarias nunca acaban de aprenderse.

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