“En mi comunidad, donde compartimos propiedad con el matrimonio Sánchez-Gómez, hemos creado un grupo de whatsaap para jugar al pádel, y acabo de escribir a mis compañeros esta boutade”, me contaba ayer un residente en Pozuelo de Alarcón, Prado de Somosaguas, calle Tramontana, pisos por encima de los 700.000 euros: “Meted a Pedro en el grupo de inmediato; yo creo que para el sábado está de vuelta”. El pozueleño peca ciertamente de optimismo, aunque la situación de su notorio convecino sea ciertamente apurada. Pedro Sánchez está hoy literalmente contra las cuerdas, como esos boxeadores que han recibido un gancho de derecha en la sien y buscan, la mirada perdida, el rincón de su preparador implorando cuanto antes el gong salvador. El presidente del Gobierno que decía venir a regenerar la vida política ha mentido a los españoles, y lo ha hecho por partida doble, triple o cuádruple con la famosa tesis bodrio que ayer prometió, a la fuerza ahorcan, poner a disposición de quien quiera consultarla tras haberla mantenido durante años guardada bajo siete llaves.
La sesión en el Congreso del 12 de septiembre de 2018 pasará a los anales de nuestro parlamentarismo como aquella que sirvió para desenmascarar a un impostor. Albert Rivera pegó donde más duele en cuanto intuyó el flanco descubierto del defensor del título, y éste acusó el golpe perdiendo los papeles. Le delató el lenguaje corporal, ese rictus que tensa su mandíbula hasta convertir su dentadura en piedras, y ese dedo amenazador del “os vais a enterar”, el colt de un pistolero a punto de apretar el gatillo, que tanto recuerda otros gestos acaecidos en la Carrera de San Jerónimo en épocas históricas dramáticas hoy felizmente superadas. Os vais a enterar. Como ayer reveló ABC con pruebas, Sánchez plagió en 2012 buena parte de su tesis doctoral. En las 342 páginas de la misma, “existen decenas de corta-pegas demostrativos” y “párrafos completos de obras y artículos de otros autores publicados unos años antes, más informes oficiales completos y sin entrecomillar, incluida una presentación informática del Ministerio de Industria cuando su titular era el socialista Miguel Sebastián”.
En un país con mayor tradición democrática que el nuestro, este señor tendría que haberse ido a su casa ayer mismo
“Sánchez incurrió en plagios literales, plagios mosaico -un puzle de diversas publicaciones a las que sólo alteró unas pocas palabras- y autoplagios, práctica que se ve agravada además porque copió literalmente antiguos artículos propios firmados junto a una segunda persona a la que, sin embargo, no cita. Con este método, Sánchez completó páginas enteras de su tesis, hasta el punto de que la inmensa mayoría podría haber sido un inmenso entrecomillado” (…) “Éticamente, la tesis es un fraude y un bodrio sin valor académico alguno, que en otros países implica la dimisión de su autor. Es incomprensible que tuviera la máxima calificación”. Efectivamente, en un país con mayor tradición democrática que el nuestro, este señor tendría que haberse ido a su casa ayer mismo, porque alguien que es capaz de urdir este fraude no puede ser presidente del Gobierno de España. Carece en absoluto de credibilidad. Los casos son numerosos. En marzo de 2011, el ministro de Defensa alemán, Karl T. zu Guttenberg, 39 años, se vio obligado a dejar el cargo después de que el Süddeutsche Zeitung publicara las pruebas del plagio parcial de su tesis doctoral en Derecho. Un duro golpe para el Ejecutivo de Angela Merkel.
El cuajo de nuestro personaje (“Yo soy un político limpio”, 24 de febrero de 2015) le llevó el miércoles, albarda sobre albarda, a mentir en sede parlamentaria al sostener, en el mundo de Google, que su tesis estaba disponible en la base de datos Teseo, cuando cualquier español podía comprobar que lo que allí figuraba era apenas la ficha de la misma. El señor que ha obligado a dimitir a una ministra del montón por un quítame allá un máster de la Juan Carlos I, no puede seguir al frente del Gobierno tras haber mentido sobre su tesis doctoral, asunto más relevante por cuanto faculta para la enseñanza universitaria, mediante un trabajo que, en su mayor parte, no escribió él y que, además, plagió. “La cuestión es si usted va a asumir sus responsabilidades y si va a dimitir. La cuestión es si esta democracia se puede permitir el lujo de estar dos años más encadenada a la corrupción del PP. Yo creo que no”. Así espetaba Sánchez a Rajoy en la memorable jornada del 30 de mayo pasado. Cambien la corrupción del PP, por la del PSOE y, más en concreto, por la personal e intransferible de Pedro Sánchez Castejón. Éste era el que venía a regenerar la vida democrática y convocar elecciones. Ni lo uno, ni lo otro.
La tesis de Pedro y los restos de Franco
Si el tipo fuera listo, además de honrado, se iría ahora mismo disolviendo las Cámaras y convocando elecciones, con el objetivo puesto en minimizar daños electorales para su partido. Pero estamos ante un superviviente, un buscavidas, un psicópata del poder que no se va a apear del cargo por nada del mundo. Un tipo frío y manipulador, también, que tratará de resistir embarrando el campo –el miércoles, Rivera le castiga el mentón por la mañana y por la tarde él devuelve la torta a un Casado que pasaba por allí y que camina por la política española con una mano atada a la espalda por lo que todos sabemos-. Embarrando el campo y endosando a los españoles taza y media de populismo vía memoria histórica y demás. El escándalo de la tesis arruinó ayer la gran operación de agitprop del Ejecutivo, la aprobación por el Congreso del decreto para la exhumación de los restos de Franco. Se entiende el cabreo de Carmen Calvo, Carmen la de Cabra, la de “el dinero público no es de nadie”, ese portento, vociferando por los pasillos de la Cámara, “¡la tesis de Pedro, la tesis de Pedro, como si en este país no hubiera cosas más importantes que la tesis de Pedro, cuando acabamos de aprobar la ley más importante de la democracia…!”
Su cabezonería, su obstinación, podría hacer pagar al PSOE un alto precio en términos electorales. Se acabó la luna de miel. Salió a relucir la verdad de un Gobierno de muy bajo nivel, obligado a desmentirse de forma continua. Hay quien habla ya en el PSOE de olvidarse de mayo, porque probablemente sea necesario hacer coincidir generales con andaluzas este noviembre. Las encuestas se han dado dramáticamente la vuelta. Y no estaría mal que el electorado diera una nueva lección a un partido cuya militancia ha sido capaz de encumbrar, tras Zapatero, a un tipo bastante más peligroso que Zapatero, un tipo que ha quedado retratado de cuerpo entero por un asunto, si me apuran, menor, una chuminada a lo Capone, siendo así que el gran culpable del escándalo que nos ocupa es una Universidad, la española, que viciada, endogámica y reñida con la excelencia, sigue siendo un cuerpo aparte, un ente extraño alejado de las preocupaciones de los españoles por el futuro. Arde Sánchez en la hoguera de su tesis plagiada, mientras la santa compaña de un país asediado por gravísimos problemas –las pensiones, la deuda pública, el paro, la reforma del gasto, la organización territorial, el nacionalismo catalán y sus antorchas-, sigue desfilando entre la general indiferencia. Cosas de España.
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