La semana pasada, Donald Trump mantuvo un ritmo frenético de nombramientos. Anunció que Robert Kennedy será el próximo secretario de Salud armando de paso un buen escándalo. Un día antes designó a Elon Musk y Vivek Ramaswamy como jefes de un departamento un tanto peculiar, el DOGE, acrónimo de departamento de eficiencia gubernamental cuyo cometido será auditar y brindar asesoría para reducir el gasto público, eliminar regulaciones superfluas y reformar las agencias federales.
El anuncio llegó el martes por la noche, y rápidamente se difundió, especialmente en la red social X, donde los seguidores de Trump están atentos a cada movimiento postelectoral. Musk no necesita presentación, Ramaswamy sí ya que, más allá de Estados Unidos es un completo desconocido. Se trata de un empresario de origen indio dedicado a la inversión y que hace unos meses se presentó a las primarias republicanas.
DOGE no formará parte de la estructura del Gobierno, operará de manera independiente, pero en estrecha coordinación con la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca. Ni Musk ni Ramaswamy asumirán cargos formales dentro del Gobierno, lo que les permitirá mantener sus negocios mientras asesoran desde fuera. El objetivo es optimizar la burocracia y para ello tienen que presentar un plan factible de aquí al 4 de julio de 2026, una fecha simbólica porque ese día se conmemorará el 250 aniversario de la declaración de independencia.
Quieren reimplantar y ampliar algunas medidas del primer mandato de Trump dirigidas a simplificar la burocracia y facilitar el despido de empleados federales. La más famosa fue la regla de "dos por una" para las regulaciones
Musk ya habló en el pasado de que lo que a él realmente le interesa de la política es que se reduzca el gasto público. En alguna ocasión ha propuesto recortarlo en dos billones de dólares, lo que representa aproximadamente el 30% del gasto federal de 2024, que rondará los 7 billones. Es una meta muy ambiciosa y poco realizable, pero se ha volcado en el apoyo a Trump y, a modo de premio, le han dado este caramelo. De hecho, eso de DOGE es un guiño al nombre de una criptomoneda, el Dogecoin activamente promovida por Elon Musk desde hace años.
Aunque el plan no está hecho, algunas ideas si han adelantado. Quieren reimplantar y ampliar algunas medidas del primer mandato de Trump dirigidas a simplificar la burocracia y facilitar el despido de empleados federales. La más famosa fue la regla de "dos por una" para las regulaciones, es decir, por cada nueva regulación tenían que eliminarse dos. Ahora pica más alto y propone derogar diez regulaciones por cada una que se promulgue
Ramaswamy también es famoso por querer adelgazar la administración. Durante su campaña en las primarias abogó por la eliminación de algunas partidas de gasto que considera simple e injustificado despilfarro. Propuso entonces disolver agencias como el Departamento de Educación o el FBI. Pero eso no es fácil ya que no depende sólo del presidente, tiene que pasar también por el Congreso y eso complica mucho las cosas incluso con una mayoría republicana en ambas cámaras. Para sortear ese problema Ramaswamy cree que lo mejor es suspender la aplicación de las normas y luego proceder con los trámites parlamentarios, pero ya sin la norma en vigor.
Aunque parte de este poder puede ser recortarse después de la crisis, el Estado retiene más autoridad y recursos de los que tenía antes, creando así un efecto de trinquete en el que el aparato estatal crece de manera incesante y en buena medida irreversible
La idea de reducir gastos y mejorar la eficiencia del gasto es seguramente la mejor idea que trae Trump en el morral de promesas electorales, pero no es la primera vez que se intenta algo así y siempre sale mal. Son demasiados los intereses creados como para no encontrar muchas resistencias. Aligerar la nómina de empleados federales, unos tres millones de personas, puede convertirse en una pesadilla con los sindicatos. Lo de reducir dos billones en el presupuesto federal es pura fantasía si no se tocan programas muy sensibles como el Medicare y el Medicaid. El primero corre enteramente a cargo del presupuesto federal, el segundo se comparte con los Estados. Entre ambos cuestan al año casi dos billones, pero son la niña de los ojos de los demócratas, que fueron quienes los crearon hace sesenta años.
Pero no sólo tendrán enfrente al partido Demócrata. Encontrarán mucha oposición dentro del Congreso (e incluso dentro del propio gabinete) y, lo que será aún más determinante, la propia burocracia se defenderá con huelgas y movilizaciones para defender su puesto de trabajo. Es previsible también que la prensa se sume a esto de forma entusiasta. Tendrán que ir con pies de plomo, armarse de paciencia y asumir que lo que sobre el papel parece fácil, sobre el mundo real puede convertirse en una experiencia kafkiana. Deben, en definitiva, ser realistas.
Si al terminar el mandato han conseguido no ya la mitad, sino una cuarta parte de sus objetivos podremos decir que han tenido éxito y que se ha producido un milagro. Porque el Estado cuando crece luego no hay manera de hacerlo decrecer. Hay muchos grupos de interés que lo hacen imposible. Es el famoso efecto trinquete del que hablaba Robert Higgs. El Estado siempre tiende a expandir su poder y control. Cuando se presenta una crisis, esa expansión es mucho mayor. Aunque parte de este poder puede ser recortarse después de la crisis, el Estado retiene más autoridad y recursos de los que tenía antes, creando así un efecto de trinquete en el que el aparato estatal crece de manera incesante y en buena medida irreversible. El Estado actúa como un trinquete, sólo admite movimiento en una dirección. Parar el movimiento es difícil, pero posible, invertirlo es algo realmente complicado.
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