Donald Trump arrasó en los caucus de Iowa, que es el punto de arranque de las elecciones primarias y, por lo tanto, del año electoral. Muchos se preguntaban en España qué diablos es un caucus y qué lo diferencia de las elecciones primarias normales. El sistema de primarias en EEUU tiene dos procedimientos. La mayoría de los Estados organizan elecciones primarias para nominar a un candidato presidencial, pero los caucus siguen un proceso distinto y algo más complejo.
Las primarias son unas elecciones internas. Los votantes registrados depositan el voto en una urna o lo envían por correo un día fijado de antemano. Los caucus implican que los miembros del partido asistan en persona a un lugar a una hora concreta. Ese lugar puede ser una escuela, una iglesia o un polideportivo. Los representantes de los candidatos sermonean tratando de convencer a los asistentes que, al término de la reunión, emiten su voto presencialmente. En origen, sólo había caucus (un término tomado del algonquino y que significa consejo o reunión), pero, como era más lento y complicado, en la mayor parte de los Estados fueron sustituyéndolos por primarias. El resultado de ambos es el mismo: delegados para la convención.
Cada candidato recibe un número de votos que se traducen en delegados que luego votarán por él en la convención nacional que se celebra en verano y cuyo cometido es nominar al candidato del partido para las presidenciales. Este año la convención republicana se celebrará en Milwaukee entre el 15 y el 18 de julio. La convención demócrata se celebrará en Chicago un mes más tarde, entre el 19 y el 22 de agosto. Para las primarias demócratas se presentan tres: Joe Biden, Dean Phillips y Marianne Williamson, pero ninguno de los dos tiene nada que hacer frente a Biden, que en las encuestas supera el 70%. En tanto que los demócratas ocupan ahora la Casa Blanca será un desfile militar para Biden como fueron las primarias republicanas de 2020 para Trump, que sólo tuvo que medirse frente a Bill Weld, el antiguo gobernador de Massachussets que terminó retirándose a mediados de marzo.
Esta vez las tornas están cambiadas. El interés está en las primarias republicanas, que fueron las que empezaron el lunes en Iowa. Trump obtuvo el 51% y 20 delegados seguido por Ron DeSantis, con un 21% y 9 delegados, Nikki Haley con un 19% y 8 delegados y Vivek Ramaswamy con un 7,7% y 3 delegados. Ramaswamy decidió tirar la toalla y pidió a sus delegados y simpatizantes que apoyasen a Trump por lo que la ventaja que se lleva de Iowa es aún mayor. Se ha quitado un rival de en medio y ese rival le ha elogiado pidiendo el voto para él. No podía salir mejor librado.
Superado este escollo lo siguiente que tiene por delante es Nuevo Hampshire, donde se espera que lo tenga algo más difícil. De cualquier manera, el buen resultado de Trump es significativo. Demuestra la robustez de su candidatura a pesar de los cuatro procesos penales que tiene en curso y de que muchos le daban por muerto hace sólo un año. A tenor de lo que ha sucedido en Iowa y de lo fuerte que se muestra en las encuestas, no sería extraño que terminase siendo nominado en julio tras arrasar con los dos únicos candidatos que, hoy por hoy, están en posición de plantarle cara.
Haley fue embajadora ante la ONU con Trump así que no sería descabellado pensar que si Trump gana las primarias la elija como acompañante o, si consigue volver a la Casa Blanca, le entregue alguna secretaría
Estos dos candidatos son DeSantis y Haley, que en Iowa quedaron relegados pelearse por el segundo puesto. Pero el segundo puesto en unas primarias no sirve absolutamente para nada, a lo sumo para que el candidato nominado se acuerde de alguno de sus rivales en las primarias y le pida ir de vicepresidente. Eso es lo que pasó con Kamala Harris hace cuatro años. Anunció que se presentaba a las primarias y poco antes de que comenzasen se retiró pidiendo el voto para Biden. Es posible que tanto de DeSantis como Haley terminen siendo vicepresidentes de Trump. Posible pero poco probable ya que ninguno de los dos entra en las quinielas vicepresidenciales. Se habla de Mike Pompeo, antiguo secretario de Estado, de la representante por Nueva York Elise Stefanik, de la gobernadora de Arkansas Sarah Huckabee y de la gobernadora de Dakota del sur, Kristi Noem, pero luego puede pasar cualquier cosa porque la elección de vicepresidente queda a la discreción del nominado y se utiliza precisamente para reforzar su nominación en la convención y persuadir a los indecisos.
La relación entre DeSantis y Trump no es buena. DeSantis, de hecho, está muy volcado con las primarias. En Iowa visitó todos los condados personalmente para pedir el voto. Pensaba que se iba a medir contra Trump, pero realmente lo hará contra Nikki Haley, que ha conseguido prácticamente igualarle en número de votos y delegados. Haley fue embajadora ante la ONU con Trump así que no sería descabellado pensar que si Trump gana las primarias la elija como acompañante o, si consigue volver a la Casa Blanca, le entregue alguna secretaría importante como la de Estado. Pero eso son simples cábalas. Luego pasará lo que tenga que pasar porque esto no ha hecho más que empezar y faltan muchas cosas por suceder.
El hecho es que la victoria de Trump ha sido la más contundente en la historia del caucus de Iowa. Ese resultado es una demostración de fortaleza y de implantación territorial, cosa que Trump aún no tenía en 2016 cuando perdió el estado ante Ted Cruz. También es una señal de que, a ojos de sus seguidores, se postula casi como si siguiese en la presidencia y tuviera que pasar por este trago de las primarias porque no le queda más remedio. Pero, por los resultados que hemos visto, más parece que ha concurrido al caucus de Iowa desde la Casa Blanca y no desde su casa de Florida.
Con cada nuevo caso la expectativa de voto de Trump no ha hecho más que incrementarse. Trump adopta un aire de mártir perseguido en cada mitin, en cada intervención televisiva y en cada publicación en las redes sociales
Biden y los demócratas dicen aborrecer a Trump, pero son ellos los responsables de que esté de vuelta. La desastrosa presidencia de Biden y su impopularidad (lleva desde finales de 2021 con tasas de aprobación inferiores al 50%) han ido fortaleciendo el trumpismo. Eso y los juicios que, en lugar de perjudicar a su candidatura, la están beneficiando. Con cada nuevo caso la expectativa de voto de Trump no ha hecho más que incrementarse. Trump adopta un aire de mártir perseguido en cada mitin, en cada intervención televisiva y en cada publicación en las redes sociales. Dice ser víctima del Gobierno, del Estado profundo y de una conspiración. Sus votantes ven cómo va saliendo un caso tras otro con sus respectivas comparecencias en los tribunales y suscriben el relato.
Todo esto ha provocado que a sus adversarios dentro del partido les resulte mucho más difícil postularse como alternativa. DeSantis parecía el candidato idóneo tras su victoria en 2022 y su popularidad entre los votantes de Florida. Pero su resultado en Iowa es decepcionante después de haber invertido tanto tiempo y dinero en el Estado. Emuló a Ted Cruz, que se colocó a la derecha de Trump en materias como el aborto y el discurso anti woke. Pero no hay mucho espacio ahí ya que muchos votantes republicanos lo único que quieren es la revancha por lo de 2020. Esa revancha es mejor tomársela con Trump y no con un sucedáneo. DeSantis está hoy más lejos de la nominación que nunca. Va muy por detrás de Haley en Nuevo Hampshire y Carolina del Sur. Si cree, como dice, que Trump no puede ganar en noviembre, quizá debería abandonar y dar a Haley la oportunidad de concentrar en ella todo el voto reacio a Trump.
Son muy mayores: Biden cumplirá 82 años en 2024 y Trump 78. Tienen un ambos un historial político complicado. Biden es impopular, pero Trump también lo era poco antes de abandonar la presidencia
Haley ha seguido una estrategia diferente, la de atraer a los republicanos que no simpatizan con Trump y quieren caras nuevas. No le ha salido mal del todo ya que ha aguantado bien frente a los dos favoritos. Pero esto tendrá que confirmarlo el próximo martes en Nuevo Hampshire y en Carolina del Sur el 3 de febrero. Trump ya la ha convertido en el principal objetivo de sus ataques dejando a un lado a DeSantis, al que considera acabado. Quiere superar este trámite cuanto antes y que, a principios de marzo, antes incluso del Supermartes, esté todo resuelto y tenga delegados suficientes para asegurarse la nominación. Pero para entonces podría estar ya condenado, por lo que cabe la posibilidad de que finalmente no se pueda presentar.
El tema es que tanto republicanos como demócratas van a nominar a dos candidatos un tanto atípicos. Son muy mayores: Biden cumplirá 82 años en 2024 y Trump 78. Tienen un ambos un historial político complicado. Biden es impopular, pero Trump también lo era poco antes de abandonar la presidencia en enero de 2021. En aquel momento el 62% de los estadounidenses desaprobaba su gestión. Pero se necesitan. Biden es el único candidato al que Trump puede vencer y viceversa.
Los demócratas también se la juegan. El índice de aprobación de Biden es tan bajo que no puede presumir de nada. De ahí que esté tan empeñado en que todo gire en torno a Trump, pero eso es tentar la suerte. Si Biden cree que Trump es una amenaza para la democracia, lo suyo sería que abandonase y dejase al partido elegir a otro candidato más joven y sin ataduras con el pasado. Ya es curioso, pero el presidente cuyo principal capital político dice ser haber cerrado el paso a Trump en 2020 podría ser el responsable de que regrese a la Casa Blanca cuatro años después. Trump cuenta con él. Sabe que sin Biden y su empecinamiento en ser reelegido difícilmente volvería a la presidencia.
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