Feijóo tiene desorientados a socialistas, comunistas, separatistas, surrealistas, conformistas, dadaístas y, lo que tiene mayor mérito, a los votantes de centro derecha. Aunque se haya disculpado por la humorada que pronunció el señor Bendodo, a la sazón coordinador nacional de los populares, al referirse a España como un estado plurinacional, lo cierto es que el votante popular anda más perdido que Ayuso en la redacción del Pravda.
De todos es conocida la postura del líder gallego en materia lingüística, que se sitúa al lado de los nacionalismos que persiguen erradicar al español de las aulas. Feijóo siempre se ha defendido aduciendo que en Galicia no existe el menor sentimiento anti español, pero eso debería explicárselo a los del Bloque y demás comparsas que, si bien no se comen un colín en su tierra, tampoco puede decirse que no sean beligerantemente activos contra España.
Reconozcamos lo atribulado que debe encontrarse alguien que votó a Fraga, Aznar e incluso a Rajoy escuchando a Feióo decir que había depositado la papeleta del PSOE cuando mandaba Felipe, que no se apuntó al PP tras pasar bastante tiempo ocupando despacho oficial en la Xunta, que está dispuesto a pactar con Sánchez o que esto de Vox, pues mire usted, según, sin, sobre y tras. Porque el votante de derecha lo que espera escuchar de sus políticos son mensajes, y dispensen la perogrullada, de derechas.
Ese votante del PP al que se le rompen las manos de aplaudir cuando escucha a Ayuso, que mira con simpatía a Abascal, que está harto de ser expoliado por un estado depredador que le quita su dinero y sus ahorros para dar paguitas a ninis o a menas
A saber, bajadas de impuestos, reducción de administración improductiva, respeto a la Constitución y a las instituciones, cero tolerancia con quienes las vulneran, política de fomento de la familia, cero euros a chiringuitos que solo practican el odio y el resentimiento, justicia independiente, cambio de ley electoral, inversión en sanidad y educación, recentralización de competencias autonómicas, reducción de municipios y organismos públicos, política sobre inmigración rigurosa, política exterior alineada con nuestros intereses y los de occidente, en fin, cosas que debería decir un partido que no fuese de izquierdas, aunque uno no sabe muy bien por qué el rojerío tiene que llevar apareada la falta de sentido común.
Ese votante del PP al que se le rompen las manos de aplaudir cuando escucha a Ayuso, que mira con simpatía a Abascal, que está harto de ser expoliado por un estado depredador que le quita su dinero y sus ahorros para dar paguitas a ninis o a menas, oye a Feijoo y se queda sumido en una profunda incertidumbre. Conste que no dudo de la buena fe del líder popular, digo lo que intuyo que piensan muchos de aquellos que hasta ahora han votado a ese partido.
Tengo para mí que Feijóo no ha sabido leer los tiempos en los que vivimos y se piensa que estamos en los noventa del siglo pasado. Y, como diría Ortega, no es eso, no es eso. Esta es una época, por desgracia, de trinchera, de bandos, de elegir con quién estás y contra quién combates. La diplomacia versallesca y el fru frú de faldas cortesanas tienen el mismo valor que una promesa de Sánchez. Cero. Nada. La gente está harta de pompas de jabón y de palabrerío y quiere hechos concretos. Verbigracia, la realpolitik de Ayuso en Madrid.
Y así tenemos al pobre votante pepero, que duda, y mucho. Pero ya saben lo que dijo el sabio: en la duda, abstente. O cambia de tercio, añaden algunos maliciosos mientras te guiñan el ojo. El derecho, claro. Veremos cosas.
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