Opinión

En el duelo venezolano solo puede quedar uno

En este duelo en el que solo puede quedar uno, Maduro o Guaidó, el tiempo está jugando indudablemente a favor del ‘hijo de Chávez’

Tres meses después de la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela y su reconocimiento por 52 países, el poder real en el país sigue en manos de Nicolás Maduro, que fuera elegido para un nuevo mandato en unos comicios fraudulentos, no reconocidos por lo tanto por la Unión Europea ni por Estados Unidos, ni tampoco por gran parte de América Latina.

Guaidó y sus emisarios diseñaron una operación cuyo fin último era la quiebra del régimen bolivariano. El levantamiento culminaría en una primera fase con la detención, encarcelamiento y posterior juicio de toda la cúpula. En ella se integran, además del propio Maduro, Diosdado Cabello, Vladímir Padrino, Delcy Rodríguez, Jorge Arreaza y Jorge Rodríguez. Contaban para ello con el imprescindible concurso de las Fuerzas Armadas, en la convicción de que los uniformados desertarían en masa y se pasarían con armas y bagajes a la causa de Guaidó, con este al frente de toda la oposición antichavista unificada. Las masivas manifestaciones y protestas en las calles detonarían la explosión del régimen, cuya caída sería facilitada además por un respaldo masivo de la comunidad internacional.

Los agentes cubanos, infiltrados en todas las instituciones relevantes del país, y especialmente en el ejército, han reforzado el control de los militares

En esa ecuación ha fallado el factor ejército, cuya nutrida nómina de más de dos mil generales se ha mantenido firmemente al lado del dictador. Las deserciones han sido testimoniales, pero han activado en cambio como reacción un reforzamiento en el control de los militares por parte de los avezados agentes cubanos de inteligencia, infiltrados en todas las instituciones relevantes del país, y especialmente en el ejército.

Todas las acciones emprendidas por Guaidó, incluidas su gira por el continente americano y el intento de introducir ayuda humanitaria a través de la frontera con Colombia, no han logrado en puridad más que decepción y frustración, tanto por comprobar la tibieza de los supuestos respaldos internacionales a Guaidó y a la oposición venezolana como por el aumento de la dureza de la dictadura madurista en la represión.

Línea de fractura entre Rusia y Estados Unidos

La falta real de avances en el proceso de echar a Maduro ha provocado un notable incremento de la tensión en la geopolítica de la región. La Rusia de Putin ha entrado en liza al situar en territorio venezolano a un centenar de militares muy especializados, en principio destinados a la protección de las infraestructuras energéticas vitales, en las que Moscú ha realizado importantes inversiones que obviamente quiere recuperar. Además, Putin ha convertido a Venezuela en el principal comprador latinoamericano de su arsenal armamentístico.

Los Estados Unidos de Donald Trump han puesto en marcha a su vez una estrategia, destinada a estrangular económicamente a la “troika de la tiranía”: Venezuela, Cuba y Nicaragua, en una versión moderna del tradicional asedio por hambre y sed.

La nueva “Operación Libertad”, emprendida por Guaidó desde el 30 de abril, incluía acciones como la liberación de Leopoldo López, manifestaciones masivas permanentes en las calles y una huelga general escalonada a partir del 2 de mayo, que facilitara en principio la progresiva y masiva adhesión de los muchos funcionarios amedrentados por las amenazas del Gran Hermano chavista.

Cunde la convicción de que el régimen chavista no caerá sino por la fuerza y se acrecienta el espectro de una Venezuela convertida en una nueva Cuba

Paralelamente, la Administración norteamericana decretaba la anulación de las compras de petróleo venezolano (el 75% de las ventas de la PDVSA), y conminaba a los países a los que ha emigrado gran parte del forzado exilio, pero también donde se han refugiado familiares junto con los tesoros y fortunas de los dirigentes del régimen, a que se les persiga implacablemente. Es una advertencia, entre otros, a España, afectada asimismo por la activación de la Ley Helms-Burton, que facilita la presentación ante los tribunales de Estados Unidos de reclamaciones de ciudadanos americanos cuyas propiedades fueron confiscadas por la revolución cubana, y sobre las que se han construido o modernizado numerosas instalaciones, especialmente hoteleras, gerenciadas en su mayor parte por empresas españolas.

El ejército sigue sin responder a Guaidó

De las primitivas intenciones de detener y encarcelar al “usurpador” Maduro y a su círculo de hierro, se ha pasado a intentar negociar su voluntaria salida del país, con la correspondiente garantía de que no serían molestados en sus vidas ni en el disfrute de “los miles de millones de dólares rapiñados”. Una vez más ha fallado el factor militar de la ecuación. El general Vladímir Padrino, que supuestamente habría acordado los términos de dicha operación de exilio forzoso, también se volvió atrás, causando un nuevo estupor entre los principales colaboradores de Donald Trump: Pence, Pompeo y Bolton.

En este duelo en el que solo puede quedar uno, Maduro o Guaidó, el tiempo está jugando indudablemente a favor del “hijo de Chávez”. El denodado esfuerzo por mantener el entusiasmo en una movilización permanente verá que aquel decae si no hay avances tangibles y sí, en cambio, un agravamiento de las enormes penurias que sufre toda la población, pero en especial los que ni siquiera reciben la bolsa de alimentos de subsistencia con que el chavismo compra voluntades.

Cunde la convicción de que el régimen chavista no caerá sino por la fuerza. Pero, las amenazas de intervención no se han materializado, ni por supuesto es una idea que respalde ninguno de los 52 países que han reconocido a Guaidó. En tales condiciones, se acrecienta el espectro de que Venezuela pueda convertirse en una nueva Cuba, donde el castro-comunismo sigue firme, e incluso vuelve a prevenir a la población de que se avecina otro “período especial”, o sea de hambre y grandes penalidades, de lo que culpa en exclusiva al “bloqueo” norteamericano.

Como en Cuba, las Fuerzas Armadas Bolivarianas, copan buena parte del entramado económico, es decir ostentan poder y mucho dinero. Si, además, y como apuntan varios medios internacionales, en ese engranaje estaría incluido el narcotráfico de cocaína colombiana, controlada presuntamente por militares chavistas con el visto bueno, también supuestamente, de Nicolás Maduro, hay por tanto muy poderosas razones para que el ejército se resista a dar el paso de resituar a Venezuela en los herrumbrosos raíles de la libertad y la democracia.          

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