Opinión

El Duque de Ahumada y Pere Antón Veciana toman café

¡Que viene la Guardia Civil!, gritan desaforados los procesistas. ¡Los Mossos no pueden estar bajo las órdenes de un civilón!, vocean los miembros del Govern. Poco o nada saben de

¡Que viene la Guardia Civil!, gritan desaforados los procesistas. ¡Los Mossos no pueden estar bajo las órdenes de un civilón!, vocean los miembros del Govern. Poco o nada saben de historia y, ya que lo ignoran todo acerca del sentido común y del buen gobierno, lo mínimo que puede exigírseles a los prohoms catalanes es que, al menos, se hayan leído algún libro que no sean las memorias de Pujol.

Dos cuerpos armados, un solo objetivo

Pere Antón Veciana i Rabassa, ilustre hijo del municipio catalán del Sarral, fue el primer mando orgánico de los unificados Mossos de Escuadra allá por el año del Señor de 1723. No los fundó, como pretenden algunos pseudo historiadores, los mismos que defienden que Santa Teresa o el Cid Campeador eran catalanes de pura cepa. Tal honor corresponde al Capitán General de Cataluña en 1719, Don Francesco Pío de Savola. Ello no resta ni un ápice de mérito al bueno de Veciana quien, por cierto, no se posicionó durante la Guerra de Sucesión, adhiriéndose al bando borbónico al final de la misma. Los mozos de Veciana, como se los conocía entonces, tenían como misión luchar contra el bandolerismo, abundante en la Cataluña de entonces, vigilado los caminos y auxiliando a la población ante todo tipo de desmanes y fechorías. Era, en términos modernos, lo que hoy se conoce como una policía judicial militarizada.

Por su parte, Don Francisco Javier Girón, II Duque de Ahumada y V de las Amarillas, fue un pamplonica que vio la luz en el turbulento año de 1803. Militar hasta el tuétano, recibió en 1844 el encargo por parte del gobierno de España de crear el primer cuerpo de seguridad pública a nivel nacional: lo que se conoce desde entonces como Guardia Civil. El Benemérito Instituto se proponía exactamente los mismos objetivos que tenían sus antecesores los Mossos: limpiar de bandoleros las sierras andaluzas, hacer cumplir la ley y proteger la propiedad. Los dos, Mossos y Guardia Civil, nacieron bajo un mismo propósito y método, dos policías judiciales con rango de institutos armados.

Ahora los políticos catalanes, que no los cuerpos y fuerzas de seguridad, junto con algún mando irresponsable de los Mossos pretenden decir a la opinión pública que los Mossos son la policía de Cataluña y se deben solo al gobierno dela Generalitat, menospreciando a la Benemérita a la que hemos visto insultada, acosada y vejada en las manifestaciones “pacíficas” que este proceso de las sonrisas nos está regalando. El Conseller de Interior Joaquim Forn lo ha dicho blanco y en botella. No aceptarán que un coronel de la Guardia Civil coordine los trabajos de seguridad entre ambos cuerpos. El Major de los Mossos Josep Lluís Trapero lo secunda. Aunque el policía al que veíamos hace un año comiendo paella y tocando la guitarra junto a Puigdemont en casa de Pilar Rahola acepte a regañadientes las órdenes y diga que bueno, que va, que vale pero que discrepa, su conducta es impropia de un mando policial. En paralelo, hemos visto a un caporal – cabo – de los Mossos en las redes sociales agitando una estelada ante un vehículo trinchado de la Guardia Civil, o a otros Mossos pertenecientes a la ANC instar a las masas a acudir ante las comisarías para “mostrar su apoyo a la policía catalana”. Todo eso es, en cualquier policía, motivo de suspensión de funciones a los agentes y apertura de expediente de expulsión fulminante del cuerpo. Aquí no, aquí como todo son sonrisas y pan pintado, vale lo que sea siempre que vaya en la dirección del proceso.

Lógicamente, el recién designado por el gobierno de la nación, el coronel del Instituto Armado Diego Pérez de los Cobos debe estar perplejo ante el supremo desatino que suponen tales declaraciones en boca de un Conseller responsable del orden público y el jefe de una policía autonómica. Esto, a pocas semanas del terrible atentado yihadista de Las Ramblas y el reguero de muerto y heridas que dejó es, como mínimo, impresentable.

Léase el artículo 46.1 de dicha ley y verá que ni estado de sitio, ni estado de excepción ni valses vieneses"

Desconoce acaso la Generalitat que el estado puede y debe asumir responsabilidades en materia de seguridad y que, en lo que respecta a los Mossos, fueron los conmilitones del señor Forn, los por entonces diputados de Convergencia y Unión, quienes votaron en el Congreso a favor de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que ahora se cumple. Léase el artículo 46.1 de dicha ley y verá que ni estado de sitio, ni estado de excepción ni valses vieneses. Ley pura y dura, democrática, propia de un estado de derecho y refrendada por los suyos.

Sepa también, a beneficio de inventario, el señor conseller con quien, por otra parte, siempre me ha unido un trato cordial e incluso me atrevo a decir que amistoso, que cuando gobernó el infausto Tripartito a los izquierdosos les entraron las prisas por desplegar a los Mossos, echando casi a empellones a Guardia Civil y Policía Nacional para ponerse ellos. Sin tener ni el presupuesto, ni los medios ni la plantilla necesarias, claro, porque la cosa era ponerse una medalla. Creo, conseller, que coincidiremos en lo siguiente: recordar a aquel infausto conseller Joan Saura, de Iniciativa, y cogerte una urticaria terrible es todo uno.

Con gente poco preparada – muchos cogían bajas por depresión al no poder soportar la tensión que supone el ejercicio cotidiano de la vigilancia policial, y esto lo he vivido en primera persona al ser profesor en el Máster de Estudios Policiales de la UAB -, se les ofreció a los guardias civiles que no quisieran abandonar Cataluña por haber formado aquí una familia la incorporación a la policía autonómica. ¿Sabe usted el tremendo dilema que les han creado a estos servidores públicos y al conjunto de los Mossos? Un portavoz sindical lo decía hoy, no se puede poner en estos bretes a los agentes de la ley, que están para que esta se cumpla y no para servir de escudo a los políticos que, por su ineficacia e incapacidad, han hecho llegar a todo un país a estos extremos. Le diré algo más, conseller, usted que me conoce y sabe de mi afición por la historia, ¿sabe quién fue responsable de que el golpe del 18 de julio de 1936 no triunfase en Barcelona? ¿Los anarquistas? ¿Durruti? Pues mire, se lo explico: fue un coronel de la Guardia Civil.

Las guerras, hay que saber perderlas

El responsable del Tercio Urbano de la Benemérita en aquellas fatídicas fechas era el coronel Escobar, que acabaría la guerra con grado de general, aunque cuando lo juzgaron los nacionales lo hicieron como coronel y con tal condición fue sentenciado a ser fusilado en Montjuïc. Era Escobar un hombre de derechas, católico, terciario franciscano, viudo, con un hijo en la guardia civil, otro falangista y una hija monja adoratriz. Todo y así, y bajo las órdenes de su superior, el general Aranguren, salió a garantizar el orden republicano, aunque no creía en él. ¿Por qué? Por hacer honor a su juramento, por disciplina, porque no quería ver a nadie matándose por las calles a tiros, porque decía que las guerras debían hacerlas los militares y no los paisanos. Fue perseguido por los suyos propios, sufrió un atentado que casi lo mata cuando, más tarde, vino a Cataluña para hacerse cargo del orden público – fueron los anarquistas, por cierto -, hizo el final de la guerra como jefe del Ejército de Extremadura de la República, destrozado por la muerte de su hijo falangista en el frente y, cuando todo se acabó, se dispuso a entregarse como un caballero al general Yagüe, que era el mando nacional al que le correspondía rendirse. Este, falangista y africanista, lo citó reservadamente y le ofreció una avioneta para escapar. Escobar se negó. “Las guerras hay que saber perderlas, mi general”, a lo que Yagüe, muy serio, le respondió “¿Y a usted quien le dice que nosotros sabremos ganarla?”.

No supieron, claro, y una mañana el general Escobar murió fusilado al pie de las murallas del castillo de Montjuïc, donde también fusilarían la President Companys. Ya ve, los dos unidos por la tragedia, igual que Ahumada y Veciana por el servicio y la ley.

Le digo todo esto para que reflexione. Cambie usted guerra y militares por enfrentamientos y políticos. Cambie usted saber perder y saber ganar por saber cuando hay que desistir y cuando no. El Duque de Ahumada y Veciana no tendrían demasiadas dudas al respecto si viviesen hoy. Las leyes están para cumplirse y los agentes de la autoridad son, junto a jueces y fiscales, los que garantizan ese cumplimiento. Las leyes se cambian en los parlamentos, pero no a la brava y haciendo entrar el caballo de Pavía en forma de cupaires con los que, me consta, usted no tiene nada que ver como demostró con su gallarda actitud respecto al motín okupa en Can Vies.

No sé si el estado sabrá ganar la guerra, pero usted, conseller Forn, tú, Quim, deberías saber perderla"

Esto no va, parafraseando uno de los eslóganes del proceso, de policía del estado o de la Generalitat, va de que se les acaba el tiempo, de que se les ha ido de las manos, de que hay muchísima gente en Cataluña, paisanos suyos y míos, que se han creído de verdad que votarán y que habrá independencia y usted y yo sabemos que ahora, no. Decir cualquier cosa en otro sentido es mentir y, lo que es peor, es echar leña a un fuego que, por el momento y gracias a Dios, aún no ha prendido. Yo le insto, quizás excediéndome, a que reconsideren usted y sus correligionarios esa carrera hacia el abismo a la que están sometiendo a todo un país. La frustración que generará el fiasco del 1-O será terrible y entonces vendrá tal problema de orden público que usted, yo, todos, necesitaremos ya no de la Guardia Civil sino de los cascos azules, y perdóneseme la exageración.

No sé si el estado sabrá ganar la guerra, pero usted, conseller Forn, tú, Quim, deberías saber perderla. Porque me consta que eres un hombre de bien.

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