Opinión

La economía entra en la danza electoral

El PSOE está hablando cada vez más de economía porque es fácil criticar aspectos negativos de la legislatura que acaba de terminar tan evidentes como las leyes que han beneficiado a corruptos y violadores, así como las iniciativas que

El PSOE está hablando cada vez más de economía porque es fácil criticar aspectos negativos de la legislatura que acaba de terminar tan evidentes como las leyes que han beneficiado a corruptos y violadores, así como las iniciativas que favorecen que los menores puedan cambiar de sexo y otras enormidades como los dos estados de alarma inconstitucionales, la ley de memoria democrática que blanquea a ETA, la absurda ley de “bienestar animal”… y más concretamente del Gobierno: las mentiras de Sánchez, permitir el 8-M de 2020, contradicciones tan evidentes como ignorar los atentados de ETA de hace una década pero recordar continuamente la figura de Franco, muerto hace casi medio siglo, la falta de transparencia, el abuso de los decreto-ley, el inexplicado giro en la política exterior respecto al Sáhara, colocar a una exministra como fiscal del estado, a un activista al frente del CIS, los indultos a personas no arrepentidas (incluida Juana Rivas), la no aplicación de la ley que otorga un mínimo del 25% de la educación en Cataluña en castellano… hay un largo etcétera. Sin embargo, hacer un balance económico es más complicado, hay menos elementos emocionales y se supone que los datos económicos son fríos. Puede que los datos lo sean pero no el uso que se hace de ellos. Y en esta precampaña electoral lo estamos viendo.

Se presume del crecimiento del PIB en 2023, dopado gracias al turismo y a los fondos europeos, pero la realidad de la legislatura es que el crecimiento ha sido escaso en estos tres años y medio, incluso el PIB real por ocupado sigue en negativo. Y todo eso a pesar de emitir más de trescientos mil millones de deuda pública nueva por la que pagamos intereses crecientes.

Disponemos de menor capacidad de consumo y pagamos más impuestos, ya que la recaudación tributaria está en máximos históricos, con lo que la situación de las familias es hoy peor que en 2019

Es cierto que somos de los países donde menos ha crecido el IPC en el periodo de la legislatura pero los sueldos han crecido tan por debajo que somos el país que más poder adquisitivo ha perdido de toda la OCDE en ese plazo. Disponemos de menor capacidad de consumo y pagamos más impuestos, ya que la recaudación tributaria está en máximos históricos, con lo que la situación de las familias es hoy peor que en 2019. No deja de ser sintomático que España haya pasado de ser el séptimo en 2018 a ser el tercer país en tasa de pobreza y riesgo de exclusión de la Unión Europea. Un ejemplo claro de la falta de convergencia con Europa que ha caracterizado el mandato de Sánchez:

Estamos acostumbrados a asociar crisis con aumento de desempleo, como esto no ha ocurrido puede parecer, como dice Sánchez, que la economía va “como una moto” pero resulta que el aumento de empleados y la reducción de la tasa de paro es un fenómeno global que, como hemos dicho, no ha beneficiado a las familias españolas porque no se ha traducido en un mayor poder adquisitivo. El problema de la economía española con la productividad sigue pendiente, el de la temporalidad en el mercado laboral también, y el aumento de empleados públicos no ha mejorado la atención ni el colapso burocrático generalizado.

Esto ha ensombrecido muchas de las campañas de ayudas del gobierno Sánchez. Aunque fueron bien las inmediatas a los negocios al comienzo de la pandemia, el colapso del SEPE (responsabilidad directa de la ministra de trabajo), que aún colea, retrasó la regularización de los despidos y ERTEs (figura destacada en la reforma laboral del PP de 2012 que se apropió este gobierno como si en Europa no se hubieran tomado medidas similares a propósito de los confinamientos), así como la aplicación correcta del IMV y, más recientemente, de la ayuda de los 200 euros. Otras ayudas, más bien injustas porque no se dieron en función de las rentas y acabaron beneficiando a quien menos las necesitaba, sí se aplicaron bien como la del descuento en la gasolina y diésel, la gratuidad del Cercanías de Renfe o el absurdo bono “cultural” de 400 euros para los que cumplían 18 años.

Se presume de haber subido mucho el SMI, el problema es que somos el país del mundo desarrollado con la tasa de desempleo juvenil más alta, y el obligar a los empleadores a gastar más por dar una primera oportunidad laboral a ciegas a alguien inexperto, crea una barrera para los jóvenes. La enorme diferencia que existe entre el sueldo neto y el bruto aumenta el coste, y cualquiera que tenga algún pequeño negocio (con diferencia las empresas más numerosas y que más empleo crean en España) sabe que no es fácil obtener una cantidad neta de beneficio que cubra esa inversión.

Un gobierno que ha batido todos los récords de gasto público, también en gasto político (ministros y asesores), sostenido por la actividad económica privada, se ha empeñado en vilipendiar a empresas y empresarios, algo estúpido. Del mismo nivel que no hacer nada contra el problema de la okupación. No dar seguridad al empresario ni al propietario es el mejor camino para que se cree menos empleo privado de calidad y se encarezca el acceso a la vivienda en alquiler, puesto que reduce la oferta. Hay que favorecer a quien quiera crear empleo y a quien quiera alquilar su propiedad, y este Gobierno ha hecho justo lo contrario.

El ministro Escrivá ha aumentado lo que los empleadores pagan por tener empleados; es decir, paga más la población activa en favor de la población pasiva

Por último, el gobierno presume de la subida salarial a los jubilados, único grupo que no ha perdido poder adquisitivo a pesar del aumento del IPC, pero eso, más el aumento de costes médicos de una población más envejecida, ha deteriorado la viabilidad financiera de la Seguridad Social, muy comprometida debido al gasto creciente. Para intentar (aunque no lo consigue) frenar ese empeoramiento, el ministro Escrivá ha aumentado lo que los empleadores pagan por tener empleados; es decir, paga más la población activa en favor de la población pasiva, de nuevo sin tener en cuenta la renta, ya que muchos trabajadores ganan menos dinero que muchos jubilados. Para colmo Sánchez ahora promete “llenar la hucha de las pensiones” los próximos años si gana las elecciones, cuando la única manera de hacer eso es aumentando la deuda, ¿desde cuando a un mayor endeudamiento se le denomina hucha, vamos a pedir más créditos y al dinero que nos den le vamos a llamar ahorro porque suena bien?

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