Como ya ocurrió en 2019 y en 2015, el resultado electoral de este 23-J no ha sido claro, ninguno de los dos grandes partidos consigue con un solo aliado una suficiente mayoría y, a pesar del ejemplo alemán, parece que la posibilidad de un gran acuerdo entre PP y PSOE queda descartada. No parece que Feijóo pueda formar gobierno a pesar de su mayoría (la de él y la de su bloque ideológico). En cuanto al PSOE, entiendo que se sienta refrendado para pactar con quien sea a cambio de lo que sea. Así lo han querido sus votantes. Esto implica que o bien hay repetición de elecciones o un gobierno muy débil que cederá ante los independentistas, y no sólo en la investidura, también en cada ley que pretenda aprobar en el Parlamento que contará, presumiblemente, con 171 noes.
El problema es que la UE quiere volver a la disciplina fiscal y eso implica que endeudarse más y a precios más caros no es una buena opción
Hasta aquí el panorama político pero lo que nos ocupa es cómo afectará a la economía. Partiendo de que la incertidumbre siempre es negativa, 2023 en lo económico no cambiará, incluso si gobernara Feijoo; con los actuales PGE en ejecución, una serie de compromisos con Europa para que siga el flujo de los fondos Next Generation y una Eurozona que mira más hacia BCE que hacía a economía real poco puede cambiar en el corto plazo. En España este trimestre será muy bueno por el turismo y las menores presiones inflacionistas pero en el último se espera un repunte del IPC interanual y un empeoramiento generalizado de los datos macro. Tampoco es que las previsiones para 2024 sean muy buenas, incluso a escala global. Las subidas de tipos enfrían la economía pero no lo suficiente como para que los precios bajen y mejore la situación de las familias, por lo que el gasto público seguirá siendo fundamental. El problema es que la UE quiere volver a la disciplina fiscal y eso implica que endeudarse más y a precios más caros no es una buena opción.
Tanto si hay repetición electoral (y sea cual sea el resultado, los PGE de 2024 llegarán retrasados) como si hay gobierno maxiFrankestein, Sánchez se va a enfrentar a la obligación de seguir gastando dinero público tanto para tener opciones electorales si se da el primer caso, como para comprar voluntades de sus socios si se da el segundo. Y, a la vez, presidir una UE que le exige una mayor disciplina fiscal. El contexto será importante, si el resto de países (y recordemos que Alemania, a pesar de estar en recesión ya ha anunciado un recorte del gasto para el próximo año) se toman en serio la reducción del déficit, el que España no lo haga puede disparar la prima de riesgo y las presiones tanto políticas como económicas para un cambio de rumbo en sus políticas, si por el contrario con la excusa de la guerra de Ucrania -por ejemplo- los gobiernos europeos siguen igual, España no desentonará tanto. Ahora mismo en la UE quizás la economía menos ejemplar sea la francesa, con un nivel de gasto público y de deuda enorme y un gobierno que, a la mínima corrección de esos disparates, se encuentra con una respuesta violenta en las calles.
Los tipos de interés más altos también perjudican a las empresas y, en general, a todas las actividades económicas, especialmente a las más grandes y de mayor peso en el PIB
Sánchez no ha querido hasta ahora recortar gasto, más bien lo contrario, y ha intentado no disparar aún más el déficit con una mayor recaudación fiscal. Más impuestos suponen menor crecimiento y que la actividad privada siga pagando cada vez en mayor proporción los excesos del sector público (y de sus empresas deficitarias, por qué no decirlo). Por desgracia, el contexto internacional global no va a ayudar puesto que se reducirá el crecimiento; y los bancos centrales, aunque se supone finalizarán el ciclo de subidas, no las revertirán de forma rápida, por lo que los hipotecados a tipo variable seguirán siendo los que más pierdan poder adquisitivo. Los tipos de interés más altos también perjudican a las empresas y, en general, a todas las actividades económicas, especialmente a las más grandes y de mayor peso en el PIB, que son las que más fondos prestados necesitan. Por tanto, veo difícil que siga aumentando el empleo si las inversiones se reducen, tanto por la inestabilidad política como por el aumento de impuestos y el encarecimiento de los créditos. Como país, España va a seguir disfrutando de las ventajas de los fondos europeos pero eso implicará un mayor compromiso en cumplir con las exigencias de Bruselas, lo que choca con un gobierno que adora el gasto público. Un mayor endeudamiento (en volumen, veremos si la ratio deuda/PIB puede seguir descendiendo alguna décima o no) conducirá a una mayor presión fiscal; es decir, pagaremos casi todos más impuestos, sea directa o indirectamente.
Los mayores problemas económicos vendrán sobre todo del contexto internacional y de las alzas de tipos de BCE y del gobierno dependerá que esos obstáculos no se agraven por una mala gestión de las cuentas públicas. Como el resultado electoral ha arrojado inestabilidad a un menor crecimiento económico se le sumará un empeoramiento de las finanzas del país y de las familias, que sufrirán una presión fiscal (y unos tipos de interés si tienen deudas) más elevada. Es decir, seguiremos perdiendo poder adquisitivo, como lleva pasando desde hace años.
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