Opinión

El año en el que casi todo fue mal

Cada vez más analistas son optimistas con 2023 en renta variable. Aún lo son más en renta fija, ya que dan por hecho que la inflación ya está en bajada

Hay algunas cosas buenas, pocas, que decir del año que se acaba. La pandemia está en retirada y en la mayor parte del mundo se ha vuelto a la “normalidad”, lo cual ha tenido un efecto positivo en el turismo que ha llegado a España. En economía podemos afirmar que, a pesar de la invasión de Ucrania, 2022 ha resultado ser, junto a 2021, un año de crecimiento y de recuperación tras la debacle de 2020. Incluso España, retrasada en su objetivo de volver al mismo nivel de PIB prepandémico, ha crecido más del 4%. Sin embargo, la alta inflación es, a estas alturas, algo tan grave que determina que, incluso en economías donde se ha crecido y se ha creado empleo, el balance del año sea muy negativo. Y eso pasa con España, ya que, como avisamos en marzo, “más allá de las cifras macro, el españolito de a pie no va a notar ninguna recuperación incluso si esquivamos la recesión, debido sobre todo a dos factores: el alza fiscal y la subida del coste de la vida”. Pero hoy toca hablar de mercados.

El año empezó muy bien en los mercados. Aunque la inflación ya estaba claramente al alza desde el verano de 2021, y la Fed en diciembre ya avisó que cambiaría su política monetaria y empezaría a subir los tipos de interés, la mayoría de analistas parecían volver a acertar en sus típicas previsiones optimistas cuando en enero se marcaron máximos históricos en Wall Street. Resultaba incomprensible, dado que es obvio que la liquidez abundante y barata propiciada por los bancos centrales ha sido la principal responsable de las alzas continuadas en la renta variable; que la bolsa continuara subiendo tras el aviso de endurecimiento monetario de la Fed y demuestra, una vez más, que no es cierta su fama de indicador adelantado. En 2020 siguió subiendo cuando la pandemia ya era noticia y afectaba a China, y en 2021 marcó máximos históricos en octubre, cuando ya hacía un año del estallido de la burbuja inmobiliaria.

El Ibex, con gran peso de valores bancarios (a los que beneficia la subida de tipos), sin valores tecnológicos y tras un peor comportamiento los últimos años, ha sido de los índices menos afectados

Las caídas bursátiles se iniciaron ya antes de la invasión rusa a Ucrania pero es evidente que este hecho ha sido clave en el desempeño de 2022, especialmente por su efecto en la inflación. Antes de la agresión, se creía que los IPCs se relajarían en primavera porque los “cuellos de botella” en los suministros (chispa por la que empezó a subir la inflación en 2021) ya se estaban despejando. El encarecimiento de las materias primas, especialmente de las energéticas, tras la decisión de Putin y la respuesta occidental en forma de sanciones, destrozó todas las previsiones. Esto llevó a que se endureciera aún más la política de los bancos centrales. Incluso en julio, y tras 11 años sin hacerlo, BCE subió los tipos de interés, aunque aún los mantuvo en negativo un tiempo más, debilitando con ello mucho al euro, y agudizando más el proceso inflacionista en la Eurozona.

Sin duda las decisiones de la Fed de subir los tipos agresivamente e incluso de reducir balance, retirando liquidez del sistema, han sido los mayores responsables del desplome del Nasdaq tras tantos años de subidas, y en general de todas las bolsas. El Ibex, con gran peso de valores bancarios (a los que beneficia la subida de tipos), sin valores tecnológicos y tras un peor comportamiento los últimos años, ha sido de los índices menos afectados por las caídas. Pero en general, ha sido un mal año en la renta variable, si bien lo más grave para los inversores no es eso, es que no ha habido, aparentemente, otros activos donde refugiarse de la debacle de la bolsa y del aumento de la inflación puesto que, al contrario que en otras crisis, la renta fija ha tenido tan mal desempeño como la variable.

Así es, es uno de los peores años de la historia para los que colocaron su dinero en deuda puesto que invirtieron a rentabilidades ridículas que ahora les generan pérdidas. Incluso los bancos centrales van a perder mucho dinero con sus compras de bonos, a veces incluso adquiridas a tipos negativos. Otras inversiones tampoco han tenido un buen resultado, las materias primas fueron una buena opción durante algún tiempo, pero la mayoría han acabado el año en rojo. Y qué decir de las criptomonedas, de las que sus defensores afirmaban serían un gran refugio contra la inflación: su desplome ha sido histórico, y muchas de ellas han quedado heridas de muerte. Incluso el bitcoin está en duda tras una caída de más del 60% en 2022.

Ha habido excepciones como Banco Sabadell y CaixaBank en bolsa, por centrarnos en el mercado nacional, las estrellas del Ibex con alzas que rondan el 50%, a lo que sumar dividendos

Sin duda, el activo refugio ideal este año ha sido el dólar, y eso que lleva dos meses cayendo. Esto lo habrán notado quienes hayan invertido con sus divisas nacionales en fondos de inversión denominados en dólares. También ha habido otras excepciones como Banco Sabadell y CaixaBank en bolsa, por centrarnos en el mercado nacional, que han sido las estrellas del Ibex con alzas que rondan el 50%, a lo que sumar dividendos cobrados, demostrando que siempre hay opciones para luchar contra la inflación.

Tras los mínimos de comienzos de octubre en las bolsas, y un actual trimestre de recuperación (a pesar del mal diciembre, al menos hasta ahora), cada vez más analistas son optimistas con 2023 en renta variable. Aún lo son más en renta fija, ya que dan por hecho que la inflación ya está en bajada y el actual ciclo de subidas de los tipos de interés acabará pronto. Sin embargo, sigue el pesimismo en las criptomonedas. ¿Acertarán este año los analistas? Mi escenario es que el primer trimestre será malo en las bolsas pero a partir de abril mejorará, y que la renta fija es una buena opción porque a los bancos centrales les preocupará más la recesión que la inflación en 2023, y por tanto dejarán de endurecer su política monetaria. Pero tal y como están las cosas, mejor ir “partido a partido” porque las variables son enormes y, por poner un ejemplo, un posible fin de la guerra en Ucrania lo puede cambiar todo.

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