Y no encuentra contradicción alguna en argumentar lo blanco por la mañana, lo negro al mediodía y lo tornasolado por la noche. Él es Pedro Sánchez y ha hecho de la mentira su mejor y más eficaz arma secreta. Si le convino en su día mentir a los españoles asegurando que no podría dormir tranquilo teniendo a Pablo Iglesias en el gobierno para después pactar tranquilamente y sin despeinarse con el líder comunista ¿qué le va a importar decir hace nada que España no enviaría armas a Ucrania para rectificarse a sí mismo ayer en el congreso y afirmar lo contrario?
¿O es que nadie recuerda la tremenda columna de embustes que el ocupante de la Moncloa nos ha ido soltando desde que accedió al cargo? Eso sí que es un convoy de kilómetros y no el de los camiones rusos que se dirigen hacia Kiev. Porque a Sánchez le importa todo un higo y, como no tiene ideología ni moral, le parece perfectamente lógico decir lo que más le convenga según, so, sobre y tras. Hay quién le ha acusado de pseudo comunista, de agente de Soros, de revolucionario disfrazado con piel de cordero en forma de vencedor de la planta de caballeros de El Corte Inglés, pero se equivocan. Lo que da más miedo de Sánchez, lo realmente horripilante, es que bajo esa durísima epidermis capaz de sobrevivir a lo que sea no hay más que un enorme vacío lleno de humo. No tiene nada dentro de sí, salvo el deseo de perpetuarse sine die en el cargo. Si hasta ahora le han servido los comunistas, los bilduetarras y los separatistas, y ha indultado a golpistas, acercado asesinos y adoptado leyes de ideología woke para ser presidente, perfecto; si ahora, por un cambio de guión, necesita estar a buenas con ese nuevo-viejo PP de Feijoo, tras pactar acuerdos que los populares deberían explicar con mucha calma en cosas tan serias como el Tribunal de Cuentas, dándoles la patada de Charlot a los hasta ahora socios, se la dará.
Sánchez carece del menor escrúpulo y no le detienen ni las barreras del decoro, ni de la ética, ni siquiera de lo que es inteligente en política. Es un puro killer, un superviviente, un político que, al carecer de convicciones, puede jugar todos los palos de la baraja porque le da lo mismo. Esa es la madera de la que están hechos los personajes más dañinos y siniestros de la historia, la falta e empatía con la gente.
Su arma secreta radica su astucia para salir en televisión y vendernos con voz engolada y ese mirar de galán de culebrón la moto que sea: confinamientos anti constitucionales, comités científicos inexistentes, planes económicos de cartulina, ayudas a La Palma que todavía están esperando, entrevistas con líderes que no se han producido, da lo mismo. He aquí el problema auténtico de nuestro país: Sánchez. Da lo mismo las comparsas que puedan acompañarlo, bien por chupar rueda y cargo – Yolanda, Belarra, Irene, pa lo que habéis quedao -, bien por avanzar hacia esa gran coalición que cada vez tiene más seguidores entre los que cortan el bacalao.
Sánchez y su banda. Así lo dijeron Rivera y Girauta en su día, advirtiendo que con el primero no se podía pactar porque no era fiable. Y así ha sido. Sánchez se ha llevado por delante a todos, propios y extraños: Rivera, Iglesias, Casado, Ábalos, Ciudadanos y las ansias de Arrimadas en tocar Moqueta, lo que sea menester con tal de continuar en su despacho. Haría bien el PP en recordarlo. A Sánchez no se le neutraliza ni con huesos de aceituna ni con congresos extraordinarios. Como no prueben buscando contratos… Pero cá. Qué tonto soy, eso no se hace con quien pretendes acabar gobernando. Eso solo se hace con quieres eliminar del mapa político, aunque ahí ya entraríamos en otra historia.
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