La noticia es que Barrabés ha reconocido ante el juez que se reunió con Sánchez y Begoña en Moncloa. Ah, esos dos, qué bonico, no pueden estar el uno sin el otro, que pareja tan enamorada. Así que digo yo que cuando Miss Fundraiser le dijo al juez que a ella que le contaban y Su Señoría, con ánimo pedagógico digno de alabanza y una paciencia bíblica émula del Santo Job, le indició que iba a ilustrarla fue porque Bego tuvo un lapso de memoria. Porque de esas cosicas uno se acuerda. Claro está que puede pasarte como a aquel pelma que, atosigando al compositor Rossini, le dijo “¿Pero no se acuerda usted de mí? ¡Si compartimos en Nápoles un excelente plato de macarrones con trufa en el Palazzo del conde X!” a lo que el padre de El Barbero de Sevilla respondió con una cortesía glacial “¡Cómo quiere que no recuerde aquellos macarrones! A quien no recuerdo es a usted!”. Pues lo mismo le pasa a Begoña, que solo se acuerda de su Pedro y acude a declarar sentadita en un rincón del banco, con vocecita de niña apresada en la casa de la bruja. No sabe de qué le están hablando. Algo similar les deber suceder a los responsables de los informativos de las diferentes cadenas televisivas que hablan poco, poquísimo, de Begoña. Algunas, digámoslo todo, se interesan más, pero vamos, para el escandalazo que supondría el asunto en cualquier otro país, es Bulgaria con V.
Puede ser que no exista mala fe, no lo niego. La televisión, aparte de nutritiva como cantaba Aviador Dro – “Anuncios de galletas policromadas, anuncios de neveras y tostadas, anuncian corazones de batidoras, anuncian la mejor computadora, y es lo que siempre digo, y es lo que siempre dicen, la televisión es nutritiva” – es un lugar óptimo para reflexionar acerca de la falibilidad humana. Hace unos días, sin ir más lejos, la presentadora del Canal 24H Beatriz Pérez Aranda, conocida en los ambientes por sus gazapillos, estaba narrando el chupinazo que inicia las fiestas de San Fermín y, trabucándose, lo llamó “Chuminazo”. Y hace nada, al comentar el atentado de Trump ligándolo con que en París se conmemoraba la Toma de la Bastilla, cambió el nombre a esa cárcel que ni era tan terrible ni albergaba más que a dos presos cuando se la “liberó” como “la pastilla”. ¿Es eso grave? Pues no, son cosas que le pueden pasar a todo el mundo y existen cintas que recogen gazapos de consagradísimas estrellas de la radio y la televisión. Errar es humano, dicen.
Son ganas de especular acerca de por qué Barrabés, Begoña y Sánchez se reunieron en Moncloa.
Por eso no se mosqueen ustedes si en lugar de hablar del caso Begoña se habla del caso Ayuso, o si en vez de opinar en una tertulia acerca de Ábalos, Tito Berni, los puticlús, los güisquises, Koldo y otras cosas de meter se habla de la Gürtel, de Camps o, que Dios la tenga en su Gloria, Doña Rita Barberá. Porque lo mismo da chupinazo que Chuminazo y como dijo ese fino intelectual contemporáneo llamado Patxi López a una pregunta que no le gustaba “¿Y a ti que más te da?”. Lógico, son ganas de especular acerca de por qué Barrabés, Begoña y Sánchez se reunieron en Moncloa. Pues a lo mejor para jugar una partida a la brisca, o para que Barrabés les enseñase lo último en esquíes, que todo es posible en Moncloa. Por lo cual, yo creo que cuando se tenga que citar a la esposa del presidente y a su presente y presunta circunstancia lo mejor sería aludir al tema como el Begoñazo. Y todos contentos. Porque llamarlo chupinazo, y ya no digamos Chuminazo, me parecería de un pésimo gusto. Y aquí seremos muy pobres, pero somos, no lo duden, muy limpios y educaos.
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