Si algo se puede adelantar del 40º Congreso del PSOE de este fin de semana es que volverá a ganar la presidenta de Madrid. El sanchismo se empecina en su obsesión por convertir la capital, y su estatus de gran metrópolis europea, en enemigo a combatir. Con exhibición de ignorancia e ineptitud pretenden hacer pasar por “descentralización” -en el país más descentralizado del mundo junto a Alemania- el despropósito de desperdigar sedes institucionales por el territorio como fórmula de desarrollo.
Desde el soberanismo catalán, La Vanguardia desvela qué se pretende al convertir esta tontería en tema estrella del encuentro congresual: “La descentralización de algunos organismos estatales no resolvería los problemas de fondo, pero podría ser una medida pedagógica”. Eso nos parecía. Lo dicho, gana Ayuso, y que cada cual elija si es por méritos propios o por tener enfrente a quienes demuestran haber perdido el oremus.
El otro relato fabricado es “vuelve el PSOE de siempre”, con Felipe González en el centro de la foto. También se les entiende todo. Escenifican el aval del expresidente a lo que representa el sanchismo. Su bendición al encadenamiento del partido a la fórmula 120+30+40 diputados, según la cual los socialistas solo podrán gobernar si, con la extrema izquierda de matriz comunista y todos los soberanismos plurinacionales, suman mayoría.
Sí, es un absurdo, pero ese es el “pensamiento”. En síntesis, “pactamos con los de ETA los presupuestos porque la alternativa es el fascismo”
La coartada construida, repicada diariamente por el pedrismo mediático, es que esa atadura a fuerzas políticas marginadas en Europa sirve para evitar la vuelta del franquismo. Sí, es un absurdo, pero ese es el “pensamiento”. En síntesis, “pactamos con los de ETA los presupuestos porque la alternativa es el fascismo”. Para hacer digerible el engrudo, se van a hartar de fotos patrióticas y declaraciones acerca de “líneas rojas”, lo que sea para no asumir lo que todos vemos: el PSOE atrapado en el cepo acepta que la política española la decidan quienes tienen como objetivo confesado destruir nuestro Estado nacional. Eso es lo que va a bendecir Felipe.
De lo demás, incluidas las 2.372 propuestas de una ponencia-marco que no sobrevivirán más allá del domingo, poco que contar. Escenificaciones para ocultar lo obvio, que al PSOE lo guían el PNV -ahora toca “la gestión directa de la infraestructura vasca del AVE”- y las falacias soviéticas del Partido Comunista de Yolanda Díaz. Perdido el rumbo, a nadie le importan esos balbuceos sobre “renovar el socialismo democrático” o el “PSOE como referencia de la socialdemocracia en Europa y en el mundo”, incluso su alucinante “economía feminista”.
Tendrán prohibido tratar sobre daños colaterales, como el retraso aún mayor en la recuperación económica de España advertido por el FMI o sobre los datos inaceptables de paro juvenil
En Valencia, los decisivos son aquellos temas de los que han decidido que no se hable, desde sus políticas de alianzas a las cesiones nucleares sobre nuestro Estado constitucional. También tendrán prohibido tratar sobre daños colaterales, como el retraso aún mayor en la recuperación económica de España advertido por el FMI o sobre los datos inaceptables de paro juvenil, récord en la UE, propios de las políticas laborales de una vicepresidenta militante del PCE que llevan al país en la dirección contraria a la de las buenas prácticas europeas. España convertida en la gran anomalía de Europa.
El Partido Comunista le marca el paso al PSOE hacia lo que el sueco-chileno Mauricio Rojas denomina el “equívoco del ignorante”, la consideración del Estado de bienestar como un bien que se mantiene en pie milagrosamente, sin hacer nada. Mucho discurso -y pésima administración- sobre gerencia de la pobreza y nada para mejorar la productividad, nuestra gran carencia como podemos leer en los informes de la OCDE. Con esas compañías nunca se abordarán las reformas urgentes que necesita España, las que los países nórdicos impulsaron hace más de treinta años, o la propia Alemania con la Agenda-2000.
Al contrario, lo que se podrá constatar este fin de semana es un Partido Socialista inhabilitado para preparar al país frente a los desafíos de la cuarta revolución industrial. Lejos de los socialdemócratas alemanes del SPD, que sí forman gobierno será con liberales y un partido verde pragmático, desde posiciones ubicadas en las antípodas del PSOE sanchista -y no hay otro-. Toda la inflamación ideológica que se desplegará en Valencia puede traducirse como “avanzamos hacia el pasado”, en sentido contrario a las socialdemocracias europea renovadas.
En Francia, la izquierda que aquí representan la dupla Yolanda Díaz y Pedro Sánchez va camino de ser insignificante, con una candidata socialista que apenas recoge un 5% de apoyos. Los electores de centroizquierda se alejan de radicalismos ideologizados inútiles. Hace unos días, los electores en Milán -un motor económico similar al de Madrid para España-, optaron masivamente por la socialdemocracia moderada italiana del PD de Enrico Letta, que va camino de ganar las elecciones generales aliado al Movimiento 5 Estrellas, ahora liderado por el prudente Giuseppe Conte. En Reino Unido el Partido Laborista ha empezado a tener opciones cuando se ha librado del radical y anacrónico Corbyn. Todos, en la dirección opuesta a Díaz-Sánchez.
Es un lugar común hablar de la crisis de la socialdemocracia, pero convendría matizar que las que fracasan son las versiones inmovilistas, ideas retrógradas como las que se exhibirán en este 40º Congreso
En diciembre de 2019 Inés Arrimadas presentó su propuesta “vía 221” -por la suma entonces de los diputados de PSOE, PP y Cs- como única salida para acometer los grandes problemas del país. Fracasó, pero hoy se podría afirmar con rigor que esa alternativa ha dado buenos frutos en Alemania, que allí fue derrotado Pedro Sánchez. Es un lugar común hablar de la crisis de la socialdemocracia, pero convendría matizar que las que fracasan son las versiones inmovilistas, ideas retrógradas como las que se exhibirán en este 40º Congreso.
Por las mismas razones, cualquier intento por volver a bipartilandia sería como intentar regresar a un país que ya no existe. Si Pablo Casado ha procesado bien nuestra gravísima crisis de confianza, debería hacerle caso al alcalde de Madrid cuando resalta que la alternativa que se necesita “trasciende al PP”, que muchos les votarán por el riesgo que detectan en el sanchismo. Faltan señales que demuestren que se ha entendido. Algunas como el acuerdo para la RTVE han demostrado que van en la dirección contraria. No sería una buena idea aplicar la vieja gramática PP-PSOE, la de “ahora yo, ahora tú”.
La presencia de González
El PSOE de Sánchez ya no va a abandonar su único manual, centrado en un repetitivo “Ah…pero Vox”. No dan más de sí. Han logrado que en España socialdemocracia se identifique con desastre, y Felipe González, en esta ocasión, no subirá a la tribuna para despertarles con un “¡hay que ser socialistas, antes que marxistas!”. Al contrario, su presencia avala la trayectoria sanchista en sentido contrario a la historia de los socialdemócratas europeos que se adaptaron, la que, como ha demostrado Daron Acemoglu, produce grandes conquistas sociales justamente cuando ignoran a los comunistas.
Prepárate para ver por la tele cómo los socialistas se comen el cebo de la tesis marxista que nunca ocultó que la vanguardia depende de atraer una muy útil categoría de “tontos útiles”. Será en blanco y negro, retransmitido para toda Europa.
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