“'El movimiento es vida;' y es bueno poder olvidar el pasado y matar el presente mediante el cambio continuo.” Julio Verne
Fue el pasado julio cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presentó un proyecto de cartilla covid para que, quienes presentasen anticuerpos, pudiesen evitar las medidas de confinamiento. La propuesta, tan bien intencionada como errónea, provocó las iras de la izquierda, que no dudó en lanzarse al cuello de su pieza de caza mayor, alegando problemas éticos. Cuando volvió sobre la cuestión en noviembre, en medio de la segunda ola, hablaron incluso de que el pasaporte se establecería para “señalar” a las personas con anticuerpos.
Ya sabemos de la obsesión patológica de la izquierda, política y/o mediática, con la discriminación de la derecha; da igual que todas, absolutamente todas las medidas que ha promovido Ayuso para combatir la pandemia hayan sido finalmente adoptadas bien por el Gobierno (recordemos las pruebas en origen para acceder a España, la facilitación a las farmacias de pruebas para cortar la cadena de transmisión, la relajación de las medidas contra la hostelería, tan poco justificadas como generadoras de pobreza, la cuarentena obligatoria para los procedentes de determinados países…).
Si Esperanza Aguirre inaugura más hospitales públicos que todas las demás CCAA juntas, está recortando la sanidad; si Ayuso construye el Zendal en cuatro meses, el único hospital de España dedicado en exclusiva al tratamiento de la covid-19, es que se come mal, sólo sirve para hacer dieta y no tiene quirófanos, aunque los pacientes de esta enfermedad no los necesiten. Y, por una vez que la crítica es fundada, los mismos que gritaban en julio y aullaban en noviembre callan ahora que la propuesta se extiende desde la OMS a Europa, y hasta Simón la recoge con alegría. Sólo esto último ya nos debería hacer sospechar de la bondad de la medida, pues si hay una enseñanza que podemos extraer de esta terrible situación que arrastramos desde hace más de un año es que todo lo que plantea el director del CCAES (Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias) debe ser inmediatamente puesto en cuarentena.
El ejemplo de Israel
Y digo que la crítica a Ayuso, en cuanto al pasaporte covid, era fundada porque no puede establecerse, bajo la excusa de tener una herramienta “meramente informativa” acerca de la inmunización de unos, un sistema que penalice a quienes, bien por voluntad propia, bien por incapacidad de la Administración de suministrarles la vacuna, no hayan sido vacunados. Hoy sabemos, gracias a la campaña de vacunación en Israel, que las tasas de prevalencia de la enfermedad entre los vacunados caen en picado. También sabemos que el propio Israel, con un 80% de la población vacunada con al menos una dosis (frente a un 6% escaso en España), ha empezado a exigir el pasaporte (allí, green pass) para acceder a todos los lugares públicos, desde gimnasios a supermercados. Lo que no sabemos aún es si los vacunados podrían seguir transmitiendo la enfermedad a otros, que, llevados por la previsible relajación de las medidas profilácticas, pongan en riesgo a los demás; nada garantiza, por otro lado, que la vacuna sea efectiva en todos los vacunados, como ocurre con todas las vacunas y como nos recuerda la Agencia Europea del Medicamento. Esto, ya de por sí, supone un importante hito para no emitir el señalado pasaporte.
En segundo lugar, y mucho más importante, es necesario considerar las implicaciones éticas de una medida que divide en dos castas a la sociedad, dos grupos con distintos derechos de movilidad, de acceso a lugares públicos, a los centros educativos, al lugar de trabajo. Todos tenemos ganas de incorporarnos plenamente a nuestra vida anterior, y nadie, o casi nadie, duda de la necesidad de las vacunas en este proceso; pero somos también conscientes de las dificultades en la producción y distribución de las vacunas. Imaginemos, por un momento, un escenario de emisión de pasaportes covid combinado por una paralización en la producción de vacunas, o una caída radical de su efectividad por la aparición de alguna nueva variante que exigiese una reestructuración de todo el proceso de investigación; durante un tiempo, da igual su duración, muchas empresas invertirían en capital humano inmunizado (supuesto que siguiesen estándolo en ese nuevo escenario) en detrimento de quienes no lo hayan sido, abriendo una nueva brecha en el mercado laboral y en la propia sociedad. Son interesantes, en este sentido, los posicionamientos en contra del Consejo Alemán de Ética, este mismo mes de febrero (que han llevado a la canciller Merkel a situarse frente a Macron), así como los anteriores de la profesora Salas de la Universidad de Medicina de Santiago y de la también profesora del Center for Global Health Science and Security de la Georgetown University, Alexandra Phelan, en The Lancet.
Se trata de instrumentos perfectos para controlar aún más a la población bajo el paraguas del Estado, apoyándose en una (falsa) sensación de seguridad y en el miedo a las consecuencias, sin duda terribles en muchos casos, de la enfermedad
Ya no resultan extraños, desgraciadamente, los cambios de criterio de la Organización Mundial de la Salud, que hasta enero mantenía su oposición al pasaporte y en este mes de febrero pasa a considerarlo necesario. Al son de ella baila Fernando Simón, que, ante el regreso de Madrid a la idea en noviembre, se mostraba, cuanto menos, precavido, para abrazarla sin ambages esta misma semana. Los datos médicos gozan de una especial protección legislativa, pues se considera que afectan directamente a la intimidad de la persona.
Y, en una época en que las falsificaciones de los resultados de los PCRs empiezan a ser moneda común, qué impedirá, como me señalaba el Dr. Anchuela, sentarnos en una terraza al lado de alguien que haya mostrado un QR, que puede ser también falso (como están sospechando en Israel, pues es relativamente sencillo cambiar el texto asociado al mismo con un programa de tratamiento de gráficos) y no dice nada sobre cualquier otra enfermedad contagiosa. Al fin y al cabo, se trata de instrumentos perfectos para controlar aún más a la población bajo el paraguas del Estado, apoyándose en una (falsa) sensación de seguridad y en el miedo a las consecuencias, sin duda terribles en muchos casos, de la enfermedad.
Un instrumento para perpetuar las divisiones entre buenos y malos, que distrae el foco sobre la pésima campaña de vacunación y que evita el debate sobre el verdadero problema: la ausencia de pruebas masivas que permitan al ciudadano autoconfinarse ante la presencia de la enfermedad. Tenemos los medios para hacerlo, pero parece que es mejor doblegar libertades antes que doblegar la curva. Lo importante es movernos, y matar el presente con el cambio continuo.
Daniel
Pues no se a que están esperando, nepal, Israel, Grecia, muchos paises estan actuando y tienen protocolos para atraer turistas. Si después de semana santa que es cuando se lanzan los paquetes mayoristas de viajes no tienen un plan para el turismo en verano nos mataremos entre nosotros para ver si nos dejan ir a la playa o a la provincia de al lado. Vamos algo como esta pasando ahora con la nieve, que se pueden hacer pcr y viajes burbuja y poner ciertos condicionantes pero ha sido mejor cortar por lo sano y arrasar con todo el turismo.
Julio Map
Me pregunto qué tendrá que ver la izquierda, o la derecha con esto. Cito textualmente: "la obsesión patológica de la izquierda, política y/o mediática, con la discriminación de la derecha" ¿No somos capaces de argumentar sin recurrir a viejos clichés de "bandos"? Es como decir... si eres de derechas, tienes que aceptar esta propuesta por absurda que te parezca, y si eres de izquierdas y no la aceptas, demostrarás que eres un "obsesivo patológico" (sic.), antes de esgrimir su argumento. Lo cierto es que no se sabe ni si es verdad, ni en qué porcentaje, ni durante cuánto tiempo: - Que los vacunados no contagien - Que los vacunados no puedan ser contagiados. Por otra parte, algunas de estas vacunas (Moderna, Pfizer) no son tales, sino tratamientos experimentales con unos riesgos futuros para nuestra salud MUY ALTOS (prueba de ello es que los fabricantes no han aceptado asumir estos riesgos, y que llevaban AÑOS intentando sin éxito que les aprobaran este tipo de tratamientos, y ahora por fin, con la urgencia, lo han conseguido). En estas condiciones, tratar de establecer un "pasaporte de vacunación" parece un intento económico de forzar a la población a inyectarse estos peligrosos tratamientos, en beneficio de estos fabricantes. Dejemos a la gente en paz, y que decida con libertad! Evitemos un pasaporte de vacunación que no respalda con datos estadísticos la seguridad que promete, pero que sí que se mete en el ámbito privado especialmente protegido de las personas. Ahora dígame si esto es de derechas, o de izquierdas, y si soy o no un "patológico" por expresar en voz alta lo que todos sabemos.
Roberto Gama
El pasaporte vacunal existe, al menos desde los 80. Todos los que viajamos a Asia, África o Sudamérica, saben que no pasabas el control de pasaportes y eras repatriado, sin una cartilla de vacunación ( así se le llamaba aquí), y que incluía entre otras ( dependía del área o país,), y por ejemplo la fiebre amarilla. Yo tengo aun dos en casa. Y por cierto, en la parte de arriba y en español, inglés y francés, pone, organización mundial de la salud, OMS.
Pio Foncillas
Muchos somos los que mantenemos importantes prevenciones sobre la vacunación. Creemos que han faltado pruebas y que se está vacunando con un ensayo que puede producir, a medio y largo plazo, efectos disparatados. Vamos, Talidomida 2.0 Obviamente la forma de doblegar la resistencia es vincular determinadas libertades a obtener un certificado de vacunación. Esto es, dividir la población en dos grupos, los borregoides que exhibiendo su certificado pueden acceder a todo, y los discrepantes a los que se les impide cuanto se pueda. Hay que defender la privacidad de los datos, y el carnet de vacunación, como el de baile, debe ser un recuerdo del pasado, no una previsión de futuro.
Amigos
oportuno y necesario debate
José Alejandro Vara
Un debate oportuno, del que no se habla tanto ahora. Estupenda reflexión