Opinión

El diablo cojuelo asesora a Feijóo

El Banco de España nos obsequió con dos valoraciones de análisis de impacto inusuales en su discurso, y que suponen una enmienda a las propuestas económicas del PP

¿Quién asesora a Feijóo? Sin duda es un misterio. Me inclino por pensar que es alguien que, a modo de diablo cojuelo, tiene un espíritu burlón y travieso cuyo objetivo último es traer de cabeza a su líder. En terminología pepera, sin duda sería un aliado del sanchismo. Es la única manera de tomar en serio ciertos discursos de Feijóo, inconexos, sin un hilo argumental, especialmente las últimas diatribas en torno al bochornoso espectáculo que nos ha brindado el Tribunal Constitucional.

Dos de sus miembros recusados no deberían haber dictaminado sobre su propia recusación, en aras de una neutralidad que en principio, digo en principio, se les presuponía. Pero se las trae al pairo. La argumentación del presidente del Tribunal Constitucional para justificar su no inhibición y su voto a favor de sí mismo en la recusación, pasará a la historia como un ejemplo de inconsecuencia e indignidad.

Pero el diablo cojuelo no podía estarse quieto y para rematar ese espíritu burlón del asesor que se ha colado en Génova, el señor Feijóo demanda elecciones anticipadas. Realmente creo que no son conscientes de la que han montado. Es tal la indignación entre los votantes de izquierdas que han conseguido lo inimaginable, prietas las filas, de manera que si hoy hubiera elecciones anticipadas Sánchez arrasaba y se aproximaría al 35% del voto final. Sánchez, sin duda el tipo más listo y suertudo del hemiciclo, debe estar brindando con champán a la salud de todos ellos, incluido al Diablo Cojuelo que ronda por los despachos de Génova.

La Unión Europea ha llegado a un acuerdo para imponer un tope máximo de 180 euros sobre el precio del gas, emulando la excepcionalidad ibérica que Sánchez y Costa consiguieron en su momento

El problema del histrionismo que rodea al Partido Popular es que el daño reputacional al poder judicial ya está hecho, y es irreparable. Pero también debemos dejar claro que la inmensa mayoría de los jueces esparcidos por nuestra geografía hacen honradamente su labor diaria y que merecen todo nuestro reconocimiento. Ellos no tienen nada que ver con ese grupúsculo de individuos que han copado distintos puestos en las altas magistraturas del Estado, entre ellos el Tribunal Constitucional y el CGPJ, y que con sus intrigas palaciegas son los responsables últimos del descrédito del Poder Judicial.

Donde sin duda ese diablo cojuelo que anda suelto por Génova se la ha jugado a su líder es en materia económica. Esta semana, dos noticias han debido helar la sangre de quienes pululan por la sede del PP. La primera, y que fuimos los primeros en demandar desde estas líneas hace mucho tiempo, la Unión Europea, por fin, ha llegado a un acuerdo para imponer un tope máximo de 180 euros sobre el precio del gas, emulando la excepcionalidad ibérica que Sánchez y Costa consiguieron en su momento. Los países de sur y la periferia lograron vencer la férrea resistencia inicial de Alemania y Holanda. Recordemos que Feijóo y sus muchachos se opusieron a la excepcionalidad Ibérica, proponiendo, a cambio, diferentes dislates.

Pero para mí, sin duda, la noticia económica más relevante de la semana  es que el Banco de España nos obsequió con dos valoraciones de análisis de impacto inusuales en su discurso, y que suponen una enmienda a las propuestas económicas del partido del señor Feijóo. Por un lado, reconoció que las subidas del salario mínimo no han hundido el empleo, y sí han reducido la pobreza. Se une así a la AIREF que, en su momento, pidió disculpas y reconoció públicamente que el alza del salario mínimo no estaba teniendo ningún efecto negativo en el empleo. Por otro lado, el regulador admitió el apoyo de la reforma laboral al consumo en los últimos meses.

Aún me acuerdo de las devaluaciones salariales del señor Rajoy, esas que empobrecieron a la clase trabajadora, especialmente a las familias donde el principal sustentador era una persona joven. En términos simples, las últimas investigaciones académicas echan por tierra la mayoría de los modelos macroeconómicos utilizados por los organismos u oficinas de política económica, y que ignoraban el predominio aplastante del principio de demanda efectiva para explicar las dinámicas de crecimiento e inflación. Un aumento del salario real comporta un desplazamiento a lo largo de la curva de demanda efectiva de trabajo, de manera que acarrea por tanto un nivel de ocupación más elevado.

Un aumento del salario real comporta un desplazamiento a lo largo de la curva de demanda efectiva de trabajo, de manera que acarrea por tanto un nivel de ocupación más elevado

Mientras que para los economistas ortodoxos, dado un gasto autónomo real, existe una relación negativa entre el nivel del salario real y la demanda de trabajo de las empresas, para aquellos que defendemos el principio de demanda efectiva, bajo unos supuestos microeconómicos realistas, existe una relación positiva entre el nivel del salario real y la demanda de trabajo de las empresas. Un aumento del salario real comporta un desplazamiento a lo largo de la curva de demanda efectiva de trabajo, de manera que acarrea por tanto un nivel de ocupación más elevado. Esta relación positiva es paradójica. Lo que es cierto para una empresa, puede ser falso a nivel macroeconómico. Es la paradoja kaleckiana de costes.

Mi intuición me dice que lo que está poniendo de los nervios a la ya de por sí histriónica derecha española es que las cosas en materia económica no van como estimaban sus asesores. Planearon un escenario de recesión económica, al menos táctica, que no acaba de llegar. No solo eso, España es al país de los cuatro grandes de la zona Euro que más crece, y que más va a crecer. Pero además nuestro país tiene la inflación más baja, gracias a la excepcionalidad ibérica en el precio de la luz, y, tras la reforma laboral de Yolanda Díaz, subidas del SMI incluidas, genera más empleo que el resto. Para rematar la faena, la guerra de Ucrania ha dado a España una ventaja energética frente al resto de Europa que por primera vez nos sitúa en el centro, bajo la batuta de otra mujer, Teresa Ribera. Demasiado para Feijóo y sus muchachos.

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