Todos llevamos un analista de coyuntura en nuestro interior. Faltaría más. Todos sabemos cuándo van a empezar las recesiones y cuándo y cómo acabarán. Todos tenemos un especial olfato para identificar diez de cada una de las crisis que nos llegarán. Y algunos tienen la nariz muy larga. Tanta que las identifican a leguas, aunque estas nunca lleguen.
Llevamos un año que está suponiendo una enorme prueba del algodón. Las ganas de contar, de darse a conocer o de hacerse el informado ha llevado a muchos a atreverse con todo; a decir de todo un poco y a criticar, de mucho, bastante. El mundo de la predicción económica no ha sido una excepción. Pero este mundo es un poco exigente y muchos solo han logrado demostrar que confunden deseo con realidad. Que haya quienes vean recesiones por doquier solo se puede explicar porque quieren verla. Otro sentido no tiene cuando yerran a cada hora como un reloj parado.
A pesar de todo ello, el análisis de coyuntura no es tan complejo, y aunque estos meses han supuesto un enorme reto, como expliqué en esta columna no hace mucho, con un poco de formación y sobre todo de mente fría y mucha vergüenza torera, la luz se puede hacer en el interior. Incluso en una crisis como la actual.
En marzo de 2020 sabíamos qué pasaría si se cerraban actividades (en abril no esenciales) y por ello, solo por ello, hubo tiempo para pensar qué hacer y cómo
Ya hace quince meses que iniciamos una crisis excepcional. Una crisis brutal, en lo económico, pero sobre todo y singularmente en lo sanitario. También en lo social derivado de todo lo anterior y por la necesaria obligación de marcar distancias entre nosotros. Desde luego una crisis muy diferente de anteriores. Esta, podríamos decirlo -yo lo he hecho varias veces-, es una crisis creada en una sala de control. Gestionada a golpe de Boletín, tanto en su detonante como en su minimización. En marzo de 2020 sabíamos qué pasaría si se cerraban actividades (en abril no esenciales) y por ello, solo por ello, hubo tiempo para pensar qué hacer y cómo. En este proceso se cometieron errores que creo que hoy, meses después, hemos identificado. Pero también hubo aciertos por parte de todas las administraciones. La mejor de las pruebas de que esto es así es que la economía, con el permiso de las olas de otoño e invierno, se encamina hacia la “normalidad”, sea esta lo que quiera que sea.
Este relativo “control” ha permitido dos cosas que pueden parecer contradictorias, aunque realmente no lo son. En primer lugar, esta “previsibilidad” de cada uno de los actos de esta obra dramática ha permitido adelantar con cierta confianza lo que iba a ocurrir. Sabíamos del destrozo económico en el II trimestre de 2020, y del subsiguiente rebote parcial del III trimestre. Pronto, a finales de octubre y sobre todo en la primera quincena de noviembre, empezamos a comprender que el IV trimestre ya no sería tan positivo. La tercera ola y Filomena hicieron el resto con el I del 2021. Pero por esta misma razón, por observar y medir, sabemos del buen dato que nos traerá el II y III trimestre de este año. En estos casos solo resta saber la cifra.
Y es que, realmente, no es tan difícil. Recuerdo las conversaciones, allá por agosto de 2020, con Ángel Talavera, gran analista de coyuntura (síganlo), sobre si estaríamos puntos arriba o puntos abajo del 15% en tasa de crecimiento intertrimestral del III trimestre de 2020. El error final que cometió fue realmente pequeño, cuando estamos hablando de cifras mareantes. Hasta se ganó una apuesta ¿La razón de su acierto? Porque mirando indicadores y datos y aplicando sensatez y sentido común no es tan complejo, a corto plazo, saber la evolución de un transatlántico como es una economía. Pudiera parecer con esto que comento que le quito mérito. Pero es al revés. El saber hacer matemático y aplicar sus modelos de forma objetiva es exigente. Pero una vez lo haces, consigues acercarte. Por el contrario, cuanto más sesgos descargues sobre tus análisis, más errores cometerás, lo que, por supuesto, no es el caso de economistas como Talavera. De ahí sus aciertos.
Proyecciones a corto
En segundo lugar, el análisis de coyuntura se ha debido enfrentar a una situación novedosa dada la ruptura de no pocas series temporales. Ha habido en cierto modo una “reinvención” en el uso de la información. Aunque yo diría que más bien una oportunidad definitiva del uso de una información ya existente. Excelentes son las propuestas de equipos como el del BBVA liderados por Álvaro Ortiz, y que nos han ido contando la evolución del consumo y de la inversión con sus datos de alta frecuencia. También la información de otras plataformas o de la mismísima Google. Todo ello ha facilitado el acercamiento del analista a la realidad y sus proyecciones en el corto plazo. Quienes no han querido mirar a través de estos datos no han logrado comprender la evolución de la economía.
Como decía, los hay quienes, como en el fútbol, llevan un entrenador dentro y son capaces de hacer cada día la mejor alineación. Hemos visto predicciones y análisis de coyuntura que, si algo han demostrado, es que el arte de hacerla exige un mínimo de templanza. Los ha habido que proyectaban sus deseos más oscuros solo porque debía apetecerles o porque sus sesgos se lo pedían. Del mismo modo que se reían de la capacidad de poner vacunas por utilizar unas proyecciones lineales basadas en la nada, en sus predicciones macroeconómicas lo hacían en cuanto hablaban de cifras de crecimiento. Y al final pasa lo que pasa, que el rey está desnudo.
El análisis de coyuntura implica metodología y muchos ratos con datos y cifras. Deben obviarse en todo momento impulsos y creencias, porque esto te suma o te resta décimas. Solo así se podrá usar este campo del análisis económico para conocer qué pasa y cómo pasa. Solo así no nos sorprenderá, más allá del razonable intervalo de confianza, cuando los datos lleguen y sean diferentes de lo que predijimos. ¡Ah! Y es fundamental tener cuidado con lo que se desea, porque lo mismo no sucede.
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