Opinión

El gordo del prófugo y la lotería del biquiño

Es Navidad. Calles gélidas; personas comprando castañas ardientes y drenando sus cuentas bancarias en tiendas, mientras otras hacen cola en el Do

Es Navidad. Calles gélidas; personas comprando castañas ardientes y drenando sus cuentas bancarias en tiendas, mientras otras hacen cola en el Doña Manolita de turno para que esas cuentas drenadas recuperen la alegría de la abundancia y la despreocupación.

En la tele, un anuncio ñoño, con nieta arisca y caricatura de abuelo, incitaba estos días a jugar a la lotería como acto de entrega amorosa, cuando lo que suele ser es un pago por superar el Fomo (fear of missing out) de que tu colega de trabajo dimita y pase a residir fiscalmente en el extranjero, mientras tú sigues económicamente empadronado en Parla y devienes en amargado crónico.

Hoy en el Teatro Real de Madrid han recibido una llamada de Moncloa pidiendo que no retiren el atrezzo lotero, porque quieren organizar allí una Lotería del Biquiño, que se premia en jispersoncoins; una criptomoneda que emite el goaverno y que se traduce ora en pasta, ora en privilegios varios.

Ha llegado el día del sorteo. En el escenario, los dos bombos dorados y un bombón de 1,80 metros a modo de presentadora, enfundada en un mono también dorado y llamada Lorelai.

De pronto, el bombo grande se abre y aparece un repeinado Albares (ministro de países, que anda entrenando por si nace alguno nuevo en España), trajeado y con pajarita roja, y haciendo el gesto típico de salir de tarta de cumpleaños (brazos arriba, y cruzando una pierna sobre otra). Empieza a sonar el estribillo de la canción Tú premio soy yo. La peña aplaude, Albares se emociona, y pega un brinco mal calculado que acaba en morrazo a los pies de Lorelai; ésta le ayuda a levantarse, y sigue tirando del brazo un rato hasta que se da cuenta de que él ya está en pie.

Salvo este incómodo incidente (zanjado con un “Lo siento. Nunca imaginé que…” de ella y un “Ejem” de él), el sorteo es un éxito; superando en gracejo a los niños de San Ildefonso, la pareja canta los premios en plan:

-cuatromilquinientoooooos ochentaysieeeeeteeee…

-Quincemilmiloooneeeees dejispersoncoiiiiiiiiiiinsss…

Enseñando las bolitas a cámara.

Algunos de los números agraciados son:

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Repartido por España, pero más concentrado en zona vasca y catalana. Compraron décimos los activistas del antiespañolismo (gente que goza quemando retratos del Rey, haciendo trapos de cocina con la rojigualda, o se desgañita pitando el himno en el fútbol) a los cuales el goaverno ha decidido premiar aprobando debatir la despenalización del acoso a España. La suerte esta de desdramatizar aberraciones abre la veda para que personas traumatizadas ideológicamente puedan mofarse de cosas religiosas sin pudor y con ensañamiento. Eso sí; ojo con adornar ciudades con esculturas que homenajean cosas como la familia, que por lo visto los lugareños elegetebeí se mosquean y en vez de monumento, ven kryptonita urbana.

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Vendido principalmente en administraciones de lotería cercanas a zonas hot del jispersonismo, como pueden ser organismos públicos, y empresas e instituciones colonizadas por el goaverno. Los agraciados son personas entregadas a la causa y el premio es económico. A modo de pincelada irritante, comentaremos que el goaverno ha gastado “en lo que va de año, 132,7 millones de euros en salarios de asesores y altos cargos” con los que “se podría pagar tres veces la Ley ELA” (Vozpópuli). A esto hay que añadir los sueldazos que van a percibir los oliveres, condespumpidos, garciaortices, icetas y tezanos varios, colocados a golpe de dedo por Jisperson, para premiar su participación en el Gran Reseteo español.

En las celebraciones televisadas posteriormente, se verá gente en el curro descorchando botellas de champán y declarando entre risas:

- ¡Jo! Al principio te da cosa lo de mentir y desdecirte… Luego llega la nómina y se te pasa… ¿No dicen que es todo por España? Ja ja ja…

Y salen señoras socialistas con el rímel corrido, dando saltitos y gritando: “¡Nadia, monina, eres-mi-heroína!”

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Premio concentrado cerca de cárceles vascas y comprado por presos, allegados, y simpatizantes de ese socio “progresista y democrático” que es ahora Bildu para el Soe. Se han repartido privilegios penitenciarios; alcaldías; sueldos públicos a cargos abertzales que no han saldado deudas económicas con la justicia; y se ha llegado a filtrar información confidencial de víctimas de ETA a la red de apoyo a los presos etarras (según El Mundo).

Pero lo mejor del premio, es la ilusión de saber que la lotería de la amnistía puede caer sobre ellos. Bildu pretende “reivindicar 366 víctimas mortales causadas por ambos Estados y 4.113 casos de tortura practicados por la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Ertzaintza, sufridos por 3.415 personas" (Libertad Digital).

Ahí celebrarán agitando ikurriñas y pasamontañas negros, y saldrá en la tele una señora madura de Mondragón, sin rímel y con pelo cortado a navaja, diciendo agradecida:

-Bueno. A ver. Es que “matar no es un placer para nadie” ¿sabes? Nosotros luchábamos por la democracia y de pronto nos vimos como teniendo que asesinar y eso…

(el verso entrecomillado es de Ternera).

Después vienen pedrea y reintegros, en forma de repentina prosperidad económica. Aquí, dos ejemplos random de premiados colaterales: Los vendedores de cestas de fruta, a quienes les llueven los pedidos para expresar, de manera saludable, la repugnancia que produce la movida de la amnistía; y los fabricantes de banderas de España, desbordados ante la demanda bestial de equipamiento patriótico para los mítines del PUAJ (Personas Unidas Ante Jisperson).

Debajo de la túnica llevan un modelo más íntimo, con tiras de cuero negro y tachuelas, para ejercer de sádicos fustigadores de un goaverno con el que retozan a escondidas

Sorteos aparte, cabría afirmar que los que se han llevado el Gordo con la banda de Jisperson son Puigdemont y sus guerreros. Porque se quitan el traje de prófugos entrullables, para ponerse el frac de cobrador de deudas condonadas; después lucen el disfraz de justicieros far-west de los jueces españoles; y por último el de libertadores mesiánicos del Estado Opresor, que debajo de la túnica llevan un modelo más íntimo, con tiras de cuero negro y tachuelas, para ejercer de sádicos fustigadores de un goaverno con el que retozan a escondidas.

Que tengas la potra de que en tu delictiva vida política se cruce gente tan innoble como la banda de Jisperson, dispuesta a avalar esta grotesca transmutación, (“normalización de los actores políticos“ lo llama el goaverno), cuyo final no es otro que una España fragmentada y pinganillera, es bastante más improbable que el que te toque el gordo de la Lotería de Navidad que, por lo que dice un experto en matemáticas, equivale a “conseguir 16 caras seguidas tirando una moneda”.

Lorelai y Albares se despiden del público emocionados; ella brincando y agitando manitas, y él con diplomáticas reverencias. Lorelai se viene arriba en el manifestar ilusiones, lo abraza y le besa la coronilla. Él mira hacia arriba embelesado. Hay salseo.

De pronto, la presentadora pega un chillido, y él casi infarta; del grito, y de ver algo despistado, grande y peludo, que irrumpe en el escenario con una nota colgando del cuello.

Albares ve una oportunidad de ganar sex-appeal, se acerca al animal, coje el cartelito y lee:

-Soy la perra gorda que le regaló Jisperson a Feijóo. Quiero volver a casa por Navidad.

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