Opinión

El libro de Óscar

No busquen en Wikipedia lo que se cuenta en este libro porque no lo encontrarán. La bibliografía “selecta” de este libro llena catorce páginas, y prácticamente todos los títulos que se mencionan están escritos en inglés.

Hay libros que se leen y se olvidan en una semana, dos como mucho. Y son buenos. Hay otros que duran en la memoria unos meses. Esos son mejores. Pero hay libros, muy pocos, que lo cambian todo, que modifican nuestra forma de ver el asunto del que tratan, que se convierten en referentes indispensables para siempre. Esos son los imprescindibles.

Espero que ustedes sepan perdonar esta apasionada paráfrasis de Bertolt Brecht, pero no se me ha ocurrido nada más atinado para describir El siglo que acabó en sangre, que acaba de publicar nuestro compañero –y mi amigo; estoy orgulloso de eso– Óscar Sainz de la Maza en la editorial Sílex.

Ustedes conocen a Óscar. Tienen el privilegio de leer en este periódico, desde hace ya varios meses, los análisis que escribe sobre política internacional, geopolítica, la situación en el mundo y los desastres que inevitablemente se producen aquí o allá, como si fuesen erupciones volcánicas. Convendrán conmigo –estoy convencido de ello– en que es difícil encontrar a alguien que sepa más de aquello que habla, que esté mejor informado y que domine la asignatura como él la domina, ya hable de las elecciones en Alemania, del Estado Islámico, de las salvajadas de Putin o de las armas que unos y otros estamos enviando a Ucrania para que se defiendan. Pero hay otra cosa igualmente importante: cómo lo cuenta. Es muy, muy difícil encontrar a alguien que cuente todas esas cosas y que escriba mejor.

Pero quizá ustedes no sepan que Óscar Sainz de la Maza, que se graduó en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, da allí clases de yihadismo, como él bromea algunas veces. Obviamente no explica a los alumnos cómo hacerse yihadistas, sino que analiza cómo, cuándo, dónde y por qué surgieron (y es de temer que sigan surgiendo) esos movimientos de terrorismo religioso que llevan décadas espeluznando al mundo. Ese es el germen de este libro. No es el primero que escribe, desde luego: hace siete años, cuando era poco más que un crío, ya publicó su Breve historia de Entreguerras en la editorial Nowtilus. Pero esto es otra cosa.

No podría decir cuánto tiempo le ha llevado a Óscar terminar esas apasionantes 600 páginas… de las cuales ha cortado casi una tercera parte, por razones estrictamente editoriales. Yo creo que deben de ser, como mínimo, tres años. Durante todo este tiempo Óscar ha sido un hombre a un ordenador portátil pegado. Este libro ha ido naciendo en bares, cafeterías, parques, archivos y bibliotecas, yo qué sé. También en su casa, como es natural. Y esto lo sabe muy poca gente: también en la mía. Óscar llamaba por teléfono y decía una frase mágica: “¿Hacemos redacción esta tarde?” Yo trabajaba aquí, en la salita; él abría su portátil sobre la mesa del dormitorio y así se nos pasaban las horas, cada uno a lo suyo. Hasta que al final, ya de noche, asomaba la nariz y decía: “¿Me dejas que te lea un trocito de lo que acabo de escribir?”

O cuando lean el prólogo, donde se explican los seis pasos que cualquier loco común tiene que dar para convertirse en terrorista. Es sencillamente apasionante

Yo, naturalmente, no podía decir que no, aunque siempre he preferido leer con mis ojos y ponerle mi propia voz a lo que leo, pero esa es una de las claves de este libro: la eficacia, la sonoridad, la –por qué no decirlo– belleza narrativa. Cuando ustedes lean el principio del primer capítulo; es decir, cómo cuenta Óscar el espantoso atentado que se produjo en La Meca el 20 de noviembre de 1979, cuando un grupo de salafistas tomó el lugar más sagrado del Islam durante dos semanas, entenderán lo que ahora digo. O cuando lean el prólogo, donde se explican los seis pasos que cualquier loco común tiene que dar para convertirse en terrorista. Es sencillamente apasionante. De esas casi 600 páginas podrían salir, sin cambiar gran cosa, varias novelas o varios guiones cinematográficos, porque Óscar Sainz tiene el raro don –esto ya lo saben ustedes por sus artículos– de hacer que veas, que huelas, que oigas, que sientas el tacto de lo que te está contando. De ahí su pertinacia, o quizá contumacia, en leer en voz alta páginas y páginas, hasta comprobar que sí, que aquello sonaba como tenía que sonar. Fueron días muy hermosos.

No busquen en Wikipedia lo que se cuenta en este libro porque no lo encontrarán. La bibliografía “selecta” de este libro llena catorce páginas, y prácticamente todos los títulos que se mencionan están escritos en inglés. Los archivos consultados son innumerables, lo mismo que las entrevistas personales que el autor ha hecho.

Está todo: desde las muy variadas especies y subespecies de yihadistas y salafistas a los Patriotas Cristianos, desde los zumbaos japoneses que asesinaban gente en el metro con gas sarín hasta los desquiciados de Waco, que se llamaban a sí mismos “davidianos”. Todos tienen algo en común, y yo creo que eso es lo que Óscar Sainz quería contar: el origen de sus crímenes, la génesis de su demencia está en su modo de entender la religión. Eso es lo que ha llenado el mundo de sangre en los últimos cincuenta años.

La religión, todas las religiones, se inventaron para dos cosas. La primera, explicar por recursos mágicos aquello que entonces no era posible explicar de otra manera, como muchos fenómenos naturales. La segunda, convencer a los fieles de que es posible vencer el hecho ineluctable de la muerte y confiar en “otra” vida. Esto era una evidente fuente de esperanza, de amor y de paz para millones de personas, pero es evidente que las religiones, o por mejor decir las “confesiones” o “iglesias”, sean cuales fueren, pronto se convirtieron en estructuras de poder que llegaron a controlar a los propios Estados. Pasó con el cristianismo durante muchos siglos (en gran parte de Europa, desde el siglo IV hasta el XIX) y pasa ahora con el Islam en buena parte del mundo.

La especie humana, desde el Neolítico para acá, no registra ninguna calamidad, ninguna peste, ningún desastre ni guerra que hayan sido tan letales como las provocadas por el odio de unos creyentes hacia otros

Cuando las creencias religiosas, o pseudo-religiosas, dejan de ser fuente de esperanza, de paz y armonía para las personas, y se transforman en estructuras de poder que rivalizan entre sí, es por completo inevitable que corra la sangre. Ninguna idea creada por el hombre ha causado tantas muertes en la historia como las diferentes (y enfrentadas) maneras de entender a Dios, como la locura que genera el fanatismo religioso. La especie humana, desde el Neolítico para acá, no registra ninguna calamidad, ninguna peste, ningún desastre ni guerra (salvo, claro está, las interminables “guerras de religión”) que hayan sido tan letales como las provocadas por el odio de unos creyentes hacia otros.

Óscar Sainz, en este libro apasionante (que, sin la menor duda, se convertirá en un referente indispensable para todo lo que se escriba después sobre terrorismo), no lo cuenta todo. Se limita a un periodo relativamente breve de tiempo, casi diría que el periodo en el que muchos de nosotros hemos vivido. Pero ya prepara algo así como la “historia universal del terrorismo” en tiempos anteriores. Aún no sabe cuántos libros más serán: puede que dos, puede que tres.

Pero la primera entrega es espectacular. No dudo en calificarla de obra maestra, aunque solo sea porque nadie se ha atrevido nunca a intentar algo así… y porque el resultado final no es un “tocho” como hay tantos por ahí, perfectos para calzar un camión en una cuesta, sino un verdadero placer para el lector. Por lo que cuenta, desde luego, pero sobre todo por cómo lo cuenta.

Así que me ratifico: este libro es de los imprescindibles.

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