Las tribus del independentismo se preparan para adaptarse al post-sanchismo. Descuentan ya el hundimiento de Pedro Sánchez y piensan en alternativas de chantaje a la presidencia de Alberto Núñez Feijóo. Como el escorpión no pueden evitarlo, está en su naturaleza. Habrá que prestar atención al encuentro previsto durante este mes entre el candidato y el nacionalista Andoni Ortuzar, anuncio de la nueva etapa política.
Si hubiera que perfilar al presidente del PNV, serviría la silueta del orondo jeltzale acompañada de esta leyenda de viñeta :”¿Los vascos, españoles? ¡Ni por el forro!”. Miente, y lo sabe. El euskobarómetro señala, una y otra vez, que los vascos masivamente se sienten españoles. Contra esa evidencia, no han tenido inconveniente en aprovecharse de los instrumentos del Estado autonómico para crear estructuras de Estado “propio”. Lo que hubiera sido imposible sin la connivencia del PSOE.
Ahora el secesionismo se prepara para resituar la técnica de “el árbol y las nueces” ante el final del chollo sanchista. Nadie lo anticipa mejor que, por supuesto, La Vanguardia. Su subdirectora Lola García lo editorializaba hace unos días con el título Feijóo hablará euskera. Se le debe agradecer la sinceridad. Apuestan para la nueva etapa por una reedición de los tiempos en los que José María Aznar hablaba catalán en la intimidad. Una versión atemperada del “unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”. En fin, el chantaje habitual.
La agresión sanchista al sentimiento de pertenencia compartido por los españoles representa una suerte de crimen de lesa patria
Hasta la fecha, Feijóo ha mostrado señales de que a ese pasado marcado por las cesiones del bipartidismo no se puede volver. Veremos. No será fácil gestionar la herencia más tóxica que Sánchez y el PSOE dejan al país. La agresión sanchista al sentimiento de pertenencia compartida por los españoles representa una suerte de crimen de lesa patria. No parece que vaya a ser banalizado por los electores, como ya anticiparon en Madrid y Andalucía. Aciertan. La historia demuestra que los países en los que se debilita la cohesión nacional sufren las consecuencias con un deterioro asegurado de su bienestar. Sobran ejemplos.
Muchos estudios, como los del economista británico Paul Collier -El futuro del capitalismo- demuestran que la solidaridad social y territorial se resiente cuando se rompe el círculo de obligaciones recíprocas de una nación. Como pago por el apoyo recibido de quienes actúan como enemigos absolutos de la solidaridad nacional entre españoles, el PSOE ha corrompido los fundamentos éticos que llevaron al Estado de bienestar en Europa, y lo hacen sostenible. Esta herencia de Sánchez afecta a inversión, crecimiento económico, y a la solidaridad social y territorial. Sus encajes con los del “en España hay ocho naciones, Murcia, no” provocan los resultados inocultables del desastre, liderazgo español en el índice de miseria incluido. La degradación institucional siempre tiene consecuencias económicas.
De esa herencia tóxica que deja Sánchez nace el mayor desafío de Feijóo. Para que se haga cargo del miura le van a votar una mayoría de españoles. Para recuperar políticas pragmáticas evaluables por resultados, deberá antes despejar el terreno de emociones tribales de las que ha vivido políticamente el conglomerado sanchista. Peligrosas “identidades asesinas”, como las denomina Amin Maalouf en referencia a la descomposición nacional del Líbano. Al hermano de Pasqual Maragall le movían esos impulsos cuando gritaba en el Parlamento catalán “Cataluña siempre será nuestra”.
Donde una vicepresidenta anuncia un otoño caliente contra el propio gobierno, y contra las cuentas de resultados de las empresas españolas -Yolanda Díaz dixit-
Para liderar la restauración nacional, Núñez Feijóo deberá enfrentarse a un legado de despropósitos . A un circo en el que el propio Gobierno espanta la inversión con declaraciones al modo argentino-kirchnerista sobre supuesta falta de independencia judicial en España -Echenique dixit-. Donde una vicepresidenta anuncia un otoño caliente contra el propio gobierno, y contra las cuentas de resultados de las empresas españolas -Yolanda Díaz dixit-. Por no hablar de las inconsistencias bochornosas de la ministra de Educación Pilar Alegría, en un país con la productividad bajo cero.
A la vista de la geografía electoral en Europa, está por ver si España se ubica en la zona de los países que han logrado mantener alejados del poder político a extremismos de derecha e izquierda. Si vamos con los nórdicos, alemanes, franceses o portugueses, y otros, o seguimos atrapados en la maldición populista, como la mayoría de los países latinoamericanos. Y ahora también previsiblemente Italia, por la apuesta sanchista del socialdemócrata Enrico Letta al optar por socios radicales y rechazar a los más moderados para las próximas elecciones.
Las “cámaras de eco”, los poderosos instrumentos mediáticos de repetición de la propaganda oficial, están perdiendo eficacia en su rol de falsificación de la realidad
La contundente mayoría que Feijóo necesita depende de reproducir el proceso andaluz y convencer a un 20% de los votos antes socialistas. Las encuestas marcan esa tendencia. Son electores que, ante la situación de riesgo extremo que vive la Nación, demandan patriotismo, es decir, exactamente lo contrario de nacionalismo. El Partido Socialista los pierde porque, como Letta, ha optado por el bloque de la radicalidad, y la trampa de las emociones movilizadoras se les agotó. Las “cámaras de eco”, los poderosos instrumentos mediáticos de repetición de la propaganda oficial, están perdiendo eficacia en su rol de falsificación de la realidad.
Las manipulaciones empiezan a sonar ridículas. Me asombra el inefable “profesor Bernardos”, el que hace catorce años animaba en TVE a comprar vivienda cinco minutos antes de que estallara la burbuja, porque, si suben de precio es “porque lo valen”, sostenía. Se multiplica estos días por todas las televisiones y, presentado como un “sabio profesor”, anuncia el hundimiento económico de Alemania que, dice, arrastrará a España, cuya economía iría viento en popa según sus datos. ¿No hay un Colegio de Economistas?
Nada evitará esa fuga de electores. Al menos, en tanto Feijóo ignore los consejos de quienes, en su sector político, no pueden escapar de un modelo mental que divide a los electores en dos bloques monolíticos, izquierda y derecha: guerracivilismo permanente del que siempre sacan partido PNV y compañía. Si asume el desafío de recomponer la cohesión nacional demolida por la política sanchista, de poco servirán los cacareos mitineros organizados por el director de gabinete Oscar López. Solo serán minutos basura.
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