Opinión

El milagro griego

A Zarzuela se le escapó que la televisión griega difundiría una secuencia que abrió los informativos españoles: los dos besos y la caricia afectuosa en la espalda de Felipe VI hacia su padre

Miro y remiro las imágenes. Esos tres instantes, elijo tres, que hacen que ya todo en este 2023 sea posible, hasta lo que, aparentemente, parecía imposible. El primer video para la sorpresa, que ha ocupado minutos y minutos de tertulias, el de la Reina Letizia saliendo, sonriente y del brazo de Marie-Chantal, de un restaurante de Atenas. Por delante, conversando, Felipe VI y su primo Pablo de Grecia. Alrededor, periodistas, cámaras, frotándose las manos por poder captar ese momento, uno de los más buscados, sin duda, del adiós a Constantino, aunque no el único. Días después, observo la secuencia con detenimiento y sólo consigo articular una frase: “vaya marrón”.

No descubro nada nuevo si digo que, por norma, los funerales son -permitidme la expresión- bien jodidos. Por todo lo que suponen, desde luego, pero también porque hay algunos a los que no puedes faltar y, sin embargo, preferirías no tener que acudir para evitar encontrarte con según y qué pariente. Ocurre en las peores y en las mejores familias, aquí no hay clases que valgan. También ha pasado en ésta, en la familia Real que vive, precisamente, de aparentar lo que ya muy pocos creen, probablemente, ni siquiera ellos mismos si tenemos en cuenta la supuesta razón por la que la Princesa Leonor y la Infanta Sofía no habrían acudido a este adiós: “Su madre no quiere que se les fotografíe con su abuelo don Juan Carlos”. Es lo que elucubra la prensa, sin embargo, nadie excepto ellos, sabe ni sabrá nunca lo que ocurre puertas adentro de palacio.

¿También ahora habrá mostrado nuestra Reina su verdadera cara al aparentar esa complicidad con la mujer que tuvo la osadía de criticarla abiertamente?

Qué sabe nadie -que cantaría Raphael- de su verdadera vida. Tampoco conoceremos cómo se gestó, lo que hay detrás de esa imagen del presunto perdón entre estas primas políticas -doña Letizia y Marie-Chantal- de procedencia antagónica y unidas por el amor a dos hombres que fueron inseparables en su juventud. Hace ya cinco años, dicen, que la relación de estas dos mujeres se fue al garete cuando después de aquella inolvidable misa de Pascua en Palma de Mallorca, la esposa de Pablo de Grecia dilapidó la relación al cargar, vía Twitter, contra Letizia: “¡Ninguna abuela se merece ese tipo de trato! Ha mostrado su verdadera cara”. ¿También ahora habrá mostrado nuestra Reina su verdadera cara al aparentar esa complicidad con la mujer que tuvo la osadía de criticarla abiertamente? ¿Cuánto de pose hay en todo esto? Mucho, me temo. En cualquier caso, insisto, “vaya marrón”. Porque me imagino en un sepelio y -lamentablemente he tenido que asistir a alguno recientemente- cogiendo de la mano a alguien a quien puedo llegar a detestar y, la verdad, no me veo capacitada, ni hay cargo que lo merezca.

Un Rey emérito que se aferra a dos de sus hombres de confianza entre los que no hay nadie de su familia. El paisaje, de fondo, parece boscoso quizá como el aire que se respira

“Qué mentiras nos meten”, me dice mi madre al teléfono mientras comentamos la jugada. Tantas, que la siguiente imagen que procedo a destacar es una de las publicadas por la propia Casa Real. Parece espontánea, pero está -como todas- estudiada hasta el extremo. De escenario, el cementerio de Tatoi. En primer plano, en el centro, un Felipe VI que sujeta a su madre, a la izquierda de la fotografía. Doña Sofía lanza una mirada que sugiere consternación hacia su nuera, quien prefiere poner la vista en el suelo arenoso mientras camina a la derecha de su esposo. Detrás, ligeramente encorvado y casi desenfocado -como en la vida- un Rey emérito que se aferra a dos de sus hombres de confianza entre los que no hay nadie de su familia. El paisaje, de fondo, parece boscoso quizá como el aire que se respira.

¿Publica Zarzuela esta instantánea en un intento más por marcar distancias con una fortuna de dudosa procedencia, con la oscura sombra del que otrora fuera un monarca campechano? El caso es que se le escapa a la institución que, al día siguiente, la televisión griega difundirá una secuencia bien distinta que abrirá informativos españoles: el video de los dos besos y la caricia afectuosa en la espalda de Felipe VI hacia su padre. Tres años llevábamos sin ver un gesto así entre ambos. ¿Eran conscientes de que les estaban grabando o sabían que no había medios españoles y que estaban, tal vez, “fuera de peligro”?

Entre tanta pregunta y tan poca respuesta sólo una frase me viene a la cabeza. La rescato del libro Años Luz, de James Salter y dice que “hay, en realidad, dos clases de vida (…) la que la gente cree que estás viviendo y hay la otra vida. Es esta otra la que causa el problema, la que anhelamos ver”.

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