Opinión

El oxímoron Seguridad-Sánchez

El PP impide que prosperen las enmiendas de separatistas y bilduetarras a la ley de Seguridad Nacional. Pretenden pactar con Sánchez. No han aprendido nada. O sí

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Si existe una palabra que define la esencia de Sánchez, tanto como político como individuo, es la inseguridad que generan sus actos y sus palabras. Nadie puede sentirse seguro al lado de quien miente patológicamente, que no duda en sacrificar a quien sea si en ello encuentra beneficio propio y que solo considera relevante lo que afecta a su persona. Esto lo sabemos todos, incluso quienes callan o lo niegan. Sánchez no es de fiar. Es empírico, demostrable, y, por tanto, no opinable. Otra cosa es que cada uno haga con esto lo que mejor le parezca. Habrá quien lo obviará por interés y no pocos por la idiocia que se ha propagado entre el votante del PSOE. Pero, insisto, Sánchez no es de fiar.

¿A qué viene, entonces, señor Feijoo, darle un balón de oxígeno a Sánchez ayudándole a que sean rechazadas las enmiendas que presentaron a la ley de Seguridad Nacional Esquerra y Junts, avalados por el PNV y EH-Bildu? Usted podrá decir, y eso no se puede negar, que todo lo que puedan hacer esas formaciones merece la oposición del principal partido de la oposición. De acuerdo. Separatismo y seguridad nacional son otro oxímoron como la catedral de Burgos. Pero eso no es óbice para que le siga preguntando, ¿de verdad espera usted pactar con Sánchez, como ha manifestado doña Cuca Gamarra dicha ley? ¿En serio? ¿No ha comprobado usted que con Sánchez no se puede ir ni a heredar y que es un auténtico fumista sin palabra?

Porque esta no es una ley cualquiera, y es menester que lo sepan los españoles. En ella se recogen las atribuciones que puede detentar el presidente del gobierno en caso de una situación que ponga en riesgo la seguridad nacional, verbigracia, la pandemia que sufrimos. Le recuerdo que Sánchez lo que hizo fue declarar estados de alarma ilegales, según el Constitucional, mantener cerrado el parlamento a diferencia del resto de países, banalizar el virus con consignas infantiles, decir que existían comités científicos que jamás tuvieron el menor viso de realidad, errar en la compra de material sanitario, traspasar la gestión a las comunidades autónomas – algo recordará de esto, me figuro – vaticinar sin éxito al menos en dos ocasiones el fin de la pandemia y, no en menor grado, arruinar a cientos de miles de empresas pequeñas y medianas que jamás vieron un euro de la ayuda prometida teniendo que pagar, sin embargo, todos los impuestos religiosamente. Como los habitantes de La Palma. Como los gasolineros. Eso, por no hablar de otros asuntos como los indultos a los golpistas, desaconsejados por la justicia, los acercamientos de criminales etarras a su tierra y la lenta y silenciosa excarcelación de estos, la sucesiva apropiación de órganos del estado imprescindibles como la Fiscalía General o ahora el CNI.

¿Cree que tener sentido del estado es sentarse con este sujeto a pactar algo tan grave y tan importante como son las atribuciones del presidente cuando la nación sufre grave peligro? Si lo cree es señal de que todavía no ha comprendido usted la naturaleza del mal que está gobernando España. Y si lo ha comprendido, pero insiste en lograr un acuerdo, peor, porque sería señal de que usted forma parte de ese mismo mal. Lo que sentiría enormemente, se lo digo con mi mayor respeto y dolor. Aunque, eso sí, sin la menor sorpresa.

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