No voy a hablarles (aunque me encantaría) de la oscarizada The Piano (1993, Jane Campion; Nueva Zelanda), ni de su estupenda banda sonora compuesta por Michael Nyman. No. En su lugar, querría traer a colación las palabras de un buen amigo y reputadísimo oftalmólogo quien, hace unos días, me inspiró y animó a acometer estas líneas.
Fue él, quien, ante la actual situación de los cada vez más recurrentes y sistemáticos ataques a las instituciones -sustancialmente a la Justicia- por parte del ejecutivo de Pedro Sánchez, me recordó que ya no cabe la inacción; el quedarse callados; el permanecer inertes mientras el piano, caído de la terraza, se dirige directa e inevitablemente a impactar sobre nuestras cabezas. Hay, por tanto, que caminar, moverse, para evitar que la trayectoria del piano despeñado nos termine alcanzando de un modo u otro.
Cada uno de su forma o en función de sus capacidades y/o recursos. En mi caso, a través de estas humildes líneas por medio de las cuales únicamente pretendo hacer llegar un mensaje simple, pero que tiende a olvidarse: que manosear a la Justicia nunca es buena idea. Que jamás lo ha sido y menos aún hoy, pues transmite una idea peligrosa a la sociedad: la de su desprestigio
y, por consiguiente, la de la falta de confianza en que aún es posible acudir a la Administración de Justicia en busca de una respuesta objetiva, equilibrada, proporcionada, igualitaria y, sobre todo, justa ante los ataques que hayamos podido sufrir, ya sea como ciudadanos individuales o como sociedad en su conjunto.
Ya no cabe la inacción; el quedarse callados; el permanecer inertes mientras el piano, caído de la terraza, se dirige directa e inevitablemente a impactar sobre nuestras cabezas
Por tal razón, nunca es buena idea indultar a los tuyos, o a quienes te apoyan; y, menos aún, amnistiarles. Esto devuelve a la ciudadanía, como lógico reflejo, la imagen de que para ciertas clases de personas (los políticos en particular) no existe la Ley penal, puesto que tienen el privilegio de que, si optan infringirla, bien se les dejará sin efecto la condena (indulto), bien -y lo que aún es peor- se borrará y eliminará de los archivos y de la memoria colectiva (amnistía).
Si lo anterior resulta difícil de explicar, y más de justificar, todavía lo es más que alguien pueda llegar a comprender -y aceptar- que se haya permitido que los beneficiados por la amnistía hayan participado en la redacción de la norma, imponiendo su contenido, alcance y condiciones para su aplicación. Y, por mucho que se haya insistido en lo contrario por parte del gobierno y de algunos sectores mediáticos, esta circunstancia es inédita tanto en España como en el resto de los países serios y democráticos que nos rodean.
Como puede apreciarse, el escenario es bastante desolador para aquellos que, pese a todo, todavía creemos en la Justicia y en quienes la administran, muchas veces en condiciones de falta de medios materiales y humanos. Y ahora hay que añadir a este panorama el que el ejecutivo haya incorporado a su ideario, y use como soflama, el conocido como lawfare, que no deja de ser un mal eufemismo para referirse a que, según ellos, los jueces de este país cometen en su contra delitos de prevaricación.
Esto introduce en el ideario colectivo que una parte de la Judicatura en España dicta sus resoluciones en función de un determinado sesgo político y que, obviamente, se hace en claro perjuicio del que lo denuncia, buscando que los ciudadanos lleguemos a creer que si un Juez cualquiera, o un magistrado del Tribunal Supremo, tiene la osadía de investigarles a ellos, sus familias, conocidos, amigos o miembros del partido, es sencillamente porque persiguen socavar al partido del que forman parte.
El escenario es bastante desolador para aquellos que, pese a todo, todavía creemos en la Justicia y en quienes la administran, muchas veces en condiciones de falta de medios materiales y humanos
No se duda tampoco en retorcer el lenguaje jurídico para adaptarlo a los intereses propios y espurios, aprovechando la proverbial falta de cultura jurídica de la que adolece España. Ahora, y según la interpretación que al parecer debe seguirse, los investigados no poseen tal condición hasta que son llamados a declarar, sin importar que, en realidad, si a usted o a mí nos denunciaran y el Juzgado incoase un proceso penal por entender que existen indicios de la comisión de un delito cualquiera, inmediatamente pasaríamos a tener la condición de investigados. Pero al parecer eso no aplica en el caso de que uno sea la mujer, el hermano o el compañero de bancada de alguien del partido.
El piano sigue cayendo y, día a día, está un poco más cerca de impactar sobre nuestras cabezas. Cuando lo haga, no habrá vuelta atrás, ya que el choque provocará que nuestras ideas se desparramen inevitablemente por el suelo. Quedaremos entonces yaciendo, inmóviles, con los ojos clavados en ese piano y nuestros recuerdos de una vida distinta, sin confrontación, de respeto a las instituciones y de ausencia de ese insoportable ruido de fricción, se desvanecerán lentamente según nos apaguemos a la vez que nos preguntamos por qué no nos apartamos; por qué no nos movimos. En definitiva, por qué no hicimos nada.
Víctor Sunkel es abogado.
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