Opinión

El próximo errejonazo será en la comunidad gay

La corrección política impide destapar casos de abuso en ambientes LGTBI+

Durante la próximas semanas, un montón de hombres heterosexuales van a temer ser el próximo en la picota de las denuncias por acoso y agresión sexual. El inminente libro de Cristina Fallarás, No publiques mi nombre, alimentará especulaciones y animará a más mujeres a airear sus presuntos abusos, convirtiendo a los medios de comunicación y a las redes sociales en tribunales paralelos. Entre toda esta vorágine, he vuelto a pensar en una pregunta que no nos hacemos suficiente: ¿por qué no ha habido un Me Too en la comunidad LGTBI+? Las posibilidades son varias: ¿tiene ese sector social relaciones más respetuosas? ¿gozan de mayor equilibrio mental? ¿O simplemente no afloran los casos porque sacarlos a la luz sería ‘dar argumentos a los homófobos’?

Cuando comenté a una amiga que iba a escribir esta columna, intentó disuadirme con el argumento de que sería muy contestada y -sobre todo- que un heterosexual no era la mejor persona para poner esta cuestión incómoda encima de la mesa. Por supuesto, tiene razón, pero el conflicto de que hablamos tiene una carga de profundidad con alcance general: si todos los hombres somos violadores en potencia, ¿por qué esa nube de silencio sobre la comunidad gay? La corrección política ha conseguido que informar sobre cualquier aspecto negativo de la comunidad gay sea considerado un ataque a su existencia, lo que al final encubre a los agresores y desprotege a las víctimas.

"Un político activista del PSOE me insistía en quedar para drogarnos con él y un amigo suyo. Como no quise, se puso muy violento y acosador", explica una víctima de acoso sexual y laboral

Lo que no podrá reprochar nadie, especialmente en estos días, es que me haga eco de denuncias y malestares del colectivo en la red X: "Me quedaré solo. Seguiré gritando al aire desde el dolor. Pero ojalá el siguiente melón que se abra sea el de los dirigentes homosexuales que actúan exactamente igual (que Iñigo Errejón). Y con mayor impunidad, porque aún no está socialmente mal visto", escribe Alejandro Gesto, que trabaja en el mundo de la comunicación política. El resultado de su tuit dejó sorprendido a su autor: "No suelo pasar de los dos o tres 'me gusta', así que no era más que otro tuit de puro desahogo, desde la rabia y el dolor que me produce ese tema. Sin embargo, he recibido muchos comentarios e incluso insultos en ese sentido. También se ha repetido el ‘no tires la piedra y escondas la mano’, como si todo fuese tan fácil. ¿Qué necesidad hay de hacernos daño entre nosotros?", comparte, antes de reconocer que este es un asunto que le tiene yendo a terapia hace muchos años.

El precio de negarse

Las respuestas son reveladoras. Alguien cuenta el caso de un amigo suyo, que rondaba los veinte años, acosado por un famoso director de orquesta que pasaba de los cincuenta. Directamente le dijo que "si se pasaba por su casa (guiño guiño) le enchufaría en el coro del Teatro Real". Otra explica que "en ciertos ambientes lésbicos hay mucha “mamá piquitos” que se encarga de marcar territorio y acostarse con gente que no podrían si no fuera posición de poder". También hay quien comparte el precio de negarse: “Currando en la tele, tuve primero una insinuación, luego un tocarme por todos lados, luego un tirarme la boca y agarrarme la cabeza... en ese momento yo me hice el tonto y le pedí a alguien que me sacara de ahí. Luego me mandó directamente fotopolla. Y un día me dijo que ‘nunca vas a llegar a nada’”, denuncia.

Terminamos con otro testimonio que confirma que Sumar no es el único partido donde se producen este tipo de abusos: "Solo diré que hay un político activista del PSOE que hace tiempo me siguió en mi antigua cuenta de Instagram y me habló y me insistía en quedar para drogarnos con él y un amigo suyo. Como no quise, se puso muy violento y acosador", explica. ¿Estallarán pronto este tipo de casos? "Los del colectivo sabemos que mucha gente actúa con impunidad. Es hora que se empiece a hablar", anima otro usuario. ¿Hasta cuándo permitiremos que la corrección política deje sin defensa a las víctimas gays de abusos?

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