Ucrania forma parte de esa franja de territorio que separa Asia de lo que llamamos Europa, desde el Báltico hasta el Mar Negro y que ha estado bajo la influencia de Moscú desde la caída del Imperio Otomano, época en la que Kiev era centro de poder. Esta realidad histórica y geográfica, que se ha visto alterada en la era post soviética de terror y miseria por una mayor influencia del próspero Occidente, desde que el muro de Berlín fuese derribado por quienes querían escapar del Este al Oeste, quizá aporte contexto para algunos —sin justificar— la criminal invasión. Pero para entender a los ucranianos es necesario hacer referencia a lo que han vivido, la pobreza y esclavitud soviética, y con lo que han soñado las últimas décadas, la prosperidad y la libertad, que identifican con Europa. Estas dos visiones de entender el mundo y de desarrollo de las sociedades, la democracia liberal y el socialismo.
La brutal agresión de Rusia a Ucrania bombardeando viviendas, atacando corredores humanitarios para evacuar mujeres y niños del infierno en que han convertido su hogar y ordenando que la única vía de salida es Rusia o Bielorrusia, como quien dirige corderos a la boca del lobo, indican la maldad de un proyecto que va más allá de reinstaurar un vasallaje medieval sobre unas tierras, sino una aniquilación de la voluntad popular como nación, que representa la libertad. La masacre en Ucrania pretende convertirla en territorio de servidumbre y esclavitud a los intereses de Rusia, negando con ello la soberanía como pueblo y todo sueño como personas.
Los Iglesias pretenden crear una sociedad que dé más valor a la posibilidad de mantener una vida de esclavitud bajo una tiranía soviética, que a la dignidad de una vida que lucha por la libertad
Podemos representa la política de la miseria y de lo miserable. Cuando Pablo Iglesias y otros tantos piden a los ucranianos que se rindan para evitar males mayores ante un ejército superior en número y llaman irresponsables cobardes a quien apoye enviarles las armas que piden y necesitan, no hacen un alegato por la paz, sino en favor de la sumisión al poderoso ante el que sólo cabe rendirnos por nuestro bien. Un alegato contra la libertad, contra el anhelo inherente del ser humano a tener una existencia digna. Los Iglesias pretenden crear una sociedad que dé más valor a la posibilidad de mantener una vida de esclavitud bajo una tiranía soviética, que a la dignidad de una vida que lucha por la libertad, por un deseo de existir como persona y como nación. Desconocemos el plan de Putin para Ucrania, pero tras esta guerra abusiva en la que atacan a civiles, sólo podrá ejercer su poder con terror y propaganda.
La Europa idealizada a la que el Este desea pertenecer es la de vidas acomodadas acostumbradas a la abundancia, una percepción de vidas libres, dignas, alejadas de la miseria. Pero desconocen o minimizan el hecho de que Europa está atrapada en su propia descomposición y España está a la cabeza de ésta. La eco-corrupción de las élites, que en muchas de sus reacciones sólo buscan ocultar —no diré redimir— sus decisiones pasadas coincidentes con los intereses de Rusia. El desprecio por la civilización occidental, por lo que somos, por nuestra cultura, nuestra patria, la eliminación de todo lo que nos aporta apoyo trascendental en la vida como Dios o el amor. La cobardía y rendición a las críticas de la izquierda woke, que ante esta guerra ha reaccionado de la única forma que sabe, cancelando a Dostoyevski.
Quizá el sueño de los ucranianos de ser europeos avive en muchos en Europa la idea de que la democracia y la libertad no existen sin seguridad, sin un Ejército y sin estar dispuestos a defenderlas, pues requieren una inversión mayor que cualquier plan de igualdad ecosostenible. Tampoco es posible la defensa de al democracia liberal sin un fortalecimiento de los Estados como Nación, pues una pseudounión de países debilitados no hace la fuerza, sino que diluye y posterga el problema sin solucionarlo.
Curiosamente,, el contacto con la realidad de lo verdaderamente importante y la necesidad de proteger nuestra forma de vivir pueda devolverlo a Europa los nuevos europeos del Este, que al vivir bajo el socialismo soviético la lista de prioridades vitales se clarifica con celeridad.
Los pobres ucranianos están solos y nosotros asistimos desde nuestro móvil a esta masacre queriendo ayudar a quien libra una guerra que nos interpela y mantiene como último objetivo, sin desencadenar una guerra nuclear que asegure la destrucción de todo.
El ataque a Ucrania es en realidad a todo Occidente en una lucha de poder y control sobre Europa, hasta ahora en alianza con EE.UU., al que Rusia invita a que tenga influencia en cualquier otra parte para ocupar ella su lugar. El desafío de Europa a largo plazo será mantener viva la Alianza Atlántica o ser una región bajo la influencia de Rusia, mientras el interior de Europa asiste a una creciente e imparable islamización.
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