La prueba de cuánto ha cambiado el PSOE resulta de comparar al emperador Pedro Sánchez con aquel otro Felipe González obligado a renunciar a la Secretaría General en el XXXIV Congreso (junio 1997) con tal de arrastrar en su caída a un Alfonso Guerra que se resistía a ser renovado al amanecer: a Sánchez le ha bastado bajar el pulgar a cuenta de unos fallos de “comunicación” en Ferraz, supuestos causantes del reciente desastre electoral andaluz, para que su número dos, Adriana Lastra, entregue la cabeza antes que verse en la cesta de la guillotina.
De eso va esta historia, de dos modelos de partido y ejercicio del mando absolutamente contrapuestos, no va de embarazos de riesgo, por más que se haya querido vestir de dimensión maternal un ”ahí te quedas” político (y personal) en toda regla; de hecho, y como han hecho muchas otras dirigentes -la última Inés Arrimadas- la ya ex vicesecretaria general socialista hubiera podido regresar al primer plano en enero de 2023, meses después del feliz natalicio, para hacerse cargo de la campaña electoral local y autonómica... No ha querido. Por algo será.
Sí, estimado lector, que no le cuenten milongas. Esto va de cómo la guerrillera que siempre fue la asturiana Lastra, fiel al espíritu esa federación minera y barrenera que es la FSA, disfrazada por conveniencia de groupie sanchista frente a los González, Susana Díaz y el viejo PSOE rubalcabista, ha comprendido tras la debacle en Andalucía -antes Madrid, Galicia y Castilla y León- que el proyecto hace aguas; que esto no se arregla solo cambiando a su Felipe Sicilia como portavoz de la Ejecutiva Federal, o quitando a Héctor Gómez de portavoz del Grupo Socialista en el Congreso para poner al histórico Patxi Lopez. La herida es más profunda.
La asturiana ha comprendido que si la salida de Ábalos, Calvo o Redondo hace un año no ha funcionado… igual es porque Sánchez ya es pasado; se estaba moviendo para colocar como sucesor a Adrián Barbón y garantizar así la continuidad de un PSOE ”de izquierda”
Este PSOE presidencialista que ella contribuyó a crear a mayor gloria de un Pedro Sánchez martillo del “no es no” a Mariano Rajoy y que arrasó con la gestora presidida por el ex barón asturiano Javier Fernández, mentor de la hoy dimisionaria, ese partido, digo, convertido en mero aplaudidor sin contrapesos ni debate interno en el Comité Federal no sirve cuando el secretario general está tocado; es decir, cuando el emperador va desnudo, que es lo que está diciéndonos Lastra con su adiós intempestivo.
De seguir este “erial”, dicen los derrotados en 2017 por Mr Handsome -que son legión, empezando por Felipe González-, no es que vaya a hundirse el sanchismo… es que no sobrevivirá ni el PSOE. Creen que la debacle en las elecciones municipales y autonómicas de dentro de diez meses está poco menos que asegurada por la crisis económica, pero no solo; y la posterior de Pedro Sánchez en las generales se da por supuesta.
Es decir, se temen un escenario similar o peor que el protagonizado por José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 porque un PSOE con 90 diputados, fuera del Gobierno -no los 125 que logró Alfredo Pérez Rubalcaba- y sin poder en ayuntamientos y comunidades, podría acabar definitivamente condenado a vagar años sin rumbo en la oposición a Alberto Núñez Feijóo & sucesores; cual PSM madrileño que durante las últimas tres décadas ha ido perdiendo sucesivamente frente a Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes y ahora Isabel Díaz Ayuso.
Lastra ha interiorizado, en definitiva, que si la salida del Gobierno hace un año de José Luis Ábalos, Carmen Calvo -incluso de Iván Redondo-, lejos de mejorar el pulso del PSOE, ha agravado su problema… igual es que el problema es un Presidente ya con más pasado (dentro de España, no fuera) que futuro; y, como años ha maniobraran sus predecesores Alfonso Guerra y José Blanco -éste en vísperas de la caída de José Luis Rodríguez Zapatero tomó partido por Rubalcaba-, ella habría empezado a actuar en consecuencia moviéndose para colocar a su presidente, el asturiano Adrián Barbón, un valor en alza, en la parrilla de salida de la sucesión de Sánchez.
Sánchez ha decidido que no toca hablar de su sucesión; que está en la primera legislatura y que, diga lo que diga incluso el CIS sobre la victoria del PP, él ganará a Feijóo y, sobre todo, seguirá gobernando aunque quede segundo en las elecciones
Grave error de la ex vicesecretaria que la convierte en víctima de sí misma y, en el fondo, del proyecto presidencialista que ella amamantó. Sánchez, que es muy suyo, se ha revuelto por muy número dos que sea Lastra y ha decidido dar un golpe encima de la mesa; que no toca hablar de eso, que él está en su primera legislatura y, diga lo que diga el CIS sobre una victoria segura del PP, ganará finalmente a Feijóo las próximas elecciones generales y, sobre todo, seguirá gobernando aunque quede segundo detrás del gallego.
El emperador, mejor dicho, sus oídos, ese fiel escudero que es el secretario de Organización, Santos Cerdán, con quien Lastra apenas se hablaba últimamente, la pillaron maniobrando a espaldas del líder con los territorios -que aquí todo se sabe, igual que Guerra en su día contra “los renovadores de la nada”-. Ella ha intentado, o eso afirman los que la conoceb, que el día después de Sánchez el PSOE siga siendo ese proyecto nítidamente ”de izquierdas” que no le hace ascos a pactar, no ya con Yolanda Díaz y Unidas Podemos, sino con Gabriel Rufián y ERC o con Arnaldo Otegi y Bildu para alcanzar el poder, como en la moción de censura de 2018.
Intuye -y con razón- que una dura derrota de Pedro Sánchez traería consigo una vuelta a las esencias del felipismo, a un partido que abomine de Podemos y no renuncie a pactar con el PP “cuestiones de Estado”, como ha vuelto a reclamar el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en un movimiento que no ha pasado internamente desapercibido... Y es que aquí, creánme, todo el mundo está ya tomando posiciones para ese día después.. Cojan palomitas y siéntense a ver esta nueva serie de Ferraz Productions. Promete.
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