Sentada desde un lugar privilegiado frente al Cumbre Vieja puede uno divisar la belleza que deja el drama, porque es bello un volcán rugiendo y cómo a un mes de cumplirse un año desde que el volcán empezó a rugir lo que persiste entre los palmeros es el miedo, miedo a lo vivido, el recuerdo de los temblores, las cenizas, el fuego, la lava que no paró de arrasar la isla bonita durante tres meses.
Contemplado desde tan cerca, viendo los ríos de lava, de piedra negra, puede sentirse el miedo de todos los que viven a su alrededor. Fueron 86 días marcados por la incertidumbre del recorrido de la lava que mantiene cortadas y afectadas más de 70 kilómetros de carreteras, destruidas más de 1.300 viviendas, dejando a 2.300 personas sin casa.
Desde donde me encuentro, a dos quilómetros del volcán, en el Paso, la gente ha vivido el horror directamentem, ha perdido su casa o sus tierras, pero lo peor es lo que aún persiste, a falta de la reconstrucción de la zona colindante, y es la reconstrucción de sus vidas. Satisfechos en general del apoyo recibido, son aún más de 200 personas las que no han podido volver a casa. La lava enterró sus vidas nos decían los periodistas que cubrieron día tras día la tragedia. También ha enterrado ilusiones, proyectos y un poco de su alegría.
Olor a azufre y huevo podrido
"No somos los mismos, quién más quién menos ha resultado afectado. Aún hoy, a primera hora de la mañana huele a huevos podridos, a azufre" me comenta una palmera de la casa rural en la que estoy, "aún hoy puedes encontrar aquí ceniza del volcán que nosotros mismos hemos limpiado". Resisten con resignación, asumen lo que les ha tocado vivir porque no les queda otra. Quizás en un mes, el 19 de setiembre los focos mediáticos regresen a la isla bonita a admirar lo bello del volcán, que hoy se ha convertido en lugar de peregrinaje turístico. Volveremos a recordar el drama de una gente que intenta sacar fuerzas para seguir luchando contra lo peor del zarpazo del volcán, el del miedo, y que requeriría un organismo específico a juzgar por los datos catastróficos que cada vez más estudios e informes nos dejan de nuestra salud mental.
La pandemia nos dio algunas lecciones, una de ellas la necesidad de destinar más recursos a la investigación y a la sanidad, sanidad en todos sus frentes. Gestionar el drama, la incertidumbre no es fácil, en esta isla de la Palma a la pandemia se le sumó el volcán y cuando se asuma que recuperarse mentalmente no es tan fácil quizás hayamos descubierto lo importante que es que la administración se implique con recursos. Quizás resulte imposible el asumir el hecho de perder su casa, pero luego hay que vivir o malvivir con un volcán de emociones que, mal gestionadas, se perpetúan en el tiempo ocasionando más daño que el vivido durante unos días puntuales.
Los políticos, las administraciones, tienen todavía un gran trabajo pendiente en la gestión del desastre producido por ese volcán que lleva a muchos a quitarse la vida
Cuando en setiembre se haga el balance del año tras la erupción del Cumbre Vieja comprobaremos si los ayuntamientos afectados, Tazacorte, El Paso, los Llanos de Aridane, el cabildo, el Gobierno canario y el de la Moncloa han estado o no a la altura de las circunstancias. Habrá que dar un paso más para reparar el daño que no se ve, ese que recogen en el 024 -el teléfono de atención a las personas que tienen la intención de quitarse la vida- y que cada 24 horas recibe 300 llamadas. Los políticos, las administraciones, tienen un gran trabajo pendiente en la gestión de ese volcán que lleva a muchos a quitarse la vida. La Palma ha sido para todos los que lo hemos visto de cerca todo un ejemplo de resistencia, de solidaridad entre vecinos, ahora falta que, a las fotos de políticos visitando la zona, se sumen los apoyos sanitarios necesarios para superar el miedo a vivir. Cuídense.
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