En unas elecciones en las que los argentinos optaban entre la continuidad peronista representada por Sergio Massa y la incertidumbre del cambio, Javier Milei, el de la motosierra, arrasó este domingo. Ha conseguido doce puntos de ventaja sobre el candidato peronista. Los argentinos parecen condenados a moverse cerca de los precipicios. Dicen que Argentina es un país que no duerme, y eso parece. A pesar de algunas dudas sobre un candidato con un comportamiento poco formal, se impuso la voluntad de cambio implantado desde hace tiempo en más del 70% de la población.
En la campaña electoral tuvo papel estelar Pedro Sánchez, pidiendo el voto para el peronismo como presidente español. Se sumó, para apoyar al candidato justicialista, a todos los líderes del castro-chavismo. En el debate de investidura, Sánchez citó a Milei, pero se le olvidó referirse a Massa, el candidato que en año y medio de gestión como ministro de economía logró multiplicar por dos la inflación hasta el 150%, hizo que el peso perdiera cuatro veces su valor y aumentó en dos millones el número de pobres. Los peronistas tienen tal conciencia de la ruina a la que han llevado a su país que escondieron durante la campaña al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Kirchner, la condenada por robo a la que Yolanda Díaz declaró su admiración “como política y como mujer”.
El mapa político argentino se reformula con tres bloques políticos: Milei y Macri, los peronistas, y, como oposición centrista, los radicales (UCR) y otros grupos
Les ha derrotado Javier Milei, un outsider imprevisible que lo mismo propone suprimir el Banco Central y dolarizar la economía -con la opinión contraria de dos tercios de sus electores- que califica al Papa argentino como el demonio en la tierra. En el país de la guerra de las Malvinas, expresó su admiración por Margaret Thatcher o anunció que rompería relaciones con Brasil y China, dos mercados esenciales para las exportaciones del país. Daba lo mismo, la voluntad de cambiar de la sociedad argentina barrió cualquier duda. Votaron contra Massa y Cristina Kirchner.
¿Ahora qué? Aún seguirá la incertidumbre y la inestabilidad. Nadie cuenta con la mayoría parlamentaria necesaria. Milei solo tiene 39 diputados de los 257 que componen la Cámara. Necesitaría sumar hasta 129 para lograr quorum parlamentario. Ningún grupo cuenta con esa mayoría, ni los peronistas, que siguen siendo el primer grupo, ni la coalición alternativa de Juntos por el Cambio (JxC), rota a partir del apoyo de Mauricio Macri a Milei sin contar con ellos. El riesgo de bloqueo político continúa. Hace solo dos meses había pocas dudas sobre la caída del peronismo, pero la irrupción de Milei fracturó el voto de la oposición que monopolizaba JxC, dando esperanzas de recuperación electoral al partido de los Kirchner. Ahora, el mapa político argentino se reformula con tres bloques políticos: Milei y Macri, los peronistas, y, como oposición centrista, los radicales (UCR) y otros grupos. Si el nuevo presidente abandona la motosierra y es capaz de buscar consensos se verá.
Como ha apuntado Alejo Vidal-Quadras en su primer mensaje tras recuperarse del atentado, el sanchismo “convierte al adversario electoral en enemigo”
La experiencia argentina merece una lectura desde la perspectiva española. En la campaña electoral del peronismo hemos podido ver prácticas conocidas por aquí. El mensaje repetido hasta la nausea por los publicistas de Massa se centraba en asociar a Milei con la dictadura militar y al peronismo con sus víctimas. Los profesionales de la propaganda eran los mismos que le hicieron la campaña a Lula frente a Bolsonaro, con un esquema repetido por toda Iberoamérica. Lo que importa es configurar un enemigo al que anatematizar como fórmula para cohesionar a los seguidores. Ese modelo es el que reproduce literalmente el PSOE de Sánchez.
Lealtad de una secta
Como ha apuntado Alejo Vidal-Quadras en su primer mensaje tras recuperarse del atentado, el sanchismo “convierte al adversario electoral en enemigo”. De eso se trata, esa es la artimaña de la que se sirven las autocracias de propaganda. En estos movimientos políticos, como señala Juan Carlos Torre, investigador del peronismo como patología, “el voto no sirve ni para premiar ni para castigar, es otra cosa”. En España como en Argentina, quienes siguen la disciplina sanchista se sienten parte de una tribu a la que se le debe lealtad de secta. Se puede comprobar en El País que, tras apoyar a Massa e ignorar el desastre provocado por el peronismo, ahora se dedicará a anunciar todas las plagas con Milei.
Cuando el cantante asturiano Victor Manuel proclama “el problema de España es que tenemos una derecha muy burra y cateta”, lo dice con conciencia de estar haciendo un servicio de propaganda a la causa, a “los suyos”. A ese fin sirve convertir los recursos del Estado en un medio de creación de clientelas fieles. Lo practican desde hace ochenta años los seguidores de Perón hasta llegar a crear áreas como el Conurbano bonaerense convertidas en masas humanas articuladas por un movimiento político que las condena a vivir de subsidios. El voto peronista aún ha resistido en la provincia de Buenos Aires con prácticamente un empate entre los dos candidatos donde antes arrasaban los kirchneristas. Por el contrario, en las provincias con economías más productivas, como Córdoba o Mendoza, ganó Milei por goleada. El justicialismo tan sólo logró retener tres provincias de las 23 que componen la república.
¿Feijóo es un radical?
En cualquier caso, sería un error trasladar a la política española la excepcionalidad argentina. Ni Trump ni Orbán pueden ser referentes. Hace un año Milei estuvo en Madrid en un acto de Vox, donde declaró “los moderados son funcionales a los socialistas”. La experiencia europea demuestra, por el contrario, que el antídoto contra las autocracias populistas está en la moderación de la alternativa. Solo hay que ver qué obsesión tienen los activistas mediáticos del sanchismo por dibujar a Alberto Núñez Feijóo como un extremista. “Se está radicalizando”, repiten como loros. Pasarán de inmediato a asociarle con Milei. Entretanto, el PSOE se degrada sin remedio en sucursal del castro-chavismo en Europa.
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