Opinión

Four more years

Trump repite el escenario de hace cuatro años, con la mayoría de los medios en su contra y las encuestas muy desfavorables

“Tus ojos pueden engañarte, no confíes en ellos.” Obi-Wan a Luke Skywalker.

El martes se resuelven las elecciones posiblemente más complejas de los últimos 70 años, al menos desde el punto de vista predictivo. Hace cuatro años, con todo en su contra, Donald Trump venció a Hillary Clinton gracias a una campaña muy intensa y muy bien desarrollada por el equipo del candidato republicano. Muy pocos fuimos los que, entonces, dimos por vencedor al magnate neoyorquino, que contaba con menos medios económicos, la mayor parte de los medios de comunicación en su contra y su falta de experiencia política, cuestión ésta que no era en absoluto baladí teniendo en cuenta que se enfrentaba a la representante por excelencia del establishment político de la costa este, nada menos que exsecretaria de Estado con el presidente saliente. En esta ocasión, el candidato republicano sólo cuenta con la ventaja de la presidencia, que no es poca, aunque sigue sin gozar de la aquiescencia de los medios y sin el dinero con el que Joe Biden ha contado.

Dejando de lado las emociones, y centrándonos exclusivamente en los datos, los factores que decantarán la victoria a un lado o a otro no son, esta ocasión, tan concluyentes como lo fueron, al menos para mí, hace cuatro años, pero permiten aclarar bastante los términos.

Existe un indicador que ha anticipado bastante bien el resultado de las elecciones de noviembre. El Standard & Poor's 500 recoge la capitalización bursátil de 500 grandes empresas cotizadas en las dos principales Bolsas norteamericanas, y representa alrededor del 80% de toda la capitalización de mercado. Cuando ha subido entre el 1 de agosto y el 31 de octubre del año de las elecciones, el candidato presidencial del partido que ocupa la Casa Blanca ha ganado en más de 8 de cada 10 ocasiones; cuando, en el mismo período, el índice baja, el candidato que desafía a la presidencia ha acabado ocupando su lugar en Washington en el mismo número de ocasiones.

Evolución del SP500 desde el 31 de julio hasta el cierre del 29 de noviembre.

Evolución del SP500 desde el 31 de julio hasta el cierre del 29 de noviembre.

Como vemos en el gráfico, la situación no es en absoluto tan clara como lo era hace cuatro años. Si bien es cierto que, a falta del cierre del viernes en los mercados americanos, el índice está por encima de su valor en el último día de julio, la diferencia no es, en absoluto, estadísticamente significativa. Más aún si tenemos en cuenta que los mercados están completamente “dopados” por el, parafraseando a Lacalle, gas de la risa monetario que los bancos centrales llevan insuflando desde el principio de la pandemia. El total de fondos que la Reserva Federal ha inyectado a la economía norteamericana unos 3 billones de dólares (trillions anglosajones), que fundamentalmente se dirigen no tanto a ayudar a quien lo necesita como a enriquecer aún más quienes ya eran ricos. El juego sucio de los bancos centrales no permite observar este indicador con claridad, pues no sabemos qué parte de su evolución se debe a las expectativas y cuál a los anabolizantes. Para tener una referencia, durante los dos años anteriores a las elecciones de 2016, el balance de la Fed se mantuvo siempre alrededor de 4,4 billones de dólares, con muy ligeras variaciones. Cabe pensar que, sin la masiva inyección de liquidez de la Fed y sin las ayudas federales a empresas y particulares (que suman otros 2.6 billones de dólares desde primeros de marzo), el valor del índice sería otro.

Posible perjurio de Biden

Las encuestas son, en mi opinión, el indicador menos fiable de todos, pero son, sin embargo, el favorito de los medios. En ellas, la ventaja media actual del exvicepresidente es de 9 puntos. En estas fechas, hace cuatro años, la ventaja de la señora Clinton se reducía a 3 magros puntos. Y si bien, entonces como ahora, la candidatura demócrata siempre ha gozado del favor de la demoscopia, también es cierto que la tendencia era, hace cuatro años, claramente desfavorable para Clinton, con un incremento en la intención de voto a Trump muy significativo; esta situación no se está dando hoy, y la ventaja de Biden se mantiene prácticamente constante en todas las encuestas. Los escándalos de su hijo y el posible perjurio del candidato con relación al tema no parece que le están afectando, aunque habrá que esperar. Así, todos los medios principales, tanto norteamericanos como británicos y continentales, dan por ganador a Biden. Y gurús como Lichtman, que ha previsto correctamente todos los resultados de las elecciones presidenciales desde 1984, coinciden con ellos, aunque en esta ocasión sólo siete de los trece parámetros que emplea son favorables al de Pennsylvania.

Volviendo al gasto en el proceso electoral, es muy significativo el enorme esfuerzo que el equipo de Biden ha realizado en la recaudación de fondos, donde sobrepasa todas las marcas históricas de cualquier candidato y, desde luego, las de Trump.

Gasto electoral de los dos principales candidatos. Fuente: Financial Times.

El efecto pandemia

La pandemia introduce una incertidumbre muy difícil de evaluar. Trump prometió una vacuna para noviembre que no ha llegado aún. Los EE. UU. están muy alejados de las cifras relativas de nuestro país, pero no cabe duda de que los valores absolutos son dramáticos. Más de 9 millones de contagios oficiales, una tercera parte de ellos activos, casi 230.000 fallecidos, y más de 141 millones de pruebas realizadas en una población de 330 millones personas son valores que ponen de manifiesto la dureza de la enfermedad, también allí. A pesar del repunte observado desde septiembre, la incidencia acumulada a 14 días, con unos 250 casos por 100.000 habitantes, sigue muy por debajo de la española, de unos 400 en la misma fecha, según el ECDC; resulta curioso cómo los mismos que defienden la gestión del Gobierno de Sánchez en España se lanzan, tan feroces como faltos de vergüenza, a atacar el “descontrol” de la administración norteamericana. Los detractores de la gestión de Trump superan en poco a sus defensores; y si, aquí, las encuestas señalan que, hoy, Sánchez repetiría pese a todo, no tenemos por qué pensar que allí el efecto vaya a ser distinto.

El impacto inicial en las cifras de empleo fue brutal, debido a la flexibilidad del sistema laboral de los EE.UU.; sin embargo, es la misma flexibilidad que permite que una tasa de desempleo que llegó a crecer hasta el 14% en poco más de un mes haya retrocedido nada menos que seis puntos a finales de septiembre, situándose en un valor del 8%, muy elevado sin duda, pero que ya quisiéramos para nosotros. En cuanto al PIB, que cayó un 33% en tasa intertrimestral en el 2º trimestre, ha rebotado un 38% en el tercero. Algunos medios españoles hablan de incremento histórico del PIB español con un valor, también intertrimestral, del 16.7%.

Real GPD.

Dudas de las encuestas

Sin embargo, también ahora como entonces, hay indicadores que sugieren que Trump podría repetir en la Casa Blanca. Zip es una app de encuestas instantáneas bastante popular en los EE.UU. Plantea preguntas de lo más variado, como si es mejor la serie Juego de Tronos que el libro, o si la mayor amenaza para la vida son los desastres naturales o la violencia de masas. No tienen otra pretensión que la de distraer a los usuarios, que responden de forma anónima, desde su smartphone, sin la presión, real o subjetiva, de los encuestadores. Este es el verdadero problema de las encuestas en una situación de crispación social como la que se vive en EE. UU., o como la que vivimos en España, en la que la posibilidad de responder a la pregunta en función de lo que el encuestado cree que se espera, y no de forma sincera, es uno de los sesgos más importantes que vienen detectándose. Y aunque el trabajo de diseño que efectúan las empresas demoscópicas es, aquí, inexistente, no es menos cierto que el anonimato real de la respuesta garantiza una seguridad que las encuestas tradicionales son incapaces de ofrecer. Como hace cuatro años, Zip anticipa de nuevo la victoria del presidente Trump.

Por último, tenemos a la ciencia de datos en juego, el denominado big data. La capacidad de estudiar factores que escapan a los análisis tradicionales, como las redes sociales (las principales, cada vez menos independientes y más lastradas por el buenismo imperante) y los sentimientos que en ellas se reflejan, o los miles de informes de gestores y agencias, los cientos de horas de vídeo y los miles de horas de radio prometen una aproximación mucho más granular y realista a la realidad. Y, ahí, todo parece indicar que será Trump quien se lleve el gato al agua, por estrecho margen.

Así pues, la situación se presenta, sin duda, mucho más compleja que nunca. Y serán los norteamericanos y sus votos electorales quienes decidirán quién va a dirigir los designios de su país desde la Casa Blanca durante los próximos cuatro años, por mucho que le pese a los principales medios de comunicación de todo el mundo. Mucho me temo que, como hace cuatro años, no saldrán contentos de la noche electoral.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP