El irresponsable que ocupa la Moncloa desencadenó ayer un tsunami político de proporciones incalculables. La puñalada trapera, con nocturnidad y alevosía, en Murcia con el concurso de Ciudadanos, hizo que la sangre salpicara a media España, y especialmente a Madrid, que lleva décadas siendo el absceso en el culo del socialismo. El año y medio de la presidencia de Isabel Diaz Ayuso se ha caracterizado por la permanente conjura de los mediocres para desalojarle de su despacho de la Puerta del Sol.
Pero Ayuso tiene unas agallas que para sí quisieran los líderes nacionales de su partido y poco antes del mediodía firmaba el decreto de disolución de la Asamblea, mientras el pánfilo de Gabilondo y el niñato faltón de Más Madrid se apresuraban a presentar sendas mociones de censura que al ser admitidas a trámite por la mesa de la Asamblea representa otra piedra en el camino para
Ayuso. Si en algo es experta la izquierda patria es en hacer trampas para llegar al poder. Trampas de las que el PP no olió ninguna hasta esta última donde Ayuso no tiene intención de dejarse doblar el brazo.
La última palabra
Habrá que ir a los tribunales para saber qué fue antes. El huevo de la disolución, o la gallina de las mociones presentadas a la carrera. No son pocos los juristas que aseguran que una vez firmada la convocatoria electoral los tramposos no tienen ninguna posibilidad. Pero mucho ojo, Sánchez está a punto de fagocitar el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional que en este caso tendría la última palabra.
Este potaje de enemigos de la Constitución y de escasísimos escrúpulos democráticos que forman y apoyan al gobierno, han dado ya todas las muestras posibles de indecencia. Si para quitarle la razón jurídica a Ayuso hay que inventar un nuevo atajo lleno de trampas, lo harán. De momento, en manos de la valerosa Arrimadas que tras ganar las elecciones catalanas del 17, en lugar de presentarse a la investidura salió corriendo para refugiarse en Madrid, cree que coge un poco de aire con la pajita que Sánchez le ha puesto entre los labios estando con el agua al cuello, lo tiene claro. El sanchismo no hace rehenes. Ciudadanos no es ya más que un remiendo de retales pendiente de abandonar el escenario de la Historia.
Con ese partido supuestamente liberal fuera de juego, el centro derecha tiene aún más problemas. Ni Bárcenas, ni la caja B, ni ninguna de sus causas judiciales son comparables a la inacción política de Casado y sus mariachis que pueden terminar siendo el Ciudadanos que sirva de muleta a Vox. Una extrema derecha que asusta bastante menos que los matones de Esquerra y los filo delincuentes que apoyan a Puigdemont y a los chicos de la gasolina que, diría Xabier Arzallus, desde el Consejo de Ministros. Al PP le faltan Ayusos y le sobran pelotilleros de segunda división. Más vale que Casado cambie de estrategia, si es que tiene alguna, y se quite los complejos que le ha inoculado Sánchez.
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