Opinión

Elecciones en Francia: entre la incertidumbre y la apatía

Es claro que Macron es el candidato que merece ganar. Desde su cohesión, desde su convocatoria a la unidad, desde sus números en estos dos años en que se mezclaron la pandemia y la guerra de Ucrania

Sin meter ruido, con una apatía cívica considerable que puede llevar a una abstención cercana al 30%, lo cierto es que nos encontramos a cuatro días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, prevista para el 10 de abril. En París, el sábado pasado, el presidente Macron pronunció en La Défense su primer mitin de campaña como una demostración de fuerza delante de treinta mil simpatizantes. Y es que los sondeos más fiables arrojan en estos momentos una ventaja para Macron y Marine Le Pen, en una horquilla que se estrecha entre ambos (28% para él), (23% para ella) pero que les permitiría pasar a ambos a la segunda vuelta.

Detrás se encontrarían el populista de izquierdas Jean Luc Mélenchon (alrededor del 16%) y el ultraderechista Éric Zemmour (sobre el 10%). Si éste es finalmente el orden de llegada electoral en la primera vuelta, podemos anticipar que en nuestro país vecino –segundo país de la Unión Europea, detrás de Alemania- las cosas pueden venir mal dadas. Porque, en primer lugar, empieza a consagrar una mala trayectoria, cual es constatar que en los últimos veinte años, un extremista de derecha se coló en la segunda vuelta hasta en tres de las elecciones presidenciales celebradas en ese plazo. Sucedió en 2002 cuando el nazi antisemita Jean Marie Le Pen disputó  la segunda vuelta al presidente saliente Jacques Chirac. Volvió a suceder hace cinco años, en las anteriores elecciones, en esta ocasión con el concurso de Marine Le Pen en la segunda vuelta frente al actual presidente Emmanuel Macron. Y tiene todos los visos de que el próximo domingo sean otra vez los mismos candidatos quienes accedan a segunda vuelta.

Durante años Marine Le Pen ha protagonizado una política de desdiabolización, cambiando el nombre de su fuerza política, rompiendo abiertamente con su padre Jean Marie Le Pen, simulando que ella había cambiado. Y el resultado es que el producto, en gran medida, le ha sido comprado, hemos asistido a un concurso de blanqueamiento político. Por más que las posiciones de esta candidata son incompatibles con una Unión Europea. No se puede decir que el presidente Putin podría llegar a ser un aliado de occidente a condición de que cese su invasión de Ucrania. Bucha, Mariupol, Jarkov, y otras tantas ciudades nos han mostrado el crimen de guerra, el genocidio en toda su dramática tragedia. No, no es accesible que Putin pudiera llegar a ser un aliado de occidente bajo ningún concepto.

La Francia de la república, de la libertad, de la igualdad, de la comunidad de hombres libres debe defenderse frente a sus enemigos

El hombre que más ha hecho por esa normalización dramática de Marine Le Pen ha sido precisamente otro ultraderechista, Éric Zemmour, en cuyo recorrido intelectual se encuentra incluso el odioso revisionismo de los crímenes de la Francia pro nazi de Vichy, con el mariscal Pétain a la cabeza. Tan disparatada campaña por su parte, anunciando nada menos que el fin de Francia para los próximos veinte años es una bagatela infame que hay que combatir. Pues sí, las democracias se tienen que defender, la libertad no es un placer obtenido para siempre. La Francia de la república, de la libertad, de la igualdad, de la comunidad de hombres libres debe defenderse frente a sus enemigos. Entre ellos también, el populismo de izquierdas Jean Luc Mélenchon, antiatlantista, euroescéptico, complaciente con la Rusia de Putin, cuya intención de voto para la segunda vuelta es sencillamente imprevisible. No lo anuncia, no se vincula y da a entender que esa intención puede enlazar con el voto a Marine Le Pen. Sí, existe un riesgo de que a segunda vuelta Le Pen pueda triunfar, a fuerza de unir a su voto el de Éric Zemmour y buena parte del voto a Mélenchon. Descartar esa posibilidad constituye una peligrosa hazaña que da por hecho lo que aún no lo es.

Vendría en la quinta plaza Valérie Pécresse, candidata de la derecha democrática por el partido Los Republicanos, el partido de Sarkozy, de Chirac, en origen de los propios seguidores del general de Gaulle. Pésimo resultado para la derecha democrática, alanceada por las fuerzas de extrema derecha.

Y habrá que preocuparse de entender por qué fuerzas democráticas de izquierda quedan en un resultado irrelevante por completo; es el caso del Partido Socialista, con un 2% en los sondeos

Es claro que Macron es el candidato que merece ganar. Desde su cohesión, desde su convocatoria a la unidad, desde sus números en estos dos años en que se mezclaron la pandemia y la guerra de Ucrania. Un crecimiento interior bruto que en el año 2021 prácticamente ha alcanzado las tasas de crecimiento previas a la pandemia. Una inflación en el 4,5% anual, menos de la mitad de la que padecemos en España. Una deuda pública también inferior a la desbocada deuda española. Y habrá que preocuparse de entender por qué fuerzas democráticas de izquierda quedan en un resultado irrelevante por completo; es el caso del Partido Socialista a quien los sondeos atribuyen a su candidata Anne Hidalgo, alcaldesa de París, tan sólo un 2%.

Se abre así la posibilidad cierta de que el campo de la izquierda democrática tiene que ser urgentemente reconstruido en Francia. No se puede avanzar en más procesos electorales en las presentes condiciones. El ex primer ministro francés Manuel Valls afirma que existen “dos izquierdas irreconciliables”, como existen también dos derechas irreconciliables. No se puede avanzar dejando el campo libre a organizaciones de extrema izquierda o de extrema derecha. Ni en Francia, ni en España, ni en ningún país de la Unión puede estar permitido que esas circunstancias se puedan producir. Todo lo que traen es división, polarización, enfrentamiento, todo exactamente cuanto hace más difícil la convivencia en paz y libertad.

Y mucho menos se puede permitir en estos momentos, con una guerra de exterminio en Ucrania desconocida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Necesitamos proyectos claros, unión en Europa, liderazgos democráticos. Cuando  está ante nuestros ojos los crímenes de guerra infames de Bucha, de Jarkov, de Mariupol, de tantas otras ciudades ucranianas, es inadmisible que la respuesta en España por parte de un sector del gobierno sea oponerse a enviar equipamiento militar a Ucrania, es inadmisible que la respuesta sea también oponerse al incremento de los gastos de defensa. Es inadmisible que se nos venga con sofismas inaceptables, “diplomacia de precisión” le llaman a lo que no significa absolutamente nada. No, cuando esos horrores están ante nosotros hace falta la unidad democrática, a izquierda o a derecha; y sobra la frivolidad de fuerzas extremistas a izquierda o a derecha que nada, absolutamente nada aportan.

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