Opinión

Kamala en rama, la pesadilla de Trump

Pragmática, moderada y con una notable carrera como fiscal, la senadora californiana puede ser la baza de Biden para desalojar de la Casa Blanca al actual presidente

A menos tres meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, son tres las cuestiones que ponen en jaque la permanencia de Donald Trump en la Casa Blanca: el derrumbe económico (con una caída de 9,5% del PIB en el segundo trimestre) tras la pésima –perdón, nefasta– gestión de la pandemia; el renacimiento de la furia social por la violencia racista tras la muerte –perdón, asesinato– de George Floyd; y, finalmente, la reciente nominación de Kamala Harris como número dos de la fórmula de Joe Biden en la carrera presidencial.

Respecto al último punto, Kamala es la primera mujer afrodescendiente (y de ascendencia india) en ser candidata a un cargo de elección nacional. Eso, sin duda, supone un buen puñado de votos para su partido. Y en el caso de que Biden ganase en las elecciones de noviembre, ella se convertiría en la primera vicepresidenta en la historia de Estados Unidos. Sin duda, son tiempos en los que un cambio de esa naturaleza supone un giro histórico en el rumbo del país.

La senadora californiana parece tenerlo todo para que Biden logre sacar a Trump de la Casa Blanca. Cuenta con un currículum profesional de excelencia (fue fiscal de distrito en San Francisco entre 2004 y 2011, y fiscal general de California de 2011 a 2017; senadora desde 2017). Es una mujer de éxito, y exhibe una historia inspiradora. Es aguerrida y pragmática, defiende posturas progresistas, pero no le tiembla la mano al momento de ser clara en materia judicial (aunque ello suponga críticas por parte de la izquierda). Al igual que Biden, cuenta con una prestigiosa carrera en la vida pública… algo que Trump no tiene (su primera postulación a un cargo público fue con su campaña presidencial en 2016).

En pocas palabras, Kamala puede ser el rostro del cambio en una sociedad que ha quedado asfixiada por la profunda crisis que sigue agudizándose. Ella supone el principio de una trasformación importante en un país que, a día de hoy, tiene en su contienda presidencial a dos hombres mayores, de origen caucásico, y que representan al pasado. Ella puede ser el inicio del final de los cuatro años del populismo ramplón en el que Trump ha hundido a los Estados Unidos. Sí, a Estados Unidos, que hoy se juega el liderazgo internacional, y al que hoy también –tal vez, más que nunca– le urge respirar los aires del presente.

El impulso que le faltaba a Biden

Ha pasado de ser un peligroso rival a convertirse en un  as en la manga. Corría el mes de junio de 2019 y ambos, Biden –un político con casi medio siglo de experiencia–, y Harris –senadora joven y ex fiscala general de California– se enfrentaban por la candidatura demócrata. Ella no se encogía a la hora de plantarle cara, y le reprochaba su pasado junto a senadores segregacionistas respecto al uso del transporte escolar como medio de integración en las escuelas públicas. A pesar de eso, la jugada le resultó maestra y de largo alcance, ya que en aquel acalorado debate, la senadora habló sobre el caso de una niña que se había beneficiado del programa con el que se terminó la segregación racial en los autobuses escolares. Por supuesto, la niña de la que hablaba era ella misma. Y hoy esa historia promete frutos electorales para ambos.

Ha dejado claro que es posible tener 'mano dura' contra el crimen, y al tiempo se pueden atacar las desigualdades en el sistema penal y judicial

Tras haber desisitido a la campaña para la presidencia, Kamala volvió a ser noticia a raíz de que los abusos policiales causaran la furia e indignación en todo el país tras la muerte de George Floyd. Ella, que se ha definido como una 'fiscal progresista', ha defendido fervorosamente la legislación de Justicia racial. Ha dejado claro que es posible tener 'mano dura' contra el crimen, mientras se puede atacar las desigualdades en el sistema penal y judicial. De hecho, en su campaña del año pasado, invitaba a los votantes a confiar en ella porque conoce bien “al sistema judicial desde dentro”. Otras reformas que ha defendido desde que asumió el cargo de senadora son, por ejemplo, la reforma fiscal, y el proyecto Dream, que pretende facilitar la residencia y la ciudadanía a estudiantes indocumentados sobresalientes.

Reforma de la sanidad pública

Ese tipo de iniciativas parecen ejercer un factor decisivo en vísperas  de una elección en la que ha crecido el número de indecisos. Hay mucha gente que no soporta más las grietas sociales, el crecimiento de la pobreza en los cinturones urbanos, y el obsoleto sistema de sanidad pública. Las rencillas del año pasado entre ella y Joe Biden se han quedado allí, en el pasado. Ahora, Kamala lo considera 'el candidato ideal' para unificar al pueblo estadounidense. Además, ambos tienen como prioridad la reforma en la salud pública, un tema ridículamente complejo y al que le urge un proyecto funcional.

Finalmente, hay otro punto importante para tomar en cuenta: la edad. Kamala es mucho más joven que Joe Biden. Él tiene 77 años y ella 55. De lograr la victoria, él sería el presidente más viejo de Estados Unidos. Por eso, Kamala representa el vigor político que a le falta a Biden: 22 años también son muchos. Además, para la aspirante a vicepresidenta ésta puede ser una gran oportunidad para impulsar su carrera hacia una futura candidatura presidencial.

Los problemas de Trump

A principios de año Trump, fastuoso en bravuconería, parecía muy seguro de que llegaría fuerte a las elecciones. Desde su triunfo en 2016 hasta el reciente descontrol de la pandemia, la utilización de la construcción del muro con México parecía una carta segura para mantener tranquilos a sus fieles votantes. Navegaba con la bandera de 'America first' (Estados Unidos primero) en las aguas de negociación internacional. Había reactivado la economía en una forma espectacular,  después de la larga recesión de 2008. Eran días en los que se le veía como el salvador de América, un político con liderazgo suficiente para echarle un pulso a la melindrosa a Europa en los momentos decisivos del gran cambio mundial.

El escenario es abismalmente distinto. Estados Unidos tiene más de cinco millones de contagios, más de 165 mil fallecidos, y desde finales de marzo no ha dejado de ser el país más afectado por la covid-19. Incluso, el reputado virólogo Anthony Fauci ha admitido que basta con ver lo que sucede en su país para inferir que el final de la pandemia sigue muy lejos. ¿El responsable? Trump, que lleva a cuestas un saco lleno de errores e imprudencias en la gestión de la crisis sanitaria. Por eso no falta quien asegura que su verdadero contrincante en noviembre es el coronavirus y no los demócratas.

Las últimas encuestas no auguran un cierre de campaña tranquilo para los republicanos. Pero en política ya se sabe que siempre es pronto para hacer predicciones (su triunfo electoral en 2016 lo demostró). Habrá que esperar a noviembre. Mientras tanto, comienza la recta final en la carrera presidencial en este apocalíptico 2020. Biden acaba de sacarse un as bajo la manga. Kamala en rama, una apuesta ganadora, una baza estimulante y con tirón. Trump está contra las cuerdas. No todo está dicho. Esperemos a noviembre.

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