Se llama Mónica García, comunista, candidata del partido de Errejón, médico – qué miedito que te visite esta señora - apuntadora a sus adversarios parlamentarios con el dedito cual de si una pistola se tratase, bailadora de reguetón perreando. Ya saben, ese pseudo baile que consiste en que la señora se mueva lascivamente venga p’arriba, venga p’abajo. Las feministas de verdad consideran este estilo de ¿música? machista tanto por sus letras como por el bailecito de borrachera británica en Palma de Mallorca. Pero como quien lo ha hecho ha sido García, bien está para la parroquia pijo progre al ser empoderada. La ordinariez siempre se disculpa por los ordinarios.
Lógicamente, a la inanidad de una señora que habla de “pobreza menstrual” ahora podemos añadir el mal gusto. Debemos reconocerle que ha ocupado un espacio importante en las redes sociales y se ha hablado de ella, que al fin y al cabo es lo que cuenta en una campaña. Que hablen de ti, aunque sea mal. Muchos se preguntarán qué carajo hace Ayuso grabando vídeos en los que aparece haciendo footing, es decir, esforzándose, mientras recorre el Madrid real, tan alejado de menstruaciones pobres o perreos al uso. Ayuso va transitando en el vídeo por las calles de la Villa y Corte con comercios abiertos, bares y restaurantes poniendo sillas, saludando a gente normal, pasando delante del Zendal. Las antípodas de ese sube y baja de after pasado de vueltas. ¿Será Ayuso una sosa? ¿Por qué no perrea?
Hay dos razones. La primera es que Ayuso, como gata, prefiere el deambular filosófico y bohemio entre tejados para saber que se cuece en los pucheros del personal. Imaginamos a la presidenta saltando de azotea en azotea con la luna de fondo, intuyendo sonidos inaudibles para el resto, profundizando en el alma de una ciudad que a veces prefiere mantenerla en esos rincones privados, lejos de exhibicionismos zafios. Y, como gata, es espiritualmente aristócrata, ronronea a quien quiere y araña a los que no. Porque esta mujer tiene esa doble vertiente. Puede dejar caer sus lágrimas ante los enfermos de covid-19 o ante el drama personal de un vecino que le cuenta como toda su familia se ha quedado en el paro de la noche a la mañana, pero eso no es óbice para que le pegue un arañazo en toda la jeta a quien pretenda vacilarle en sede parlamentaria. Su carita modosa puede convertirse en la de una Lady Killer si le tocan las palmas.
Cumplidora y trabajadora
La segunda razón, más política, es que Ayuso es inteligente y no precisa de aliños para demostrar que sabe lo que tiene entre manos. Es seria, es cumplidora, es trabajadora – pencaire, que decimos en mi tierra, de pencar, trabajar – y, especialmente, tiene sentido del ridículo. El síndrome del Hormiguero no es aconsejable entre responsables de la cosa pública cuando está cayendo la mundial. Una cosa es parecer un sieso y otra hacer el payaso con tal de ganarte las simpatías del personal, porque este agradece más que se construyan hospitales, que los chavales más pobres puedan comer a diario, que la economía prospere apoyando al emprendedor, al autónomo, al pequeño y mediano empresario.
El comunismo es incapaz de hacerlo, por eso ha de perrear o tirar piedras en los mítines. Puro infantilismo egoísta, rabieta de niño expulsado de clase por follonero y copiar en los exámenes. Son los socialistas que van subiendo y bajando impuestos según sea o los de Lenin perreando mientras tiran la piedra y esconden la mano.
Claro que a Ayuso no la verán en tales actitudes. No lo precisa, no lo juzga serio y no va con su manera de ser. Cuidado, que todo eso no quiere decir que Isabel sea pacata o aburrida. Quisiera verla en un karaoke, por citarla a ella, a las tantas de la madrugada con un gin tónic en la mano. Les daría ciento y raya a todas las perreadoras izquierdosas. Estoy convencido. Pero la gamberra que seguro lleva dentro la reserva para su vida privada, que es lo que debe hacer un responsable político con un mínimo de decencia y de seriedad.
Por si las dudas, presidenta, la invito a cantar juntos en el karaoke que usted me diga “Vivir así es morir de amor”, del enorme Camilo Sesto o la que más le guste de Alaska. Invito yo. No me lo puede negar. Eso sí, sin cámaras. Ya estoy temblando de la emoción. Donde esté eso, que se quite el perreo.
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