Opinión

Elecciones, mentiras e hilos de Twitter

El martes tuve la oportunidad de escuchar fugazmente al ministro Bolaños en una entrevista de Alsina

El martes tuve la oportunidad de escuchar fugazmente al ministro Bolaños en una entrevista de Alsina en la que, nada más comenzar, auguró que el Partido Socialista sería la primera fuerza y el PP la segunda: “Lo que nos merecemos y lo que se merecen”, dijo, dado que el PSOE ha resuelto o dejado encarriladas las tres grandes cuestiones con que se encontraron al llegar: la desigualdad (los recortes del PP), la cuestión territorial (apaciguamiento de Cataluña) y la corrupción. Han gobernado bien y cree que los españoles van a votar con justicia.

Bueno, aceptemos que eso es normal que lo declare un ministro del Gobierno. Lo interesante es que a continuación, sobre el candidato Feijóo, espetaba: “Es un clamor que este señor, en fin, miente sin que se le mueva un músculo de la cara, continuamente; ayer, el último ejemplo en Televisión Española…. el debate de lunes pasado, que fue una cascada interminable de mentiras. …¿Qué pasa si le quitamos la capa de mentira al señor Feijoo y a la campaña del Partido Popular? ¿En qué se queda? Pues se queda en nada, en nada... Desde el primer momento, mentira, mentira, mentira …. La verdad les importa bien poco, ellos necesitan una capa de mentiras para que no se hable de la realidad del país... No es lo mismo cambiar de posición política (se oye una risa ahogada, no sé de quién)… las circunstancias pueden variar…lo mejor que se podía hacer es indultar… lo que se ha conseguido es reducir la tensión insoportable. …Feijóo miente deliberadamente”.

Bueno, no pasa nada. A Twitter se viene llorado y hay que estar acostumbrado a esos perfiles anónimos cuyos titulares adolecen de falta de comprensión lectora

Al hilo de lo que escuchaba, se me ocurrió escribir en Twitter: “Hay que ser muy temerario -o estar muy desesperado- para llamar mentiroso a un candidato que no ha gobernado, por lo que sus palabras no son contrastables con los hechos, cuando tú estás en el gobierno y la ejecución de tus promesas pueden comprobadas (oyendo a Bolaños con Alsina)”. El tuit tuvo una repercusión enorme y me supuso unas cuantas horas recibiendo insultos y recriminaciones, menciones a mi profesión y a la familia y a todo lo que se suponga que puede doler. Bueno, no pasa nada. A Twitter se viene llorado y hay que estar acostumbrado a esos perfiles anónimos cuyos titulares adolecen de falta de comprensión lectora -voluntaria, o quizá no, pero en todo caso interesada- que cogerán el rábano por las hojas para rasgarse las vestiduras como fariseos posmodernos horrorizados ante la blasfemia que creen escuchar y que, como las mujeres disfrazadas con barba de La vida de Brian, apedrean a quien ha osado mentar a Jehová.

Ahora bien, parece una reacción desproporcionada en relación a otros tuits u opiniones mías más controvertidas, quizá debido a que lo retuitearon periodistas con muchos seguidores como John Muller, o quizá por el momento en que se produjo, justo antes de las elecciones. Y quizá, más allá de apostillas razonables (como que Feijóo sí que ha gobernado en Galicia, aunque lógicamente me refería al gobierno de España) lo ocurrido confirma lo que se dice en el tuit: que hay que ser muy temerario o estar muy desesperado para negar una realidad tan evidente como que el Gobierno de Sánchez ha hecho lo contrario de lo que había dicho. No hace falta, pero recordemos que, ya al principio, Sánchez dijo que la moción de censura era “para convocar elecciones en un mes” (no sé cómo no se recuerda más esto); que dijo que no dormiría si tuviera que pactar con Podemos; que no pactaría con Bildu e independentistas, pero luego sospechosamente indultó a los condenados por el procés, elimino la sedición, modificó la malversación, acercó presos y cedió competencias, siempre en contra de lo que había dicho, etc, etc. Y además lo hizo en un lapso de tiempo tan corto, con unos argumentos tan débiles y que ocultaban tan difícilmente un interés no general sino particular, limitado, concreto y contingente que, sin duda, ha producido en sus seguidores una disonancia cognitiva de tal calibre que ha conducido a la exageración y el insulto que destilan las palabras del ministro y los bots y seguidores irritados, en un intento desesperado de excitar los sentimientos de la gente y motivar la participación y el voto.

¿Y Feijóo es un alma de la caridad y un hombre coherente e íntegro que dice la verdad? No lo sé, habrá que verlo, pero sus promesas –que es lo que importa- no son contrastables aún, y aunque es cierto que tiene una trayectoria regional que no conozco bien, sus cuatro mayorías absolutas hacen pensar que no ha tenido allí una contestación excesiva. Al menos, en cuanto a sus declaraciones (no promesas) equivocadas más recientes, fue capaz de decir: “No mentí ni miento. Si alguna vez digo algo que no es correcto, no es fruto de la mentira, sino de la inexactitud”, según dice El País.

Faltan algunos cambios estructurales de enorme importancia que ninguno de los partidos se decide hacer porque cambiar las reglas del juego puede suponer perder poder a corto plazo

En fin, quizá tenga que ser así, los caminos de la ciencia electoral son inescrutables, y ya comprendo que les va mucho a quienes lo ostentan dejar las mieles del poder y someterse a la rutinaria vida del ciudadano corriente. Pero es que, en todo caso, para mí, la cuestión clave a la hora de tomar la decisión de voto no está sólo en si un candidato ha cambiado de opinión o ha sido inexacto; ni siquiera es esencial, hoy en día, su capacidad para tomar decisiones económicas o estratégicas, dada la limitación del marco económico global, del marco jurídico de la Unión Europea y la distribución de poder regional establecida en la Constitución. En el fondo, las decisiones que puedan tomar el PP o el PSOE no varían tanto a efectos prácticos. Pero sí pueden hacer mucho daño en el marco institucional y faltan algunos cambios estructurales de enorme importancia que ninguno de los partidos se decide hacer porque cambiar las reglas del juego puede suponer perder poder a corto plazo y abrir ciertos melones que pueden producir dolores de cabeza por mucho que sean imprescindibles. “Sabemos lo que hay que hacer, pero no cómo ser reelegidos después de hacerlo”, dijo Jean-Claude Juncker, con gran realismo. Recientemente la Fundación Hay Derecho, a cuyo patronato pertenezco, hizo un manifiesto por la mejora institucional que muestra muy claramente lo que España necesita y que ha firmado muchísima gente.

Un mensaje ético

¿Lo cumplirá Feijoo si gana? No lo sabemos, no lo tiene fácil. Pero, independientemente de las preferencias políticas que cada uno pueda tener, sí creo que en estas elecciones –en todas, en realidad- hay una clave: que es importante que los políticos –también ellos- tomen nota de que los actos tienen sus consecuencias, que no son impunes los desmanes jurídicos, las conductas poco éticas, la devaluación de las instituciones. Igual que le ocurrió al PP con la corrupción. Es un mensaje ético que es conveniente que la clase política reciba con claridad meridiana y que los ciudadanos, cualquiera que sea su tendencia política, sean capaces de enviar.

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