Opinión

Encumbrar al adversario

Está fuera de discusión que la victoria queda lejos del alcance del Partido Popular y que es, por tanto, el Gobierno quien que tiene que perderlas

Cantaba Serrat “mi madre me lo decía, mucho cuidado Juanito con las malas compañías” pero en Moncloa nadie advierte a Pedro Sánchez en ese mismo sentido y sucede que en ocasiones se deja llevar por sus primeros impulsos y acaba descuidando la elección de los enemigos. Y esos descuidos contribuyen a encumbrar a los adversarios que cultiva. El caso de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, es paradigmático. Dedicó a criticarla sesiones enteras del Pleno del Congreso de los Diputados y así la convirtió en figura del toreo. Cuánto mejor le habría ido si la hubiera ignorado, encomendando al grupo socialista en la Asamblea Parlamentaria de Madrid que aplicara el escrutinio más exigente a su gestión. Cuestión distinta es que, dispuestos a conceder siempre indulgencia plenaria a Pedro Sánchez, sus devotos quisieran adivinar en el proceder del Presidente la intención de escindir al Partido Popular, como si el impulso al liderazgo de Ayuso hubiera sido deliberado, calculando que vendría a oscurecer y dificultar el que necesitaba construir para sí mismo Alberto Núñez Feijóo, apenas llegado a la presidencia nacional del PP el 2 de abril de 2021.

Les parecía increíble verse desalojados del poder por los populares de Juanma Moreno, al que negaban cualquier capacidad de liderazgo

El resultado, por el momento, es que las diferencias de temperamento de Isabel y Alberto por lo que se ve están siendo sobrellevadas por ambos, sin que se aprecien mayores daños colaterales, mientras que las elecciones autonómicas del 4 de mayo de 2021 en Madrid dejaron al PSOE como tercera fuerza política, un récord difícil de empeorar. La campaña lanzada por Moncloa que alertaba a los electores de que votar PP a fin de cuentas equivalía a votar por Vox, cuyos escaños serían imprescindibles para que Ayuso alcanzara el gobierno, prestó ayuda a quien quería perjudicar. La insistencia obsesiva fue contraproducente. Un año después, el 19 de junio de 2022, las autonómicas de Andalucía se convocaron bajo el mismo lema propagandístico que tuvo parecidos efectos letales y supuso la inimaginable perdición de los socialistas. Les parecía increíble verse desalojados del poder por los populares de Juanma Moreno, al que negaban cualquier capacidad de liderazgo pero que, sin esos atributos y sin alzar la voz, superaba por primera vez en votos a los socialistas, que habían sido hegemónicos desde las primeras elecciones autonómicas de 1978, es decir que durante cuarenta y cuatro años, se habían mantenido como el partido más votado.

Para explicar, tanto el éxito de Ayuso como la mayoría absoluta de Juanma Moreno, es preciso sumar a los votos que cada uno fue capaz de obtener, los que les llegaron procedentes del rechazo que suscita la desnaturalizada opción socialista. Ahora, a treinta y nueve días de los comicios autonómicos y municipales, se diría que otra vez, como apuntaba en 1996 Carlos Luis Álvarez Cándido, el Partido Socialista hubiera puesto en marcha una maquinaria infernal para perder las elecciones. Porque está fuera de discusión que la victoria queda lejos del alcance del Partido Popular y que es, por tanto, el Gobierno quien que tiene que perderlas. Para eso, es condición necesaria que antes pierda las municipales y autonómicas. La división en el seno de Unidas Podemos, la bronca entre Pablo Manuel Iglesias y eternamente Yolanda, las reclamaciones de referéndum de Pere Aragonés y compañía, las Belarras aferradas a leyes de probada torpeza y consecuencias, tan indeseables como previsibles, contribuirán con goles en propia meta. Atentos.

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