Opinión

Elogio del cónclave

Un buen cónclave, como aquel primigenio que encerró a dieciséis cardenales a pan y agua en 1271, es lo que merecen nuestros líderes políticos

  • Elogio del cónclave

Ahora imagínense ustedes que no los estuviese mirando nadie. Cómo cambiaría todo, ¿verdad?

La Iglesia católica ha cometido, a lo largo de su dos veces milenaria historia, inmensas tropelías, como todas. Pero hay cosas que ha hecho muy bien, y una de ellas fue la invención del cónclave. Seguramente ustedes ya saben todo esto pero conviene recordarlo: después de un par de intentos (las genialidades siempre tienen precedentes), el éxito llegó en Viterbo en 1271. Se había muerto el papa Clemente IV, el francés Guido Foulques, y había que reemplazarlo. Pero los 16 cardenales (de los cuales solo seis no eran italianos) no tenían la menor prisa: estaban encelados con sus querellas y sus cuotas de poder, divididos en cuatro facciones, que se dice pronto, y llevaban tres años dándole vueltas al asunto. Cuando se volvieron a reunir en Viterbo, fue la gente la que tomó la decisión (bueno, y los soldados franceses): los encerraron en el palacio episcopal de la ciudad, al que le quitaron el techo para “facilitar la comunicación con el Espíritu Santo”, y les atizaron una dieta de pan y agua. Fue fulminante. En pocos días, el 1 de septiembre de 1271 eligieron papa a Teobaldo Visconti, que ni siquiera era cardenal y que estaba en Palestina guerreando: fue Gregorio X. Alguno de aquellos cardenales encerrados cum clavis, con llave, como Bartolomei, no se recuperó de aquella fenomenal putada y murió poco después.

Sin televisión ni radio, sin cobertura de móvil y a ser posible sin ventilación, ya verían ustedes lo que les iba a durar la tontería

Yo eliminaría lo de quitarles el techo, porque ahora hay drones y lo íbamos a poner peor, pero en lo demás repetiría la jugada. Imagínense encerrar a Sánchez, Rivera, Iglesias, Casado, Abascal y un par de ayudantes por cada uno (la impagable Rociíto Monasterio, con su sonrisa de androide), pues no sé, en un invernal de los Picos de Europa sin agua y sin luz; o mejor, con estos calores, en la ruina de alguna dehesa de la sierra de Andújar; algún antiguo depósito de agua sin televisión ni radio, sin cobertura de móvil y a ser posible sin ventilación, esto último con la esperanza de que alguno de los reunidos padezca de podobromhidrosis en fase aguda. Y alimentación, fabada Litoral dos veces al día. Ya verían ustedes lo que les iba a durar la tontería.

Se acabarían en media hora los mohines de Sánchez y sus asociados, que pretenden que les vote todo el mundo en el Congreso poco menos que por razones humanitarias, y ponen cara de las tentaciones de San Antonio para luego decir, a micrófono cerrado, que “cómo les vas a dar un ministerio a estos cabrones, que lo quieren solo para montarte una crisis de Gobierno a la mínima que se les contradiga luego”; y lo malo es que tienen razón. Imagínense al chico Rivera y a sus acólitos sin poder hablar con la Prensa para repetir sus monólogos de vendedores de crecepelo por las ferias de los pueblos; o a Casado y sus cómplices sin poder sonreír once veces al día mientras con la mano siniestra, a la que los taurinos llaman “la de los billetes” y en este caso por algo será, arreglan sus cosas con los amigos de la extrema derecha. Y de estos, de Abascal y sus centurias que con paso firme van, ¿qué sería sin que nadie pudiese ver sus aspavientos de honra ofendida y sus exigencias de respeto, como si fuesen maritornes en malos días? E Iglesias y sus camaradas, ¿qué? Si nadie pudiese oír sus protestas de santidad, sus ayes zalameros, sus quejíos de flagelados de pacotilla que no se cansan de fingir que ponen la otra mejilla para ver si el público increpa al falso galán que no les da lo que quieren, ¿qué sería de ellos?

En media hora se acabarían los mohines de Sánchez y sus asociados, que pretenden que les vote todo el mundo poco menos que por razones humanitarias

Esto con Rubalcaba no habría pasado. Se acabaron los negociadores que iban por el monte solos y te arreglaban las cosas como debe hacerse: rápido y a disgusto de todos, que es como funcionan los pactos. Estamos en manos de actores de reparto (con todos los respetos a los actores de reparto) que se creen, cada uno de ellos, sir Laurence Olivier y ni siquiera suenan sinceros cuando dicen ante las cámaras que la cena está servida. Esto que vivimos es un trile, una astracanada, un (tengo que usar la palabra, la odio) campeonato nacional de postureo, que es lo único que a todos estos se les da como Dios, como si hubiesen nacido para ello. Es un póker muchísimo más aburrido y torpe de esos que ponen en la tele por la noche. Esto no es política, por favor. Esto es jugar a los chinos, o al “vamos a contar mentiras” que los chiquillos ya ni conocen. Menudo ejemplo.

Si esta tropa de gandules dejase de vivir en perpetua campaña electoral, otro gallo nos cantase. ¿Por qué, para qué el alcalde de Madrid decide acabar con una de las medidas más útiles, provechosas y saludables que hizo Carmena, que fue el Madrid Central? Ah, pues solo hay una razón: que la hizo Carmena, no es por ninguna otra cosa. Menos mal que a Carmena no le dio por descubrir un medicamento para terminar con la gripe o con el alzheimer: estos mentecatos serían capaces de prohibirla.

Propongo recuperar el cónclave a pan y agua. Y con un solo orinal para todos, coño. Sí, es verdad que se perdería transparencia: pues qué le vamos a hacer, pero es que esta peña de jugadores de farol confunde la transparencia con el espectáculo constante. Y lo que pasa es que para dar espectáculo hay que tener talento: no lo tienen. Ninguno. España sigue sin gobierno, lo cual no está necesariamente mal: Cataluña no lo tiene desde que llegó Torra y allí, cuando abres el grifo, sigue saliendo agua. Pero es indispensable que haya alguien que se ponga a hacer que las cosas funcionen, caramba; y empiezan a ser demasiadas las semanas, y estomagante la repetición de los sucesivos “yonofuí” por parte de todos cada vez que ven un micrófono cerca, y ya demasiados los peatones que parecen resignarse a que haya nuevas elecciones. Que sería el colmo.

Desde la mayoría absoluta de Rajoy, nunca hubo un Congreso en el que fuese más sencillo formar Gobierno, a condición de que se quiera hacer y que se sepa cómo. Pues es posible, por no decir probable, que no haya manera. De verdad: a pan y agua todos, hasta que entre todos desatasquen el retrete sin que nos enteremos de quién le echa la culpa a quién de tal cantidad de boñiga retrasada. Que ya les vale.

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