Cada triste celebración oficial del Día de la Hispanidad está rodeada de un pesar, que no se nombra, pero es incapaz de esquivarse entre banderas y patéticos ataques a ambos lados del Atlántico. El Día de la Hispanidad también es el recordatorio pesado y doloroso de una herida, no por lo que dejamos de ser, sino por la suciedad vertida y la desidia inmoral sobre lo que fuimos, causa de la nada que somos. Un día en el que es inevitable que se oscurezca al darnos cuenta que se estudia en español en los Andes, pero no en Gerona.
Se nos arrebató saber y disfrutar de la más luminosa, fascinante y compleja historia. Desde el principio. Busquen la tumba de Hernán Cortés, de Blas de Lezo o de Miguel de Cervantes. El lugar que se da a los muertos ubica el alma de los vivos, entonces y ahora.
Este año escolar la asignatura de Historia de España comenzará en 1812 y sin cronología posterior. Según el Gobierno “para centrarse en lo importante”, —con un guiño a que agradezcamos que no empiece en 1931—, y porque así lo hacen en otros países, “como Canadá”. Todo necio sin recursos acude a la comparativa de un país extranjero para justificar una situación tan absurda como tirana, pero comparar España con la Historia de Canadá es casi más humillante que cualquier propaganda negrolegendaria.
Comparar España con la Historia de Canadá es casi más humillante que cualquier propaganda negrolegendaria
No se explicará cómo la Constitución de 1812 fue aprobada por españoles de ambos hemisferios, pues no se sabrá cómo llegaron a ser españoles y porqué lo eran. 1812 fue el origen del parlamentarismo moderno de nuestro entorno y supuso para muchos el fin del Imperio y el nacimiento de ciudadanos, a diferencia de los súbditos de una monarquía absolutista hasta la fecha. Pero el origen de España supera esa fecha.
De esta forma se fija la confusión entre constitución y nación, negando la realidad y conciencia de la preexistencia de ésta. Se oficializa desligar España del Imperio de la Monarquía Hispana, que tuvo su origen en la revolución de los Trastámara en 1368, un proceso iniciado con Alfonso X que culminó su triunfo con los Reyes Católicos e inició su apogeo el 12 de octubre de 1492. Luis Suárez, el mejor medievalista español autor de “Los orígenes de España” afirma que la Monarquía hispánica surge como primera organización de un Estado, que busca su razón en el bien y la justicia de la “república de nuestros reinos”, según los documentos coetáneos. Dicha primera forma de Estado se apoyaba sobre dos principios esenciales: el primero, que España era unidad preexistente, a la que correspondía una conciencia histórica y segundo, que los reyes aparecían sobre todo como señores de la justicia, garantizando el cumplimiento de las leyes, fueros, cartas, privilegios, buenos usos y buenas costumbres, considerados en conjunto como ejercicio de libertades, en plural.
No sé si una forma de Gobierno que entendía el poder como responsabilidad de impartir justicia, para proteger la ley y las libertades, siendo el humanismo católico un pilar de fundamental del Imperio es un absolutismo opresor o quizá presenta, con la distancia de las distintas épocas, más principios jurídicos y morales que el Gobierno actual.
España es lo mejor que le ha pasado al mundo, porque en gran medida lo creó y lo enriqueció, y esto también es la Hispanidad. Algo a celebrar y reivindicar en cada rincón de lo que un día también fue España, no sólo cada 12 de Octubre.
España es lo mejor que le ha pasado al mundo, porque en gran medida lo creó y lo enriqueció
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