Esta semana se ha comentado en las redes sociales el cinismo de nuestro presidente al escribir que “la factura eléctrica de los hogares españoles en 2021 fue similar a la de 2018, descontando la inflación”, ya que esa coletilla final es una indecencia. Rajoy era capaz de darle tales patadas a la sintaxis que a veces frases suyas se convertían en interminables peroratas sin sentido, pero jamás vimos que retorciera las palabras con tan mala intención. Lo dicho por Sánchez, pretendiendo engañar a sus más fieles (nadie más puede caer en la trampa) es puro cinismo. Y es que si describimos lo que se ha encarecido un precio lo que nunca podemos descontar es justo la inflación.
Sin embargo, a la hora de valorar las inversiones, por supuesto sí que hay que descontar la inflación. El motivo es obvio: si, por ejemplo, ganamos un 10% al vender un activo pero nuestro poder adquisitivo con ese mismo dinero es un 10% menor que cuando lo compramos, en realidad nuestra rentabilidad es cero. En el último año la bolsa española ha subido un 2%, aumento similar al del Dow Jones; si sumamos dividendos cobrados quizás podamos acercarnos al 5% pero como el IPC interanual roza el 10% en realidad hemos perdido un 5%. Que es un gran resultado (por ejemplo, la bolsa alemana cotiza un 7% por debajo de abril de 2021) porque con el dinero en el banco la pérdida de capacidad de compra sería del 10% pero eso no quita que haya que descontar la inflación. De hecho, siendo puristas, había que hacerlo también con las comisiones (compra, venta y custodia) y, sobre todo, con los impuestos. De media cualquiera que haya obtenido beneficios vendiendo activos, paga por ellos entre un 20 y un 25% al rellenar el IRPF. Es por tanto realmente difícil conseguir obtener una rentabilidad a los ahorros que supere tantos obstáculos con una inflación alta, era mucho más fácil (al menos así ha sido en las principales bolsas del mundo) durante estos años.
Esta semana no podemos hablar de bolsa sin citar a Elon Musk, que se convirtió el año pasado en el más rico del mundo gracias a la revalorización de sus acciones en Tesla, aunque en mi opinión su labor empresarial es más encomiable en su compañía de transporte espacial SpaceX. Este personaje es famoso por ser un “calienta valores” ya que le agrada hacer declaraciones para provocar reacción en los inversores. Hace unos días escribió en Twitter que España debería construir una planta solar para abastecer a Europa y provocó subidas de las cotizadas hispanas del sector, si bien la reacción apenas duró unas horas. Distinto es que lo que hizo con el dogecoin, una criptomoneda creada como una broma, que aparentemente no tenía ningún uso y que además, al contrario que el bitcoin, puede ser minada (fabricada) en un número infinito, por lo que su valor tan sólo debería ser anecdótico. No obstante, lo calentó hasta tal punto en diciembre de 2020 que en los primeros meses de 2021 llegó a revalorizarse más de un 5.000%. Luego, de repente, hace ahora un año, salió en la TV y dijo que el dogecoin era un chanchullo provocando con ello su desplome. En mayo lo comparaba yo a las Terras.
No obstante, ayer la cotización de Twitter cerró un 20% por debajo del precio al que Musk dice que va a comprar todas las acciones porque pocos creen la veracidad de la oferta
Esta vez no han sido sólo palabras, se ha decidido a entrar como accionista en Twitter. Primero empezó haciendo unas declaraciones en las que insinuaba que iba a crear una nueva red social (algo que por cierto ya ha hecho Trump), lo que provocó que las acciones de la compañía bajaran por temor a la competencia, de repente anunció que había comprado el 9,2% de Twitter, pasando a ser el principal accionista lo que llevó a que la cotización se disparara. Los directivos de la red social, aparentemente contentos con el nuevo inversor, le invitaron a formar parte del Consejo, lo que tiene todo el sentido. Sin embargo, él lo rechazó, lo que provocó que el precio de las acciones volviera a caer. Y de repente, lanza una opa (oferta de compra) hostil por el 100% de las acciones lo que de nuevo lleva al rebote en la bolsa. No obstante, ayer la cotización de Twitter cerró un 20% por debajo del precio al que Musk dice que va a comprar todas las acciones porque pocos creen la veracidad de la oferta, o al menos que vaya a ser posible que el 100% le venda todas las acciones. Incluso hay quien cree que, una vez más, está calentando el valor para vender con enormes beneficios su participación del 9,2%, y burlarse una vez más de la Sec estadounidense (el equivalente a la CNMV española).
Yo no sé cómo acabará el culebrón pero la oferta por el 100% que incluye sacarla de bolsa no tiene sentido, le basta con un 51% para controlarla. Además, Twitter ya funciona muy bien, y aunque sus ideas puedan mejorarla (ha declarado que quiere que se puedan editar los tuits una vez lanzados), el talón de Aquiles de la empresa es que no ha sabido monetizar su gran impacto, algo que sí supo hacer Facebook. No parece que Musk sea el gestor adecuado para conseguirlo puesto que Tesla tardó 17 años en obtener beneficios. Que la red social más influyente del mundo esté totalmente controlada por una sola persona me da escalofríos, y más al tratarse de alguien tan ambicioso.
Se tarat de asuntos más o menos anecdóticos. Por volver al tema inicial, lo verdaderamente preocupante, más allá de los chascarrillos de nuestro presidente, es cómo hacer que nuestros ahorros pierdan el menor poder adquisitivo ante una inflación disparada. Con unas expectativas económicas cada menos optimistas, invertir en bolsa a estos niveles parece muy arriesgado (aunque puedo entender al que está invertido y no vende porque no sabe qué hará con ese dinero), las materias primas están muy caras y dependen de factores geopolíticos arbitrarios, las propiedades están muy castigadas fiscalmente si las compramos como inversión, las criptomonedas siguen siendo demasiado volátiles y tampoco sabemos si actuarán como refugio ante elevados IPCs puesto que son muy recientes… Cierto que es mejor que el problema sea qué hacer con el dinero que no tenerlo pero no deja de ser muy injusto que nuestros ahorros cada vez valgan menos y que sea tan complicado evitarlo.
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