El impacto de un pensador que puede entrar en cualquier debate con ideas propias es peligroso solo si las personas carecen de criterio propio y autonomía moral y de pensamiento. Todos estos escándalos y cancelaciones de cuentas en Twitter ponen de relieve nuestra propia fragilidad, nuestra vulnerabilidad como seres pensantes autónomos así como nuestros niveles de represión social.
A menudo sucede que el acto de contar historias es un ejercicio de poder, de los que tienen voz sobre los que no la tienen y Twitter había decidido cerrarles el pico a unos cuantos. La antropología de Twitter revela que las personas tienen criterio propio, algo que puede resultar incómodo. Con el paso del tiempo, Twitter se había convertido en una red con censura y por eso los cambios anunciados por Elon Musk suponen la más alegre y violenta respuesta a los agonistas, los censuradores y los heriditos.
Hay que rendir culto al dinero de Musk y todos los filósofos del despilfarro, pues la economía del despilfarro, que se ha cocido secretamente dentro de la economía del capitalismo, permite hoy la extravagancia de la libertad de expresión.
El buen tuitero al final se forja con la sabiduría del dandi, evita involucrarse personalmente
El self made man americano por excelencia, Elon Musk, va a tratar a los progres por primera vez como adultos: jugaremos todos con las mismas reglas, y además, las conoceremos, lo cual está muy bien. Twitter es una red para dandis, tanto d'Aurevilly como Charles Baudelaire creían que el dandismo se basa en la desconexión entre el poder de afectar a los demás y el poder de ser (al menos aparentemente) afectado. El buen tuitero al final se forja con la sabiduría del dandi, evita involucrarse personalmente, y lo interesante es ver la evolución de los que aprenden a ser criaturas tuiteras.
Pero en esta pajarera encontramos que hay tipos casi trágicos que tienen miedo de que no haya censura, creen que el debate solo debe representar los valores de una élite moldeadora de las conciencias o son incapaces de pensar en otras ideas disonantes como opciones legítimas, libres de sospecha. Quieren mover el mundo, pero el mundo es ancho y ajeno, y hoy se mueve más por el dinero que por las ideas. Las ideas, para qué vamos a engañarnos, ya no atan ni influencian mucho. Influencian los hombres de acción con dinero, mayormente en las democracias western.
Dogmatismos juveniles
El yo creado del pensamiento humanista, el dandi del París y Londres del siglo XIX, son yoes cuya creación es una forma de poder, no sólo sobre sí mismos sino sobre su público, la foule. El dandi moderno por excelencia, Elon Musk, disfruta viendo cómo sus enemigos tuiteros se rasgan las vestiduras y los invita a quedarse en la red, porque sin debate no hay opinión personal, eso que nos salva a cada paso de caer en dogmatismos juveniles o moralismos progres.
Necesitamos más liberalismo, que no es otra cosa que adultismo, o sea tratar a los ciudadanos como adultos. Rechazar la “ética del gran inquisidor” que presupone que los ciudadanos son incapaces de participar en un debate abierto, o que su juicio moral es irrelevante o erróneo cuando no coincide con el de la mayoría. No hay libertad sin una opinión pública formada que se atreva a contradecir ese moralismo rancio que nos acusa con el dedito, o ese anacronismo político que aspira a dividirnos en buenas y malas personas y a dibujarnos un esquema pequeño, simplificado, catalogable y organizado del mundo.
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