Era mayo de 1971 y aquel joven colega, que acababa de llegar a Londres como corresponsal del diario Madrid, acudía cada tarde a la press gallery de la Cámara de los Comunes con el entusiasmo de un neófito. Quería observar la democracia parlamentaria en funcionamiento. Le llamaba la atención que cada uno de los miembros del Parlamento cuando iniciaba su intervención lo hacía dirigiéndose a sus electores a los que denominaba my constituency. Apenas seis meses después, el 25 de noviembre, al colega le cerraron el periódico no porque fuera de oposición -no había espacio para semejante intento- sino por falta de calor en el elogio a Franco. De regreso a Madrid siguió asiduamente los plenos de las Cortes franquistas y después los del Congreso de los Diputados desde la primera legislatura inaugurada tras las elecciones generales del 15 de junio sin que nunca jamás pudiera escuchar a ningún diputado referirse a sus electores.
Y a quienes comparecen solicitando el voto, puede favorecerles que el inquilino de la Moncloa sea de su mismo partido cuando tiene arrastre o perjudicarles cuando suscita rechazo
Esta ausencia en absoluto es un olvido caprichoso, deriva más bien de un hecho rotundo: quienes con su voto le hicieron Diputado, es probable que desconocieran su nombre y lo hicieron porque iba incluido en una lista que presentaba alguno de los partidos que concurrían a las elecciones legislativas por esa circunscripción. De modo que entienden su deber justificarse más que ante los votantes ante los dirigentes de su partido que son quienes le pusieron en la candidatura en puesto de salida, es decir al comienzo de la lista. Ellos son los que cuando se convocan de nuevo las elecciones pueden incluirlo otra vez en un puesto preferente del listado, echarle para abajo o eliminarle. Ante ellos es ante quienes han de hacer méritos si quieren seguir figurando. Pero todo cambia cuando hablamos de las elecciones municipales o autonómicas. Porque el alcalde comparece ante sus vecinos y el presidente de una Comunidad Autónoma ante los suyos, ya sean andaluces, gallegos, extremeños, canarios o asturianos. Aquí no hay botes de humo, los electores saben muy bien a quien votan. Y a quienes comparecen solicitando el voto, puede favorecerles que el inquilino de la Moncloa sea de su mismo partido cuando tiene arrastre o perjudicarles cuando suscita rechazo.
El 28 de mayo de 2011, ante el Comité Federal, Alfredo Pérez Rubalcaba, tras aceptar la candidatura a las primarias y escuchar los relatos de quienes acababan de ser derrotados en las elecciones locales y autonómicas, les dijo: “Habéis perdido las elecciones por ser del PSOE”. O sea que esa pertenencia en esa ocasión en vez de ser un valor añadido había sido lo contrario, había restado. En esa misma línea parece haberse anticipado Emiliano García Page, el presidente de Castilla La Mancha, según las declaraciones que publica el diario El Mundo. Las malas compañías de Pedro Sánchez pueden ser un lastre para quienes tendrán que dar la cara el 28 de mayo para ganarse las alcaldías o las autonomías. Y puede haber empezado el descuelgue. Atentos.
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